Las ramas y las hojas de los árboles se mecían suavemente, revelando la versión otoñal de sus colores ocres a través del movimiento por el viento carmense.
inicia sesión o regístrate.
Las ramas y las hojas de los árboles se mecían suavemente, revelando la versión otoñal de sus colores ocres a través del movimiento por el viento carmense.
Allí, bajo el cielo de la reserva natural, un águila mora y un aguilucho común compartían los multiformes brazos de un árbol desgastado que los unía, acaso, demostrando que la amistad también se puede presentar entre plumas. Con la mirada tan enfocada y el ánimo despierto, la primera de las aves que se encontraba erguida en lo más alto, se distinguía en la mañana nublada con su color oscuro. Es dueña y señora del hábitat que crea atenta a cada sonido, al día, a la noche.
Elegante con su mirada al cielo añora la libertad de volar, más en su presente reposa en el Cafaju de manera definitiva, debido a que llegó a la reserva por ser el blanco de un proyectil del cartucho de bala que le astilló una de sus alas.
Es que, al igual que el aguilucho común y todas las aves rapaces; son seres con una estructura natural tan especial que cualquier golpe o fractura, las imposibilita de volar ya que es difícil que suelde correctamente.
Y es que como ambas criaturas que residen en el Centro de Atención de Fauna Autóctona -Cafaju- son aves rapaces, usan el vuelo para cazar y alimentarse o para delimitar territorio, por lo que sus alas son movilidad primordial. "El águila mora es una de las especies más grandes de aves en Argentina. Llegó al Centro con dos años y sabemos su edad porque va cambiando el plumaje a medida que avanza el tiempo", expresó Julio Mamani, técnico especializado en aves dentro de la reserva natural.
El ejemplar esbelto luce silente entre la rusticidad del campo abierto y tiene -por lo menos- cinco años de acuerdo a la coloración que presenta, ya que en su adultez será completamente gris sólo con el pecho blanco, diferente a su plumaje actual.
El ave que acompaña al águila es el aguilucho común, una preciosa criatura con plumaje de color marrón y negro, que -en todo momento- observaba con curiosidad a otros plumíferos que cruzaban el firmamento, como añorando su propia y extinta capacidad. A cambio, su belleza revelaba una estancia tranquila, resaltando de su pecho el blanco en silueta imponente.
El ejemplar sufre también la dificultad permanente en una de sus alas, por lo que está inhabilitada de poder volar. Si bien, ninguna de las dos rapaces puede ser liberada, comparten en la reserva momentos de calidad, compañía y alimentación especial para mantenerse hermosas y saludables, como hasta ahora.
Gracias a la función de trabajar en la recuperación de aves rapaces y de aves en general, Julio Mamani compartió detalles sobre la llegada de ejemplares de toda la provincia al Centro. "Sea por decomisos, accidentes o entrega voluntaria de gente que encuentra a aves lastimadas o pichones que caen de algún nido, que estén en cautiverio, sean pseudo mascotas o por tráfico de fauna; todos llegan para ser rehabilitados", dijo quien toma como primer medida la revisación del ejemplar por el médico veterinario que analiza y diagnostica. "Lo siguiente es pasar a una etapa de cuarentena; y si el animal se encuentra en buenas condiciones se evalúa si va a ser liberado o no", comentó.
Como en el Cafaju se reciben diferentes especies de animales, el abordaje que se efectúa en cada caso es de acuerdo a su naturaleza; sea mamífero, reptil o ave. Y se establece la práctica a seguir de acuerdo a las técnicas de rehabilitación, respetando el tiempo de recuperación, todo depende de la magnitud de la herida o lesión que tenga el ejemplar para luego evaluar su liberación. "Hay animales que no pueden ser liberados porque tienen una lesión grave y ya quedan como animales permanentes del Centro. Dependiendo de la especie; puede pasar de una semana a un mes o un poco más de tiempo", explicó.
No obstante, la idea principal del Cafaju es devolver a los animales lastimados a su estado natural, en la medida que sea posible. Un ejemplo de ello es el espectacular lechuzón negruzco que está en rehabilitación, esperando poder salir.
Dentro de una jaula recubierta por media sombra para opacar la claridad de la luz diurna, vuela de un lugar a otro como expectante para sentir el aire libre, por fin. "Tratamos de oscurecer su espacio porque es selvático", resaltó el especialista que tiene el registro de las medidas de alas, pico y patas. "Le colocamos un anillo en su pata, no tiene GPS pero sabremos cuando le tomen imágenes y ver dónde estuvo cuando sea liberado", finalizó quien cuida cada animal con gran dedicación.