Con las aulas vacías y los patios sin las risas y travesuras de los niños por los que se entregaron décadas de fecunda labor, la querida docente Carla Gerónimo, recibió el comunicado de su jubilación, anunciando el final de su labor y aunque su corazón estaba preparado para esta instancia, nunca se imaginó que llegaría en este tiempo de pandemia, y tener que despedirse en el más absoluto silencio.
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Con las aulas vacías y los patios sin las risas y travesuras de los niños por los que se entregaron décadas de fecunda labor, la querida docente Carla Gerónimo, recibió el comunicado de su jubilación, anunciando el final de su labor y aunque su corazón estaba preparado para esta instancia, nunca se imaginó que llegaría en este tiempo de pandemia, y tener que despedirse en el más absoluto silencio.
Tal vez, otro hubiera sido el impacto de esta noticia para la escuela primaria N° 95 Almirante Guillermo Brown, en la que Carla entregó muchos años a su labor, primero como secretaria docente y luego como vicedirectora, su último cargo en la carrera, sumando un total de casi 40 años de entrega. Seguramente, los abrazos, los besos y aplausos incontables de colegas, amigos, familias y por sobre todo de los niños, en el más puro gesto de amor y gratitud, hubieran coronado este anuncio. Pero la noticia le llegó en tiempo de pandemia, en el que apenas unas cuantas personas que trabajan en la escuela intentaron entre lágrimas de emoción, transmitirle en nombre de todos los que no están, este ¡Gracias!, por su ofrenda de tantos años.
“Con la escuela en las casas de los niños, duele escuchar el silencio en el que se encuentra mi escuela. Luego de 24 años como vicedirectora de esta institución, me duele recibir esta noticia y no poder compartirla con los niños y mis colegas. Vi pasar muchos cambios en la educación, muchas situaciones difíciles, pero como esto, nunca, es algo que nos golpeó duramente a todos, desde las más altas autoridades, hasta el más humilde trabajador de la educación”, dijo la docente en un clima de profunda emotividad, agregando que se lleva los más gratos recuerdos y vivencias transcurridos por largos años.
“Me llevo las sonrisas y los abrazos de los muchos niños que vi pasar por esta escuela y aunque tengo el corazón, como dice una canción, hecho agujeritos, me siento fortalecida por Dios ante esta prueba, y con la certeza de que entregué lo mejor de mis esfuerzos en mi labor”, expresó la docente. Con su pelo ya cano, pero su paso firme, recorrió con su uniforme cada rincón de la escuela, como tratando de seguir grabando en su corazón y en su memoria, cada espacio que a diario solía recorrer, visitando las aulas, observando que todo esté en orden, poniendo escucha a todos y cada uno. “Hoy estoy triste, pero feliz porque pronto los niños podrán volver seguramente a transitar estos patios, ya con aprendizajes muy valiosos que nos dejó este tiempo que vivimos como humanidad”, auguró.
La etapa del jubileo es sin dudas, ese tiempo para salir de pronto de ese vertiginoso mundo de la actividad y poner la mirada en los recuerdos, “me vienen al presente tantos momentos vividos, etapas muy duras y bravas y otras muy felices y de grandes satisfacciones que nos apuntalaron para continuar en la senda de enseñar. Ahora comienzo un nuevo camino que dedicaré a mi familia en tiempo completo siempre bajo el designio que Dios tenga para mí”, apuntó muy emocionada.
“Siempre soñé este momento con la escuela colmada de niños, porque es allí donde palpita el verdadero sentimiento ya que, dada la inmensidad del sistema educativo, estos hechos pasan casi desapercibidos. Espero todo esto pase pronto y pueda compartir el acto que tradicionalmente las escuelas realizan para el personal jubilado y reencontrarme con los colegas y los niños, poder abrazarlos y despedirme de ellos como siempre soñé”, expresó destacando el especial hecho de que justamente en su último día en la escuela como personal activo, compartió el recibimiento de la imagen peregrina de la Virgen de Río Blanco que hizo su visita a la escuela, “aunque los niños estaban ausentes, creo que Dios, sabiendo de mi dolor, me mandó a nuestra Madre, la Virgen de Río Blanco para traerme bendiciones a mí y a esta escuela que tanto amo, y a decirnos que no estamos solos en esta situación”, señaló.
Por su parte, la directora de la escuela Liliana Mendoza, hizo expresa su gratitud por estos tres años compartidos en la gestión directiva con su colega, “fue un verdadero privilegio tener a Carla como parte del equipo directivo, una mujer de gran corazón y profunda generosidad en la acción de compartir la responsabilidad de ejercer este servicio en bien de los niños. Extrañaremos su temple, sus consejos, su experiencia y sabiduría que supo cosechar en la vida y como docente. Hoy deja una huella dorada en las páginas de esta escuela. Con ella quedan las sonrisas de cada niño, el abrazo de cada docente y de cada portero, el recuerdo de cada familia, nuestra gratitud por tanta entrega y nuestro afecto incondicional que perdurará por siempre”.