25 de Junio,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

Abandonar el grupo sin ninguna culpa

Lunes, 20 de enero de 2025 01:04

Salí de la terapia más liviana, liberada al fin de esa carga pesada que me tenía tan angustiada, asfixiada, harta. La psicóloga me lo venía pidiendo desde hacía varias sesiones, pero yo no me sentía con fuerzas de enfrentar a nadie, y me aterraba la idea de tener que estar dando explicaciones. ¿Qué iba a decir? ¿Que me había cansado de tanto videíto estúpido, y emojis desubicados?, ¿Que solo hablaban y se ponían stickers entre ellos?, ¿Que odiaba que no me contestaran cuando yo hacía alguna pregunta o comentario y que me sentía ignorada? "No necesitas dar ninguna explicación" me repetía la psicóloga. Pero yo seguía sin animarme a abandonar el grupo, me sentía insegura, y no quería ser centro de críticas o chismes.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Salí de la terapia más liviana, liberada al fin de esa carga pesada que me tenía tan angustiada, asfixiada, harta. La psicóloga me lo venía pidiendo desde hacía varias sesiones, pero yo no me sentía con fuerzas de enfrentar a nadie, y me aterraba la idea de tener que estar dando explicaciones. ¿Qué iba a decir? ¿Que me había cansado de tanto videíto estúpido, y emojis desubicados?, ¿Que solo hablaban y se ponían stickers entre ellos?, ¿Que odiaba que no me contestaran cuando yo hacía alguna pregunta o comentario y que me sentía ignorada? "No necesitas dar ninguna explicación" me repetía la psicóloga. Pero yo seguía sin animarme a abandonar el grupo, me sentía insegura, y no quería ser centro de críticas o chismes.

Durante mucho tiempo, años, soporté esos desplantes, me amargué, me culpé, llegué a pensar que seguro había hecho algo feo para recibir ese maltrato o, aún peor, destrato. Pero, por más que pensaba y revisaba cada uno de mis actos y palabras, no encontraba la razón para tanta humillación. Además, sufría de insomnio y pesadillas espantosas donde los veía ponerse de acuerdo para seguir con el proceso de desgastarme, ignorando mis comentarios para así, conscientemente, causarme dolor. ¡Cuánto tiempo aguanté! Y ¿para qué, por qué? Me preguntaba la psicóloga. Yo no sabía contestar. Tenía razón, ¿Qué ganaba yo participando de un grupo de WhatsApp donde a nadie le importaba?, me autoflagelaba permaneciendo ahí donde no me sentía ni valorada ni querida. Entonces, aquella tarde, sentaba frente a mi terapeuta, tomé el teléfono, abrí la aplicación, y abandoné el grupo. Así fue: fácil, rápido, eficaz.

Por la noche empecé a recibir mensajitos, no muchos, solo tres. "Che, qué te pasó. ¿Metiste mal el dedo? ¿Te fuiste del grupo?". No contesté enseguida. Me preparé un sándwich de queso, abrí una cervecita y me metí en la cama a ver una serie con la única compañía de mi gato panzón. Esa noche dormí como un oso hibernando.

A la mañana siguiente me dispuse a contestar los mensajes de la noche anterior. "Nada". "Pero, ¿por qué abandonaste el grupo, ¿Qué pasó?" "Nada pasó, solo me cansé" "De qué" "De que no me den bola" "¿Pero estás enojada?" "No". Y ahí terminó el cuestionario. Ninguna de las personas intentó hacerme cambiar de opinión, nadie lamentó mi salida, nadie me llamó. ¿Y saben qué? Aprendí.

Aprendí que está bueno respetarme, para que los demás me respeten. Aprendí de grande, ya cuarentona, que no tengo por qué forzar una relación donde no me siento bien, donde no les importo, ni me valoran ni me necesitan. ¿Por qué? íEs tan doloroso sentirse ignorado! Y ¿Qué gana uno al permanecer en un entorno así? ¿Acaso nos hacen un monolito al aguante? No, basta. Aprendí que debo cuidarme y retirarme de los lugares, físicos o virtuales, donde no me sienta querida. De grande aprendí que el refrán "es mejor estar sola que mal acompañada" es muy atinado, y que en realidad el hecho de "estar sola" tiene una injusta mala fama.

Aquella liberación me enseñó, además, que no necesito quedar bien con todo el mundo, y que no todas las personas me van a querer. A alguien le puedo caer mal, claro que sí, o mejor dicho ¿por qué no?

Pero de todas las enseñanzas que obtuve con esa salida del grupo de WhatsApp, la más importante fue que aprendí a reconocer a las personas con quienes sí comparto intereses, momentos, charlas y experiencias que nos unen, personas que me quieren y valoran, a quienes sí les importa lo que digo, opino, hago, por qué río y por qué lloro. Personas vitaminas, joyas más valiosas que el oro. Que vivan esos grupos donde no hay que forzar nada.

Hay una canción que se llama "Gente luminosa" de El Arrebato. Los invito a escucharla y a emocionarse con cada frase, porque ya verán que podrán identificar a cada una de su gente luminosa, familia, amigos del alma o pasajeros, que iluminan nuestros días.

Luego, tal vez quieras revisar tu permanencia en alguno de los tantos grupos que ocupan tu vida o tu celular.

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD