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30 de Octubre,  Jujuy, Argentina
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¿Tercera Guerra Mundial o imperialismo del siglo XXI?

Jueves, 30 de octubre de 2025 00:00

Algunos sostienen que la Tercera Guerra Mundial habría comenzado inmediatamente después de finalizada la Segunda, en 1945, con la denominada Operación Impensable impulsada por el Reino Unido, cuando se intentó imponer a Rusia la voluntad de Estados Unidos y del Imperio Británico. Desde ese momento, comenzó a utilizarse el término "Tercera Guerra Mundial" para referirse a conflictos internacionales y tensiones geopolíticas de gran magnitud, capaces de involucrar a países de todo el planeta durante días o incluso años.

Sin embargo, no está del todo claro cómo sería una Tercera Guerra Mundial, ya que en las últimas décadas se han registrado diversos conflictos que involucraron a varias naciones. Tal vez ya haya comenzado, o tal vez falte una declaración formal que así lo establezca.

Según la definición utilizada actualmente por la ONU, el término se aplica cuando cinco o más países declaran la guerra a un mismo objetivo, que puede ser común o variado. Esta definición deja abiertos varios interrogantes y difiere de lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial, donde prácticamente todo el planeta estuvo implicado, directa o indirectamente.

La organización Global Firepower, especializada en temas militares, elabora un ranking anual de las principales potencias armadas del mundo, evaluando criterios como personal activo, unidades de combate, presupuestos de defensa, capacidad logística y movilidad. Entre las potencias globales figuran Estados Unidos, Rusia, China e India, entre otras. En Latinoamérica destacan Brasil y Argentina, que con la modernización de su equipamiento militar disputa el segundo lugar regional con México.

Ante la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial, parecen estar relativamente definidos los países con mayor poderío militar. Sin embargo, los medios suelen destacar distintos tipos de superioridad -aérea, marítima o numérica- generando la percepción de que uno u otro país lleva ventaja. Lo cierto es que la fabricación de armamentos no se detiene y alcanza niveles cada vez más sofisticados, con el constante riesgo del uso de armas nucleares. Todo indica que las potencias destinan enormes esfuerzos a prepararse para un eventual conflicto armado.

Cada vez que estalla una guerra, surge la idea de que podría ser el inicio de una nueva guerra mundial. Sin embargo, no se trata de un asunto simple: los países evalúan sus verdaderas capacidades antes de involucrarse. Incorporar cien aviones de combate, por ejemplo, no significa que todos estén operativos o actualizados. Además, deben contar con energía suficiente, infraestructura, recursos alimentarios, una posición geográfica favorable y una economía capaz de sostener un conflicto prolongado.

Tal vez la población imagine una Tercera Guerra Mundial convencional, con armamento avanzado y combates abiertos. Pero ¿por qué no pensar que ya estamos viviendo una guerra fría global? Un enfrentamiento silencioso, donde no es necesario el choque militar directo. China, por ejemplo, avanza en su estrategia de influencia global mediante inversiones económicas, tecnológicas y de infraestructura. Su presencia en todos los continentes genera la percepción de que ya compite -e incluso supera- a Estados Unidos. Otros países adoptan estrategias similares, a menor escala.

¿No sería posible que las grandes corporaciones de distintas naciones operen bajo ciertos protocolos en caso de conflictos internacionales? Las potencias parecen estar inmersas en una carrera por ocupar posiciones estratégicas y controlar rutas marítimas clave, con el objetivo de dominar las economías mundiales.

Tal vez no lleguemos a presenciar un conflicto armado global, pero sí la consolidación de un imperio del siglo XXI, conformado por una o más potencias que ejercen dominio de manera indirecta. En este contexto, el término colonialismo pierde vigencia: ya no se trata de invasiones territoriales, sino de presencia económica, tecnológica o militar bajo el argumento de la cooperación o la asistencia. Países como Estados Unidos, China o Rusia instalan bases, financian proyectos o desarrollan infraestructura en diversas regiones del mundo. A simple vista, no representan una amenaza, pero con el tiempo logran un control sutil -y muchas veces imperceptible- sobre sectores clave de las naciones donde se establecen.

 

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