TILCARA (corresponsal) Entiendo que hay dos caminos para hablar del Festival que se lleva a cabo en el escenario Germán Choquevilca, en el predio del Club Pueblo Nuevo, bajo el lema de Enero Tilcareño 2018. La primera es la crónica inmediata, que comienza con la lluvia que cayó desde la tarde hasta entrada la noche, y que fue mermando hacia la hora de comenzar el espectáculo, ya iniciado el día sábado.
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TILCARA (corresponsal) Entiendo que hay dos caminos para hablar del Festival que se lleva a cabo en el escenario Germán Choquevilca, en el predio del Club Pueblo Nuevo, bajo el lema de Enero Tilcareño 2018. La primera es la crónica inmediata, que comienza con la lluvia que cayó desde la tarde hasta entrada la noche, y que fue mermando hacia la hora de comenzar el espectáculo, ya iniciado el día sábado.
En el salón Municipal seguían sonando los músicos que colaboraron con la banda de sikuris Rosa Mística, alguna peña rebosaba de gente, el sonido del jazz se alzaba entre las brasas de una parrilla, uno o dos shows más en otros salas y poca gente en la calle y en la plaza, en buena parte por la lluvia y acaso porque empieza a ser el perfil del veraneante de esta temporada.
Atravesando el puente hacia la otra banda del río, alguna gente que ya se encolumnaba hacia el predio festivalero, bastante barro en charcos, que de alguna manera hace a la mística del rock, los puestos que ofrecen asado, un importante operativo de seguridad y las puertas del estadio abiertas con el sonido de la quena de Franco Tolaba, repasando la melodía del himno nacional argentino.
Franco Tolaba, un vientista de indiscutibles dotes, hizo lo que en las dos primeras noches hicieran Chasquimayo y Ser del Tiempo: la apertura con sonido propio. Tolaba recurrió a los distintos matices del calendario como la anata, las cañas, la quena, la corneta, y por los distintos ritmos de nuestra música, con mucha calidad, tanto como para dejar un buen recuerdo de la música tal como se la hace en Tilcara.
FRANCO TOLABA/ EL VIENTISTA EJECUTÓ UN REPERTORIO VERNÁCULO.
Casi enseguida, Carajo, con una impecable furia para el pogo del corazón de la cancha, junto a la barra de seguridad del escenario, donde sus fieles rebotaban sobre las suelas de sus zapatillas, chocando hombros y alzando los dedos en forma de cuerno, repitiendo en sus labios las letras de las canciones. Es indiscutible que el trío metálico se encuentra entre los que mejores ejercen el género, apabullando la noche con sólo guitarra eléctrica, bajo y batería.
MARCELO GABRIEL “CORVATA” CORVALÁN/ EL CANTANTE DE CARAJO EN TILCARA.
Tras ellos, Los Pericos revivieron sus clásicos y presentaron temas de su última placa, en una formación que ya ocupaba todo lo ancho del escenario, con sus bronces al fondo, para dejar en el aire un eco menos duro que el de Carajo, y el público, que acaso era el mismo, ya no saltaba topándose los cuerpos sino que se mecía con la cadencia de Bob Marley.
Fue una extensa presentación que mantuvo el calor del espectáculo hasta que, como viene sucediendo en este Festival de Enero, las aguas se calmaron hacia la carpa folclórica, cuando los números que invitan a bailar con el pañuelo en alto lo hicieron hasta rayar el día.
Pero hay otra forma, también, de contar lo sucedido, y no es ya la crónica corta sino la de sesenta y un años.
EL PÚBLICO/ LOS AMANTES DEL ROCK SE CONGREGÁN “EN EL MEJOR COMIENZO DE AÑO”.
Es indudable que este Enero Tilcareño se propone un cambio con respecto a una tradición nacida en la mitad del siglo pasado. Por lo pronto, no hay mucha relación entre la banda del río en la que se alza el festival y la banda donde se ensancha el pueblo, con sus peñas, sus músicos, su gente y una cultura que tuvo en el Enero Tilcareño su modo de manifestarse. Y no es cuestión, como creen algunos, de más o menos rock, de menos o más música regional.
El Enero Tilcareño del escenario Germán Choquevilca se presenta como un festival cerrado en si mismo, ajeno al desarrollo de las actividades que se realizan en el pueblo y que fueron, hasta este año, la cara más visible de este Mejor Comienzo del Año. Algunos lo ven con ilusión, soñando con que las noches ya programadas para los Carnavales le den la masividad de que aún carece, imaginando lo que pueda surgir de la fusión entre sus sonidos y los de las comparsas.
Algunos lo ven como un buen atractivo para un turismo específico, el de los amantes del rock. Si esto atrae multitudes y da trabajo para el pueblo, será bien recordado; pero si sólo se trata de cambiar una música por otra, un público por otro, el vacío del marco cultural que le era propio nos hará recordar con nostalgia los viejos Eneros Tilcareños.