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Cuando la “seguridad” se vuelve sinónimo de quietud

Miércoles, 03 de diciembre de 2025 00:00

Preguntas que abren el alma. ¿Cuáles fueron las decisiones más difíciles que tomaste? ¿Cuáles fueron los mayores riesgos que te permitiste? ¿Te arrepentís de oportunidades que dejaste pasar por buscar certezas? ¿Qué hubiese pasado si tu confianza hubiera sido más grande que tu miedo? ¿Cuál es tu escenario más temido? ¿Cuánto pagaste por seudoseguridades? ¿Cuál es el costo real de no tomar riesgos? ¿En qué momentos de tu vida comerciaste tu libertad por una jaula de oro?

Estas preguntas no son te teoría: son de la vida cotidiana. Y, aunque nacen en la intimidad, tienen consecuencias colectivas. Como señala Jung, "lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma".

La enfermedad cultural de buscar seguridad. Y si estas preguntas parecen exageradas, basta mirar alrededor para ver cómo la búsqueda ansiosa de certezas atraviesa nuestra cultura. No hablamos de una necesidad básica, hablamos de un estado mental. La seguridad se ha convertido en un ideal moderno, casi un tótem. Pero cuando la "seguridad" se vuelve sinónimo de quietud, control o inmovilidad, empezamos a pagar un costo demasiado alto.

Nos aferramos a trabajos que lastiman, relaciones que ya no hablan de amor sino de miedo, rutinas que perpetúan el adormecimiento existencial.

Ejemplos cotidianos que veo en consultorio.

Caso 1 - El trabajo que mata lento. Mariana, 42 años, administrativa. Hace años sufre estrés crónico, migrañas y crisis de angustia. Cuando le propuse revisar su vocación, respondió: "No puedo. ¿Y si renuncio y me falta?". Su cuerpo pagaba lo que su miedo justificaba. Elegía seguridad por sobre dignidad.

Caso 2 - La relación sostenida por temor al vacío. Luis, 35 años. Su relación está rota hace años. Ambos se hieren. Cuando le pregunto por qué sigue allí, dice: "porque no sé quién sería sin ella. No sabría empezar de cero". El duelo le resulta más amenazante que la infelicidad conocida.

Caso 3 - La madre que nunca se anima a estudiar. Claudia, 50 años. Siempre quiso ser enfermera. Pero, según ella: "Ya estoy grande, ¿y si fracaso?". A veces la vida no se pierde por grandes decisiones, sino por pequeñas renuncias acumuladas.

Sabiduría oriental y occidental sobre el miedo a lo desconocido. Cuando observamos estos patrones, comprendemos que no son solo psicológicos: son filosóficos, ancestrales. Las grandes tradiciones sabían algo que hoy olvidamos entre agendas y urgencias.

Heráclito decía: "Lo único permanente es el cambio".

Lao Tsé enseñaba: "Quien se aferra, pierde. Quien se suelta, encuentra".

Kierkegaard afirmaba que "la angustia es el vértigo de la libertad".

El budismo recuerda que el apego es la raíz del sufrimiento.

Y en Gestalt, repetimos que el cambio genuino ocurre cuando uno se convierte en lo que es, no cuando intenta forzar lo que cree que debería ser.

La libertad siempre implica vacío. El vacío siempre implica incertidumbre. Y la incertidumbre, aunque duela, es el espacio donde se gesta el movimiento.

La historia de Fritz Perls y la decisión que lo salvó. (Enlace fluido: de la filosofía a la vida real).

Las ideas son bellas, pero lo que realmente nos transforma son las decisiones concretas. Por eso vale recordar una anécdota biográfica del psiquiatra alemán Fritz Perls, creador de la Terapia Gestalt, antes de la Segunda Guerra Mundial. En los años treinta, a Perls le ofrecen un puesto en Sudáfrica, en plena persecución nazi. No sabía casi nada: no preguntó condiciones, ni garantías, ni estabilidad,ni certezas. Años después escribiría que actuó movido por algo más primario y vital: una impresión, un impulso, una libertad interna.

Un colega psiquiatra judío recibió la misma propuesta. Él sí pidió garantías absolutas: condiciones exactas, estabilidad laboral, seguridad total y certezas externas. Al no obtenerlas, decidió quedarse. Con el tiempo, Perls supo que ese hombre -buscando protección absoluta- acabó en un campo de concentración.

Perls, en cambio, llegó a Sudáfrica. Allí escribió, trabajó y sembró un pensamiento que transformaría la psicología moderna.

El destino no se define por el peligro, sino por la posición desde donde elegimos.

La enseñanza detrás del relato. Mientras uno buscaba garantías para protegerse, terminó atrapado por aquello de lo que intentaba huir. El otro, entregado al movimiento, confió en un impulso vital que lo llevó hacia su destino. Como en el Viaje del Héroe de Campbell, el llamado nunca trae certezas: trae una puerta. Solo quien la atraviesa encuentra su fuerza.

Mi propia historia: cuando quedarse quieta me fracturó. En mi caso, aprendí esta verdad a los golpes, literalmente. Tenía casi 15 años. En un intervalo de un partido de vóley me senté con mis amigos en un tronco que hacía de banco. Sentí que estaba inestable. Algo dentro mío dijo: "bajate, acomodate". Pero no quise moverme. No quise incomodarme. No quise hacer ese pequeño esfuerzo. Entonces aferré mi pierna al tronco, como si el agarre compensara la inseguridad del terreno. Esa fue mi "seguridad". Un segundo después, la rama se quebró. Mi pierna quedó atrapada, el peso de varias personas cayó sobre mi pie. Ese instante inauguró 7 de mis fracturas en el pie izquierdo. Por evitar el movimiento, terminé inmovilizada. Por evitar una incomodidad breve, elegí un dolor prolongado.

¿Cuántas veces hacemos lo mismo? ¿Cuántas veces preferimos la quietud que lastima antes que el movimiento que libera?

El movimiento es la única certeza. La vida no se estanca: o te mueve el alma, o te mueve el síntoma. Entonces te pregunto: ¿Dónde estás hoy? ¿A qué le estás llamando "seguridad"? ¿Estás buscando huevos de oro. . . a cualquier precio? ¿Qué parte de vos se está quebrando por no animarte a moverte? Quizás la pregunta final sea esta: ¿Qué pasaría si hoy eligieras moverte hacia lo que te llama, aunque te dé miedo?

Como escribió Rilke: "Quizás todo lo terrible sea, en lo más profundo, algo desvalido que quiere nuestra ayuda". Y el vacío que hoy temés. . . podría ser, en verdad, la puerta exacta de tu libertad.

(*) Licenciada en Psicología; coach ontológico profesional; magister en Salud Pública; facilitadora en procesos de comunicación, resolución de conflictos, expansión de la conciencia, liderazgo; coordinación de grupos y conciencia de redes.

 

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