Aquí estamos, ya en la primera semana del año, con el arbolito de Navidad armado y los adornos aún en las puertas esperando la llegada de los Reyes Magos mientras tratamos de imaginar cómo bajaremos los kilos ganados en las últimas semanas. ¡Qué manera de morfar! ¡Cuánto trabajamos para preparar las mesas de Navidad y Año Nuevo!
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Aquí estamos, ya en la primera semana del año, con el arbolito de Navidad armado y los adornos aún en las puertas esperando la llegada de los Reyes Magos mientras tratamos de imaginar cómo bajaremos los kilos ganados en las últimas semanas. ¡Qué manera de morfar! ¡Cuánto trabajamos para preparar las mesas de Navidad y Año Nuevo!
Mientras nuestro sistema digestivo pide a gritos una tregua, nos preguntamos cuántos de nuestros deseos y proyectos se cumplirán en el 2025. Tal vez sirva alguna de las tantas maniobras tradicionales que hicimos cuando dieron las doce de la noche. Ante la duda de su efectividad, hicimos todo lo que había que hacer: nos vestimos de blanco, usamos calzones rosas, comimos doce uvas, hicimos equilibrio para empezar el año sobre el pie derecho, dimos vuelta a la mesa, prendimos una velita, brindamos mirándonos a los ojos y nos abrazamos deseándonos un gran Año Nuevo. Terminamos agotados, pero con la esperanza de que nos llegue la tan ansiada prosperidad que todos deseamos. ¿No les parece, como a mí, que solo usamos esta palabra para nuestros deseos de año nuevo? ¿y después la guardamos en un cajón de nuestro cerebro, hasta el siguiente fin de diciembre?
Según la RAE, la palabra prosperidad significa: bonanza, bienestar, felicidad, holgura, riqueza, progreso, éxito, expansión, auge, esplendor... y sigue. ¡Un cacho de significado! Todos bienintencionados y, por supuesto, bienvenidos. También según el diccionario, prosperidad se refiere principalmente a una mejora económica, es decir más dinero. Cuando deseamos a otros que tengan un próspero año, estamos diciendo que ojalá reciban más dinero. No está para nada mal, pero, siguiendo la temática evaluadora de esta época, me pregunto si la felicidad está condicionada por la cantidad de plata que tenemos. La primera respuesta que se nos viene a la cabeza es: sí, pero no todo. Con dinero uno paga comida, médicos, colegios, vacaciones, ropa, etc. Las necesidades básicas, y las no tanto. Un viejo dicho reza: la plata no hace la felicidad, pero, ¡cómo ayuda! Es totalmente cierto.
Pero, aprovechando mis ganas de profundizar, aparece una segunda pregunta: ¿el dinero asegura la felicidad? En este caso, el NO es respuesta contundente. Con dinero no se compra la alegría, ni la amistad, ni el amor. El abrazo de un amigo, la mirada embelesada de tu enamorada, la sonrisa cómplice con los hermanos, el apretón de manos al enfermo, los mates con la Viejita, jugar a la pelota con nuestros niños. ¡Cuántos gestos, acciones y sentimientos son totalmente gratuitos! Si los pondríamos en una lista, esta sería interminable.
Hoy es 6 de enero, en el mundo cristiano se festeja la llegada de los Reyes Magos que trajeron oro, incienso y mirra al pequeño Dios recién nacido. Cuando éramos niños solíamos dejar agua y pasto para que se alimentasen los camellos y, al lado, los zapatos para que los reyes nos dejaran algún regalito. En la mañana del 6 de enero, salíamos corriendo a ver si había algún rastro de los reyes y sus camellos y descubríamos con emoción que estaba todo revuelto. Ya somos grandes, no estoy segura de que los Reyes traigan algo para los adultos, tal vez sí (siempre hay alguien con suerte) pero por las dudas, voy a pedirles que traigan a todos ustedes mucha prosperidad, mucho amor, salud y trabajo. Estén atentos, tal vez cuando despertemos el 6 de enero, esté todo revuelto.