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26 de Junio,  Jujuy, Argentina
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Ataque a la infancia

Lunes, 01 de julio de 2024 01:03

Un niño desapareció en Corrientes, Argentina. No hay señales de él desde hace 13 días, como si de pronto se hubiese disuelto, esfumado. Todo el pueblo llora su ausencia y sus padres respiran en automático mientras cientos de personas se dedican a buscar, investigar, crear hipótesis, tratando de entender lo qué pasó con este pequeño de cinco años y, por sobre todo, encontrarlo con vida. Pero siguen pasando las horas, los días, y Loan no aparece.

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Un niño desapareció en Corrientes, Argentina. No hay señales de él desde hace 13 días, como si de pronto se hubiese disuelto, esfumado. Todo el pueblo llora su ausencia y sus padres respiran en automático mientras cientos de personas se dedican a buscar, investigar, crear hipótesis, tratando de entender lo qué pasó con este pequeño de cinco años y, por sobre todo, encontrarlo con vida. Pero siguen pasando las horas, los días, y Loan no aparece.

A 6700 kilómetros de distancia, en México, se reportaron 25 personas de entre 0 y 17 años desaparecidas por día durante el año 2023. Afortunadamente, la mayor parte de los casos (el 83.2%) fueron localizados. Sin embargo, por cada 100 personas de 0 a 17 años localizadas, una fue hallada sin vida. En total, 912 niñas, niños y adolescentes reportados como desaparecidos o no localizados han sido encontrados sin vida hasta el 11 de marzo de 2024. En otra parte del planeta, la Red Internacional de Periodismo Lost in Europe reporta que casi 47 niños migrantes desaparecen cada día en Europa. Tan solo entre 2021 y finales de 2023 se registró la desaparición de más de 51.000 menores migrantes tras su llegada a 31 países europeos.

En otro continente, hombres armados secuestraron el 7 de marzo de 2024, a más de un centenar de alumnos de una escuela en el centro-norte de Nigeria en una localidad del estado de Kaduna, en lo que sería el mayor secuestro en una escuela desde 2021, informó la agencia EFE.

Las cifras de niños desaparecidos se multiplican en Centroamérica, en la India, en cada rincón del planeta. Según UNICEF “los niños y adolescentes que desaparecen, se fugan o son sustraídos, se enfrentan a elevados niveles de vulnerabilidad y mayores riesgos, entre los que se cuentan: la explotación sexual, la trata de personas y la prostitución; el trabajo ilegal/inseguro; la participación en actividades delictivas, tanto como víctimas o como infractores; el deterioro de la salud física y emocional; el riesgo de sufrir agresiones físicas y sexuales; y en ciertas circunstancias, incluso la muerte”

No sólo eso, los ataques a través del ciberespacio se han constituido en una amenaza aterradora y sumamente peligrosa. ¿Cómo enfrentamos a ese gigante pervertido que desconocemos? ¿cómo controlamos lo que reciben nuestros hijos a través de las pantallas? Acosos, cyberbulling, el uso ilegal de fotos en manos de pedófilos, pornografía infantilà la lista de riesgos es infinita. Entonces uno se pregunta, ¿por qué?, ¿por qué esos niños y niñas no están jugando a la pelota, peinando muñecas, o chapoteando bajo la lluvia? ¿Por qué no están durmiendo en camas cómodas, rodeados de amor, sin que les falte abrigo, comida, cuidados? ¿Qué pasa con esta humanidad tan cruel? ¿Por qué no están presos esos monstruos que descargan sus perversiones, resentimientos y odio en las criaturas más puras e indefensas del planeta? A veces no queremos enterarnos de datos tan terribles, y elegimos evadirnos de la realidad, no vemos los noticieros, no queremos saber. Pero, aunque duela, debemos ser conscientes de lo que pasa, educar a nuestros niños para que estén atentos, para que identifiquen el riesgo, para que hablen y pidan ayuda.

Es triste enseñarles a vivir con miedo, no permitirles jugar solos en la calle, ni que vuelvan caminando del boliche a la madrugada. Ojalá tuviéramos un mejor entorno para ofrecerles, más seguro, más amable. Pero que no nos gane el desaliento. Aunque no esté a nuestro alcance la capacidad de cambiar el mundo, al menos podemos asegurarnos de que los niños que nos rodean reciban la mejor versión de nosotros, los adultos. Es imprescindible, urgente y necesario que valoremos a los pequeños, démosles el espacio y el tiempo que necesitan para jugar, para aprender, para desarrollar sus talentos. No perdamos la posibilidad de hacerlos reír, de que esos ojitos brillen de alegría y sueños por cumplir. No se necesita mucho, cero peso. Se trata simplemente de cuidarlos, dedicarles nuestra atención y respeto para que, cada día, puedan ser un poquito más felices.

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