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28 de Octubre,  Jujuy, Argentina
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Un emprendedor de antaño

Compartimos un relato de Fernando Zurueta sobre un personaje de la ciudad de sesenta años atrás.

Martes, 28 de octubre de 2025 22:45
EN LA ACTUALIDAD | EN FORESTAL Y OLIMPIA BARRIONUEVO DE ALTO COMEDERO SE INSTALA UNA VENDEDORA DE LECHE DE BURRA.

Pasaron sesenta años pero así recuerdo lo que viví y que, aunque no parezca, esto "no es cuento".

Va un hombre, bajo de altura, de edad imprecisa, rostro triste y jorobado, acarreando dos burras cargadas con jarrones de distintos tipos y tamaños, recorriendo las calles de Jujuy.

Caminando llevando sus burras que son sus compañeras... despacito... como si el tiempo no pasara, sin importarle lo que sucedía a su alrededor. Avenida Hipólito Irigoyen unas veces, otras por Lavalle, Güemes o San Martín, tirando con la cuerda a sus animales.

De puro curioso me detuve y conversé con él.

- Hola amigo, ¿cómo está. Qué hace?, le dije. Qué bueno es ver en la ciudad gente como usted paseando sus burros. ¿A qué se dedica? Con una simpleza muy propia de la gente del norte y luego de un buen rato, al entrar en confianza me dice "Ta equivocao no son burros, son burras".

"¿Qué hago? Lo de todos los días, vender leche de burra al pie a quienes la necesitan para estar mejor. Queris probar? A ver si ti gusta".

Al consultar la diferencia entre la leche de vaca y la de burra me miró sorprendido: "Como se ve que no sabes nada don. ¿Vos cres que este animal es mitad burro y mitad caballo ? Equivocao estas. Con la leche de burra se curan todos los males, desde la diarrea hasta el mal de ojo, desde el asma hasta los bronquios, desde las arrugas hasta las canas. Mi mamá me decía: con esto se acaba el acné, la piel se pone brillosa, el asma desaparece y se mejora el genio".

- No conocía de estas virtudes.

¿Cómo te llamas?

- Braulio, y soy de Humahuaca y como allí no tenía destino pensé venirme a Jujuy donde tengo parientes y me dan un techo. Pensar en las luces de la ciudad, en la gente, en los bailongos y porque no en la joda, más las fondas para comer y un buen tinto pa tomar me dije qué mejor que probar suerte donde sería "un triunfador".

Y me vine nomás, partiendo de madrugada. Mis primos me dan lugar y trabajar en "la ciudad" con otra gente, será otra cosa. Al subir al ómnibus, pensaba en las ideas alocadas de "mi viejo". Siempre con esas rarezas, jodiendo con la venta de leche de la burra, y me enfurecía. Sin duda mi viejo está loco.

Mientras hablaba Braulio lo observaba y me dijo: ¿Le sigo contando? Por supuesto.

- Terminé viviendo en Punta Diamante cerca del río, detrás del cementerio del Salvador.

Todo venía bien, pero los días pasaban, y no encontraba nada. Al no tener actividad y falto de oficio, holgazaneando todo el tiempo me vino la angustia. Las ideas se acabaron y me dije: ¿qué hago mañana? Sin dinero, sin casa, sin futuro, matando la tarde sentado en un banco contemplando el río no era destino.

Difícil fue saber qué hacer. Jodida la vida che; quizás el viejo tenga razón. Y como adivinando apareció "el loco" bajando al "poblao". Al verme tan triste y abandonao insistió en su consejo: Braulio, traete las burras del Norte y vendé leche que puede ser negocio. Haceme caso.

No contesté y mi tata enojao se fue. Quedé peor y al rato, redepente cambié de idea. Con un pequeño "putunco" que el viejo me dejó de regalo, tomé la decisión de volver a Humahuaca. Al contarle a mis primos decidieron acompañarme a tomar el ómnibus. Ni idea donde vendían el pasaje. Me compraron el boleto para viajar en la empresa Vilte en calle Salta.

Me despedí de ellos y ya para partir, vi por la ventana en la calle una pared pintada sobresaliendo dos vacas que hicieron con cemento, y un gaucho sacaba leche en un tacho. Me quedé pensando: algo parecido podría hacer y allí me dije no es mala la idea de mi tata. El trabajo con las burras y la leche lo conozco desde guagua y recordé las bondades curativas.

Llegué al rancho y me recibieron felices de verme. Al decirle que cambié de idea me felicitaron y me apoyaron comenzando la negociación de cuantas burras tenía que traer. Mi papá -Zoilo- no era un hombre que tenía muchos animales, pero ante mi pedido no pudo menos que desprenderse de dos burras y ayudarme en mi "emprendimiento".

Decidido me lancé a la "aventura". No era fácil trasladarme con las burras desde tanta distancia lo que obligó a no pensar varios días sobre esta hazaña. Valoré mis ganas, mi tiempo y los beneficios como si fuese un entendido. Soy caminador y no me asusta traer los animales, pateando piedras desde mi casa.

Tres días de viaje, caminando de noche y de día, apurando el paso de las burras que, a momentos, no querían avanzar. Se empacaban las muy malditas y ni un paso querían dar. Pensaba que el negocio no podía esperar y que mi entusiasmo no debía declinar. Pero como las burras al parecer se cansaban no podía permitir que se mueran en el camino porque este era mi único capital.

Hacía paradas. Primero Uquía, que fue el camino más corto a recorrer, luego tomo impulso hasta Tilcara y otro descanso. Vi una empanadera que vendía "barato" y allí nomás las compré. Las pobres burras merecen su premio con pasto y agua felices.

A la madrugada, luego de dormir en el camino, con el tiempo que ayudaba y el sol que pegaba lindo, continué tranquilo y sin pausa hasta llegar al Volcán. Otro descanso, poco faltaba para llegar. Sentado entre las piedras, pensaba en mi negocio seguro tan lindo sin que nadie me lo pueda sacar. No vaya a ser que alguno me lo pueda quitar.

Al fin, luego de varios días llegué a la capital. Se me iluminó la cara al ver que el sol se perdió y la noche me gustó. Me sorprendí la entrada. El movimiento de autos espantaba a los animales, y me tuve que esmerar en los cuidados para que las burras no sean atropelladas y mi negocio llegue a fracasar.

Qué alegría tuve al fin cuando vi el río y mi rancho. Apuré el paso, y llegué tan cansado como mis animales, pero contento de haber logrado mi objetivo de estar en la ciudad. Compré jarros para ofrecer la leche de burra y salir ofreciendo a quién le pida. "Leche de burra al pie del animal ofrezco al pasar. Cincuenta centavos el jarro con descuento si me piden más".

Cuando le pregunté porque llevaba dos burras -la madre y la hija, en vez de una- muy ufano contestó: "Pal descanso ahi ser y paque no extrañen".

 

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