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10 de Agosto,  Jujuy, Argentina
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El encanto de Barbarita Cruz en recuerdos inolvidables

Lunes, 13 de junio de 2016 01:30
CON ANDAR PAUSADO / RECORRÍA SU PUEBLO, EN ESTA OPORTUNIDAD DIRIGIÉNDOSE AL TRADICIONAL ENCUENTRO DE COPLEROS, DONDE SU PROTAGONISMO ERA GENUINO Y EJEMPLAR.
Con el soplo del viento indio y bajo un frío casi invernal, ella siguió su viaje a la eternidad. Ella, la mujer que podía crear mundos en papel y arcilla, mientras tejía con palabras, coplas de amor y esperanza ha cerrado sus ojos. Unos ojos que ya habían recorrido 92 años de historia propia y que fueron, desde siempre, ventanas abiertas de un alma noble, de un alma artista.
La gran Barbarita Cruz se fue en medio de una lluvia tenue de sábado a la mañana, acaso serían lágrimas que desde el cielo caían como si condensaran todo el sentimiento acumulado en numerosas muestras de cariño que a lo largo de su vida fueron notables en reconocimientos y distinciones. Pero, en honor a la verdad, ella fue más que todo eso. Ella se consagró al arte de una manera íntegra justo en medio de la soledad de los cerros donde los colores son distintos y toda su vida, un multifacético abanico de artes y oficios que hicieron de este ser, un tesoro humano en el mundo.
La musa que inspiró innumerables poetas nos abrió las puertas de su casa en Purmamarca, en noviembre del año pasado para recordar que aquellos tiempos vividos no se habían borrado de su corazón, ni de su memoria. No se permitía olvidar.
Y en aquella tarde rojiza de silencios recurrentes, Barbarita fue una anfitriona de lujo que sonreía como una suerte guía turística, desde la puerta de su casa colonial, como intuyendo que aquél encuentro terminaría siendo, en esencia, una vuelta por su vida.
Su andar despacio la convertía en un adorable ser que una vez más como en toda su vida, enseñaba el camino; pero esta vez con destino a la pequeña sala de estar.
Observar todo alrededor en la sala era sorprendente. Un sinfín de reconocimientos distribuidos entre cuadros y plaquetas, todos con su nombre escrito; se mezclaban con obras impecables de artistas infinitos.
Y es que un pedacito de historia permanecía intacto como prendido de un tiempo que no podía avanzar y en cada objeto, la magia que lo hacía, de alguna manera, especial.
"Ese busto es muy lindo. Me lo regaló Nicasio Fernández Mar" dijo con una voz fuerte, solitaria luego de ausentarse para terminar de acomodar su cabello semi plateado y rebelde como el espíritu juvenil que demostró tener. Y con su presencia transformó la escena, una vez más. "Todos los cuadros y esculturas son regalos de amigos muy queridos que me acompañaron en la vida" recordaba en aquella ocasión con cierta nostalgia. Y entonces, casi repentinamente, una sonrisa logró iluminar su rostro. "Todos dejaron sus enseñanzas y algún regalito, pero el cariño es lo importante, eso siempre está" nos decía mientras invitaba con tono maternal un juguito de naranja.
Y es que ella fue una maestra que desde el silencio enseñó, sobre todas las cosas. Supo ser un puente que transmitió el saber a las nuevas generaciones y llevó consigo ese don a todas las artes.
"Ser maestra es ser grande, una gran vocación, una importante responsabilidad" dejaba en claro Barbarita aquella vez, en su querida tierra de colores. Así las actividades prácticas hicieron que volviera a uno de sus juegos favoritos de niña, cuando por primera vez tocó la arcilla. Se pasó la infancia modelando su tierra humedecida y, cuando todos los niños jugaban a otra cosa, ella prefería esa masa multiforme y natural entre sus manos. "Desde que comencé a trabajarla sabía que no la dejaría más" nos decía la ollera más famosa que logró piezas para el mundo.
Así, ella se brindaba con todo el corazón y un hablar también pausado, pero sobre todo, con una mente lúcida y llenita de remembranzas imborrables. Ella, la mujer de la zamba, estaba sentada allí, en noviembre de 2015, pero a través de su voz, podía viajar a cualquier tiempo y saltar distancias con sólo un pestañeo o tan solo una o dos palabras. Las mismas o distintas quizás a las que elegiría para desplegar aquellos versos propios que la hicieron única.
Entonces la caja, no fue sino un motivo para que esta dama quebradeña recordara contrapuntos picarescos.
"La copla es milenaria, es la mejor maestra para entender la cultura" reafirmaba con orgullo y tono sincero. Así, de esa manera, ella ofrecía la copla como refugio de idiosincrasia y tesoro de la oralidad que nunca muere.
Y de repente, brotaron de su boca más pensamientos nuevos. Pensamientos que tenía, que no debían quedar guardados. "El mundo antes estaba bien así, es decir, como estaba y todo era más tranquilo" dijo. "Ahora todo es distinto" afirmó con palabra sabia esta multifacética artista que se caracterizó por ayudar y hacer de la libertad, su filosofía de vida.
Hasta que el momento de ver algunas de sus historias impresas fue posible gracias a un álbum antiguo donde glorias de las artes de distintas generaciones la visitaron dejaron un poquito de sí a los pies del cerro de siete colores. "Todavía me acuerdo de cada persona, de cada lugar. Pero lo más importante es que pude ayudar de alguna manera. De ayudar se trata la vida" afirmó con sabiduría pura, sin misterios.
Aquél día memorable, la señora sencilla de mirada profunda y chispa ocurrente, sacó como ases coplitas de su repertorio y a capella resolvió que era hora de cantar algunas. Y entonces el amor, el desamor, el carnaval y la soledad en la Quebrada (y alguna risa apenas captada) coronaron un legado precioso que en el grabador de voz, se guardará como lo que ella seguirá siendo a través de la historia, un tesoro jujeño.

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Con el soplo del viento indio y bajo un frío casi invernal, ella siguió su viaje a la eternidad. Ella, la mujer que podía crear mundos en papel y arcilla, mientras tejía con palabras, coplas de amor y esperanza ha cerrado sus ojos. Unos ojos que ya habían recorrido 92 años de historia propia y que fueron, desde siempre, ventanas abiertas de un alma noble, de un alma artista.
La gran Barbarita Cruz se fue en medio de una lluvia tenue de sábado a la mañana, acaso serían lágrimas que desde el cielo caían como si condensaran todo el sentimiento acumulado en numerosas muestras de cariño que a lo largo de su vida fueron notables en reconocimientos y distinciones. Pero, en honor a la verdad, ella fue más que todo eso. Ella se consagró al arte de una manera íntegra justo en medio de la soledad de los cerros donde los colores son distintos y toda su vida, un multifacético abanico de artes y oficios que hicieron de este ser, un tesoro humano en el mundo.
La musa que inspiró innumerables poetas nos abrió las puertas de su casa en Purmamarca, en noviembre del año pasado para recordar que aquellos tiempos vividos no se habían borrado de su corazón, ni de su memoria. No se permitía olvidar.
Y en aquella tarde rojiza de silencios recurrentes, Barbarita fue una anfitriona de lujo que sonreía como una suerte guía turística, desde la puerta de su casa colonial, como intuyendo que aquél encuentro terminaría siendo, en esencia, una vuelta por su vida.
Su andar despacio la convertía en un adorable ser que una vez más como en toda su vida, enseñaba el camino; pero esta vez con destino a la pequeña sala de estar.
Observar todo alrededor en la sala era sorprendente. Un sinfín de reconocimientos distribuidos entre cuadros y plaquetas, todos con su nombre escrito; se mezclaban con obras impecables de artistas infinitos.
Y es que un pedacito de historia permanecía intacto como prendido de un tiempo que no podía avanzar y en cada objeto, la magia que lo hacía, de alguna manera, especial.
"Ese busto es muy lindo. Me lo regaló Nicasio Fernández Mar" dijo con una voz fuerte, solitaria luego de ausentarse para terminar de acomodar su cabello semi plateado y rebelde como el espíritu juvenil que demostró tener. Y con su presencia transformó la escena, una vez más. "Todos los cuadros y esculturas son regalos de amigos muy queridos que me acompañaron en la vida" recordaba en aquella ocasión con cierta nostalgia. Y entonces, casi repentinamente, una sonrisa logró iluminar su rostro. "Todos dejaron sus enseñanzas y algún regalito, pero el cariño es lo importante, eso siempre está" nos decía mientras invitaba con tono maternal un juguito de naranja.
Y es que ella fue una maestra que desde el silencio enseñó, sobre todas las cosas. Supo ser un puente que transmitió el saber a las nuevas generaciones y llevó consigo ese don a todas las artes.
"Ser maestra es ser grande, una gran vocación, una importante responsabilidad" dejaba en claro Barbarita aquella vez, en su querida tierra de colores. Así las actividades prácticas hicieron que volviera a uno de sus juegos favoritos de niña, cuando por primera vez tocó la arcilla. Se pasó la infancia modelando su tierra humedecida y, cuando todos los niños jugaban a otra cosa, ella prefería esa masa multiforme y natural entre sus manos. "Desde que comencé a trabajarla sabía que no la dejaría más" nos decía la ollera más famosa que logró piezas para el mundo.
Así, ella se brindaba con todo el corazón y un hablar también pausado, pero sobre todo, con una mente lúcida y llenita de remembranzas imborrables. Ella, la mujer de la zamba, estaba sentada allí, en noviembre de 2015, pero a través de su voz, podía viajar a cualquier tiempo y saltar distancias con sólo un pestañeo o tan solo una o dos palabras. Las mismas o distintas quizás a las que elegiría para desplegar aquellos versos propios que la hicieron única.
Entonces la caja, no fue sino un motivo para que esta dama quebradeña recordara contrapuntos picarescos.
"La copla es milenaria, es la mejor maestra para entender la cultura" reafirmaba con orgullo y tono sincero. Así, de esa manera, ella ofrecía la copla como refugio de idiosincrasia y tesoro de la oralidad que nunca muere.
Y de repente, brotaron de su boca más pensamientos nuevos. Pensamientos que tenía, que no debían quedar guardados. "El mundo antes estaba bien así, es decir, como estaba y todo era más tranquilo" dijo. "Ahora todo es distinto" afirmó con palabra sabia esta multifacética artista que se caracterizó por ayudar y hacer de la libertad, su filosofía de vida.
Hasta que el momento de ver algunas de sus historias impresas fue posible gracias a un álbum antiguo donde glorias de las artes de distintas generaciones la visitaron dejaron un poquito de sí a los pies del cerro de siete colores. "Todavía me acuerdo de cada persona, de cada lugar. Pero lo más importante es que pude ayudar de alguna manera. De ayudar se trata la vida" afirmó con sabiduría pura, sin misterios.
Aquél día memorable, la señora sencilla de mirada profunda y chispa ocurrente, sacó como ases coplitas de su repertorio y a capella resolvió que era hora de cantar algunas. Y entonces el amor, el desamor, el carnaval y la soledad en la Quebrada (y alguna risa apenas captada) coronaron un legado precioso que en el grabador de voz, se guardará como lo que ella seguirá siendo a través de la historia, un tesoro jujeño.

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