En su mirada el paso del tiempo es un extracto de momentos que guarda en el corazón, pero que los deja ver a través de su mente lúcida en una entrevista donde abrazó el optimismo de vivir con sensibilidad y profunda emoción.
María Vaqué de Grosso nació un 25 de octubre 1925 a las 14.30 en La Esperanza, tierra sampedreña. Y el 25 de octubre de 2025, esa esencia de mujer siguió su camino, brillando como los versos que ama escribir y leer a manera de obsequio recitado.
En su centenaria existencia llena de vivencias, revoluciones y cambios; supo adaptarse genuinamente para aprender los secretos de volar alto, desde la simpleza. Una infancia entre La Esperanza y la capital jujeña, forjó en ella la ilusión de realizarse como buena persona expresando desde la fibra más íntima de su ser; la devoción por la poesía, dedicándola a quienes recuerda con cariño.
Como egresada del Colegio del Huerto, hizo de la docencia un bastión sagrado enseñando a diferentes generaciones de niños que la abrazaron con afecto viajando a El Piquete, lugar donde encontró al amor de su vida, Hugo Grosso, en la casa donde se hospedó en primera instancia.
El milagro del amor se hizo visible a través de once hijos a quienes le dedicó sus días en todos los sentidos. Y a lo largo del tiempo, fue sembrando valores humanos de madre abocada a educar con los más sabios consejos. En su cumpleaños número cien, recibió la bendición del padre Rubén Toconás y recibió las energías de sus hijos, nietos y bisnietos en un emotivo encuentro familiar, donde se elevaban globos de corazones y fraternidad inolvidable.
"Fue una fiesta maravillosa y nunca vista, porque estaban todos mis hijos, mi familia", expresó con su cálida voz María Vaqué de Grosso, quien leyó dos de sus obras escritas como regalo para los presentes.
Es que la pasión por la escritura la acompaña desde los quince años y sus padres, que eran evolucionados en su forma de ver las cosas para la época; le brindaban una perspectiva distinta de la vida.
Anticipada a los desafíos, alrededor de 1940 y con quince años, su papá le enseñó a manejar el auto y lo conducía, cuando ninguna mujer lo hacía. Desde la docencia, su misión la cumplía con respeto y buena voluntad. "No renegaba mucho, quería enseñar. Había que tener paciencia y se los maneja bien, era maestra de grado", relató Vaqué quien ejercitó su don en la Escuela 335 "Naciones Unidas" y en la Escuela 255 "Pucarita".
Es un monumento a la resiliencia, al ser una excelente madre y siempre empática, pues la fortaleza se manifestó en la sabiduría que aplicó al aggiornarse ante las circunstancias. Fue integrando en su vida todo y abrazando con amor a todos. "No perdí el tiempo, fue amor a primera vista con Hugo", expresó María sobre su esposo con quien tuvo a sus hijos; Hugo Néstor, Daniel Alfredo, los mellizos Enrique Luis y Eduardo Álvaro; Esteban Horacio, Adolfo René, Juan Domingo Ricardo, Jorge Mario, Silvia Raquel del Valle, Carlos Rodolfo y César Rubén.
Desde su paz, habló del optimismo de la vida como una esperanza que no debe decaer, sabiendo ver y trascender. "Siempre nos mostró su corazón inmenso y fue muy exigente. Sabía comandar el batallón de once que ella impulsaba en todo momento", aseguró Silvia Raquel del Valle Grosso, la única hija entre los varones quien resaltó la dedicación y el orgullo de tener en su madre, a un ejemplo de mujer.
Al ver a sus hijos salir del nido, ella sentía el dolor por la partida pero, a la vez, era la alegría de saber que esos retoños tenían las fuerzas de volar y salir adelante. "Nos enseñó desde niños a que cumpliéramos nuestros sueños", reveló por su parte Enrique "Kike" Grosso, otro de los hijos que no dejaba de emocionarse, al igual que su hermana, mientras la observaban tiernamente.