Hace exactamente 50 años, Argentina vivió uno de los planes económicos más drásticos de su historia: el Rodrigazo. Bajo el mandato de Isabel Perón y la influencia de su poderoso ministro José López Rega, el entonces titular de Economía, Celestino Rodrigo, implementó un paquete de medidas que devaluó la moneda, multiplicó los precios y hundió el poder adquisitivo de los trabajadores.
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Hace exactamente 50 años, Argentina vivió uno de los planes económicos más drásticos de su historia: el Rodrigazo. Bajo el mandato de Isabel Perón y la influencia de su poderoso ministro José López Rega, el entonces titular de Economía, Celestino Rodrigo, implementó un paquete de medidas que devaluó la moneda, multiplicó los precios y hundió el poder adquisitivo de los trabajadores.
El día que todo estalló
El 4 de junio de 1975, apenas dos días después de asumir, Rodrigo y su viceministro Ricardo Zinn lanzaron un ajuste sin precedentes:
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Una devaluación del 160% para el tipo de cambio comercial y del 100% para el financiero.
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Aumentos de hasta 180% en combustibles y 100% en tarifas de servicios públicos y transporte.
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Salarios con incrementos de apenas 45%, muy por debajo de la inflación.
El gobierno justificó las medidas como un intento por reducir el déficit fiscal y reactivar la productividad empresarial. Pero el efecto fue devastador: la inflación anual escaló al 777%, hubo desabastecimiento de productos básicos y protestas masivas.
La rebelión obrera y la caída de Rodrigo
La Confederación General del Trabajo (CGT), históricamente aliada al peronismo, lideró un paro nacional el 27 de junio de 1975, marcando la primera huelga general contra un gobierno de su mismo signo político. La presión social forzó al Ejecutivo a negociar: los salarios finalmente se ajustaron en un 180%, pero el descontento ya era imparable. Rodrigo renunció, aunque años más tarde defendió su gestión, lamentando que su nombre quedara asociado al "peor ajuste" en la memoria colectiva.
Una herida que no cierra
Medio siglo después, el Rodrigazo sigue siendo un fantasma que recuerda los riesgos de los shocks económicos sin consenso. Para muchos, fue el prólogo de la crisis que llevaría al golpe de Estado de 1976. Para otros, una lección sobre los límites de los ajustes brutales. Lo cierto es que, 50 años más tarde, el término sigue resonando cada vez que la inflación acecha y el poder de compra se desploma.