Tras el fallecimiento del papa Francisco, se reúne el cónclave de 133 cardenales de distintos países, quienes deberán elegir a su sucesor. Entre los posibles candidatos a ocupar el máximo cargo de la Iglesia católica se encuentran dos cardenales de piel negra, provenientes de la República Democrática del Congo y Ghana.
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Tras el fallecimiento del papa Francisco, se reúne el cónclave de 133 cardenales de distintos países, quienes deberán elegir a su sucesor. Entre los posibles candidatos a ocupar el máximo cargo de la Iglesia católica se encuentran dos cardenales de piel negra, provenientes de la República Democrática del Congo y Ghana.
Algunos medios han rescatado viejas predicciones de Nostradamus, quien habría augurado el inicio del "Apocalipsis" con la designación de un "Papa negro". Sin embargo, es posible que Nostradamus no se refiriera al color de la piel, sino al hábito negro característico de los jesuitas. De ser así, podríamos interpretar que el "Apocalipsis" comenzó simbólicamente con el pontificado de Francisco, el primer Papa jesuita.
Hoy en día, hablar de un "Papa negro" como señal del fin del mundo resulta sumamente delicado, ya que inevitablemente roza cuestiones de racismo y discriminación, independientemente de que se trate de una profecía antigua. Es difícil suponer que el color de piel, sea negro, amarillo o blanco, de un cardenal pueda definir el destino final de la humanidad. Más aún si consideramos que, tal vez, Nostradamus nunca quiso decir lo que hoy interpretamos. Además, en la historia de la Iglesia ya hubo tres Papas provenientes del norte de África, probablemente de tez oscura, sin que ello haya desencadenado catástrofes.
Las predicciones sobre el "Apocalipsis" pueden abordarse desde una perspectiva religiosa, donde la interpretación varía y no existe consenso sobre si realmente se están cumpliendo las profecías. Pareciera que se espera una "señal profética" para anunciar el fin. Desde el ámbito científico, en cambio, se analizan los grandes eventos naturales, pero no se señala una fecha precisa para el fin de la humanidad.
La Tierra, con aproximadamente 4.500 millones de años de historia, ha atravesado inmensos y complejos procesos de transformación que continúan hasta hoy. Los fenómenos geológicos, como volcanes, terremotos, erosiones y desplazamientos de tierra, barro o escombros, son parte del intento permanente del planeta por mantener su equilibrio. Sin embargo, estos cambios no han llevado a la extinción total del planeta.
A lo largo de la historia, además de los desastres naturales, las migraciones de personas provocadas por condiciones climáticas extremas, las guerras y las epidemias devastadoras no significaron señales inequívocas del fin de la humanidad.
En la actualidad, el crecimiento desmedido de la población mundial agrava múltiples problemas: asentamientos humanos en zonas vulnerables, por ejemplo, laderas de montañas o serranías, áreas inundables, regiones volcánicas o sísmicas, la creciente demanda de energía, agua y alimentos, y la explotación intensiva de los recursos naturales, que provocan la degradación del ambiente y la contaminación.
Así, no parece realista esperar una señal clara que anuncie el comienzo del fin del mundo. Tal vez podríamos interpretar que el declive de la humanidad comenzó hace tiempo, con la Revolución Industrial. Hoy enfrentamos problemas como el deterioro social, la proliferación de enfermedades y el cambio climático. Sin embargo, fenómenos similares también ocurrieron en la antigüedad.
En realidad, más allá de las profecías, existe una amenaza tangible: la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial, que pareciera estar a la vuelta de la esquina. A diferencia de las anteriores guerras mundiales, implicaría el uso de armas nucleares, es decir, el fin efectivo de la humanidad sin señales previas.
Finalmente, es importante recordar que muchas profecías a lo largo del tiempo no se han cumplido, o bien su cumplimiento ha sido forzado mediante interpretaciones ajustadas a la realidad.