Me gritaba delante de otros. Me dejaba sola en las decisiones. Me apagaba con silencios. Me hacía sentir que todo era culpa mía. Y aun así... me quedé.
inicia sesión o regístrate.
Me gritaba delante de otros. Me dejaba sola en las decisiones. Me apagaba con silencios. Me hacía sentir que todo era culpa mía. Y aun así... me quedé.
Las historias de amor muchas veces no se escriben con tinta rosa, sino con silencios, resignaciones y repeticiones que duelen. "Aun así me quedé" se convierte en una frase que atraviesa generaciones, que se escucha en consultorios, en mesas de amigas, en monólogos interiores nocturnos. Pero, ¿qué hay detrás de esa decisión aparente de permanencia? ¿Es amor o es confusión?
¿Por qué me quedé? Nos quedamos por amor, decimos. Por lealtad, por miedo a estar solos, por costumbre. Pero muchas veces lo que realmente está en juego es algo más profundo: una necesidad infantil no resuelta, un modelo familiar que repetimos sin darnos cuenta, una identidad frágil que no se atreve a elegir otra cosa. Según Lacan (1966), el sujeto se constituye a partir del Otro, y muchas elecciones relacionales son intentos inconscientes de sostener el deseo del Otro.
Quedarse no siempre es un acto de amor. A veces, es una forma de seguir siendo leal a nuestra historia de carencias. Del vínculo que duele al vínculo que revela. Cada "Y aun así me quedé..." esconde un nudo emocional y una distorsión cognitiva que sostiene el malestar. Analicemos algunos:
Me gritaba delante de otros... y aun así me quedé.
Conflicto: Miedo a poner límites por temor al rechazo. En términos gestálticos, aparece la retroflexión, donde la rabia se vuelve hacia adentro (Perls, 1973).
Distorsión cognitiva: "Si lo enfrento, me deja."
Acto de conciencia: "No acepto faltas de respeto, en público ni en privado."
Me trataba como si fuera invisible… y aun así me quedé.
Conflicto: Necesidad de reconocimiento no satisfecha desde la infancia. Lacan lo nombra como el "Estadio del Espejo": la imagen que el otro me devuelve se vuelve la única forma de ser (Lacan, 1966).
Distorsión cognitiva: "Si digo algo, no le importará."
Acto de conciencia: "Merezco ser vista y considerada."
Nunca preguntaba cómo estaba… y aun así me quedé.
Conflicto: Ideal del yo frustrado. Freud (1914) plantea que repetimos vínculos en los que no somos validados porque eso fue lo aprendido.
Distorsión cognitiva: Minimizar las propias necesidades.
Acto de conciencia: "Me gustaría que me preguntes cómo estoy."
Sus padres decidían por nosotros… y aun así me quedé.
Conflicto: Lealtades familiares inconscientes (Bowen, 1978; Satir, 1983).
Distorsión cognitiva: Creer que no tengo derecho a exigir autonomía.
Acto de conciencia: "Nuestra relación necesita espacio propio."
Me dejaba la ropa tirada, siempre… y aun así me quedé.
Conflicto: Confusión entre amor y servicio. Introyección del rol materno.
Distorsión cognitiva: "Si me molesta, es problema mío."
Acto de conciencia: "No soy tu madre. Soy tu compañera."
Me decía que exageraba… y aun así me quedé.
Conflicto: Retroflexión emocional. Superyó castigador.
Distorsión cognitiva: "Capaz estoy exagerando."
Acto de conciencia: "Esto me afecta, y tengo derecho a sentirlo."
Me hacía sentir culpable por decir lo que sentía… y aun así me quedé.
Conflicto: Culpa neurótica. Miedo a ser rechazada por poner en palabras lo propio.
Distorsión cognitiva: "Siempre termino siendo la mala."
Acto de conciencia: "Tengo derecho a expresar lo que siento, sin culpa."
Me decía que cambiara… pero él no cambiaba… y aun así me quedé.
Conflicto: Transferencia narcisista. Desequilibrio proyectivo (Lacan, 1966).
Distorsión cognitiva: "Si yo cambio, todo va a estar bien."
Acto de conciencia: "No soy la única que debe cambiar."
Me anulaba con sus silencios… y aun así me quedé.
Conflicto: El silencio como castigo simbólico. Desconexión emocional.
Distorsión cognitiva: "Es mi culpa que no me hable."
Acto de conciencia: "Tu silencio también duele. Y necesito que hablemos."
Me sentía sola incluso cuando estaba acompañada… y aun así me quedé.
Conflicto: Soledad estructural (Winnicott, 1958). Fusión simbiótica.
Distorsión cognitiva: "Algo en mí hace que no me vea."
Acto de conciencia: "Estar con alguien no debería sentirse tan solo."
De víctima a elegidora: nadie me obligó a quedarme
Llegar a este punto no es fácil. Implica romper la narrativa de víctima, soltar el guión aprendido y aceptar una verdad incómoda: nadie me obligó a quedarme. No había cadenas ni candados. Había hábitos, heridas y viejas formas de buscar amor.
Pero hoy... elijo otra cosa. Elijo no quedarme donde me pierdo. Amor o apego: claves para diferenciar. Estas son algunas claves que pueden ayudarte a identificar si lo que vivís es amor o es apego disfrazado:
Responsabilidad afectiva: pasar de la queja a la acción. Autonomía emocional: sentir sin depender. Autoestima vincular: valorarme por lo que soy, no por lo que aguanto. Elección consciente: poder irme de lo que me daña, aunque lo ame. Donde hay sometimiento, no hay amor. Hay miedo, hay confusión, hay repeticiones. El amor adulto no pide que te borres, no exige que calles. El amor adulto tiene identidad, tiene límites, tiene voz. Y sobre todo: sabe cuándo quedarse... y cuándo irse.