Fernando Zurueta (abogado jujeño)
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Fernando Zurueta (abogado jujeño)
Con espíritu inquieto y con ganas de conocer algo más de nuestra tierra se me ocurrió investigar en relación a los autos que llegaron muchos años atrás a Jujuy. De allí viene lo que se comparte con este escrito.
Sin duda que todo lo narrado se debe a trabajos realizados por escritores que ya analizaron mucho que son Teófilo Sánchez de Bustamante, Leonor Romano de Santillán, Martha Montalvetti, Antonio Paleari y tantos historiadores jujeños. Me obliga recordar y agradecer por su aporte en este tema tan interesante que es recordar los primeros autos en Jujuy.
En Argentina, el primer auto que ingresó en Buenos Aires fue en el año 1887 de propiedad de Dalmiro Varela Castex. De allí en más ingresaron autos que marcan una historia de cambios.
A principios del siglo XX, en San Salvador de Jujuy, se observa un crecimiento importante en la cultura, en la economía y en el desarrollo en que la vida de sus habitantes fue cambiando con el empuje de vecinos e inmigrantes en un lanzamiento para lograr un mayor confort.
Los caminos de ese entonces eran sendas por donde circulaban las mulas y en la mayoría de las ocasiones los traslados de un lugar a otro se realizaban a pie o a caballo, o mediante carretas o carros con dos ruedas.
Con los años el automotor fue tomando presencia con un inesperado éxito y el primer automóvil que llegó a Jujuy fue un Ford T traído de Estados Unidos en el año 1908 por el señor José María Álvarez Prado quien fuera reconocido como un empresario y político que diera un empuje a la economía local. En un viaje al país del norte volvió impresionado por la alta tecnología sorprendido por el avance que se diera al transporte en general.
Eran épocas de motores a combustión que para arrancar se giraba varias veces una manija llamada "manivela" situada al frente de la carrocería. Al girar la llave el chirrido repetitiva que emite el motor para hacer girar el motor y pueda funcionar por si solo. Nada sencillo lo que costaba pero años después el encendido del auto cambió.
El Dr Teófilo Sánchez de Bustamante comenta, con otra versión a lo expresado, que el primer automóvil que circuló por las calles de la ciudad fue el de Mariano Buitrago Santibáñez. Fue una máquina voiture con ruedas muy delgadas y con un solo asiento para dos que marchaba por las calles empedradas o por pésimos caminos polvorientos. Su recorrido se hacía en la medida que el auto no tenía inconveniente lo que era normal. Se guardaba en un canchón sobre calle Otero. Cuando el auto estaba funcionando el ruido del motor asustaba a los vecinos como a los perros y llamaba la atención de los chicos que con alegría corrían por detrás.
Dos años después llegan dos coches marca Cadillac de líneas más modernas, de propiedad del inglés Horace Claude Pemberton manejando un joven de apellido Orrillo. Benjamín Zalazar Altamira fue propietario del otro Cadillac que todos admiraban asombrándose los transeúntes por estas "máquinas" tan poco conocidas.
Con el tiempo el doctor Orías trajo un Rambler de siete asientos con capota desmontable. Con su familia veraneaba en lo que hoy se conoce como "Bajo La Viña". Cuando crecía el río Grande al igual que el arroyo Chijra era una aventura cruzar. Años después -1940- se construye el puente que une a Jujuy con gran parte de la ciudad.
En 1918, otro conocido vecino: Nicasio Navea compra un Ford T. El auto tenía la particularidad de contar con un faro de bronce que se prendía con un fósforo iluminando el recorrido. Los que veían avanzar por las calles a este auto comentaban este avance en la tecnología. Con los años su hijo Lucio conservó el farol exhibiéndolo en su finca "Severino".
En ese entonces no era común tener un vehículo. El Dr Héctor Quintana compró un auto. Debía ser retirado en la ciudad de Salta demorando según los entendidos "solamente" doce horas en hacer el trayecto a Jujuy". Como todo "lo nuevo y poco conocido" el auto llegó con un empleado de la Agencia Ford con el compromiso de enseñarle a manejar al nuevo propietario. Se presentó el chofer impecablemente vestido con chaqueta, gorra y polainas.
Recién en la década de 1920 aumenta el número de automóviles y se dio la necesidad de que se instalen las primeras concesionarias y talleres de reparación.
Durante la Gobernación de Benjamín Villafañe (1924-1927) se construyó un camino de Jujuy a El Carmen que fue un gran avance.
El auto del Dr Napoleón Álvarez Soto era un Cadillac de siete asientos con capota blanca desmontable la que se sacaba para limpiarla, sujetándose con broches. Napoleón Álvarez Soto fue médico reconocido profesionalmente como por los actos de filantropía puestos de manifiesto con la clase más necesitada. Vivía con su familia en el lugar conocido como el Alto -hoy Ciudad de Nieva- y su casa terminaba en calle Patricias Argentinas y San Martín.
Juanita Stevens, maestra educadora y reconocida por su dedicación y esmero en la educación al jubilarse, fue a vivir en el pensionado del Buen Pastor ubicado a escasos metros de Patricias Argentinas. El auto, al hacer ese recorrido todos los días pasando por el frente del Buen Pastor, ante el ruido del motor, las monjas junto a Juanita Stevens y las otras internas se persignaban por temor que el coche pueda atropellar la iglesia causándole serios daños.
El auto del Dr Alvarez Prado lo manejaba Wenceslao Antonio Gallardo. Admiraba a su médico ofreciéndose a ser su chofer por ser de los pocos que sabían conducir. Cabe recordar que Gallardo fue uno de los tres baqueanos que descubrió que los cerros de Zapla contenían hierro.
Otro auto fue el de Justiniano Fascio, nieto del primer gobernador de Jujuy. Se lo recordaba con una anécdota divertida pero también peligrosa: cuando quiso conducir su coche supo ponerlo en marcha pero no frenarlo. Dio varias vueltas por la plaza de El Carmen pidiendo auxilio a gritos: "guarda - guarda - guarda" terminando su recorrido abrazando a un árbol que lo detuvo.
Otro episodio para recordar fue un choque en el centro de la ciudad. Dos conductores bajando por calle San Martín llegaron a Lavalle. El auto que conducía a la derecha imprevistamente giró hacia la izquierda para doblar por Lavalle sin tener en cuenta que a su lado se desplazaba otro vehículo. La colisión, se produjo y vino la discusión: "como giró sin avisar. Le contestaron: imposible, el volante estaba ubicado a la derecha. ¿No vio por el espejo retrovisor? El auto no tiene retrovisor. ¿Y la señal de giro? El auto por tener sus años no tiene señal de giro. Ante la contestación tan insólita, terminó la discusión con una serie de insultos.
Ignacio Carrillo en su Ford partía al alba a su finca de El Remate a supervisar sus plantaciones de citrus. Mientras que el auto de la familia Guillermón el engranaje producía mucho ruido transitando por las calles de Jujuy. Los vecinos disparaban pensando que podría traer serios daños irreparables.
El Dr Ricardo Alvarado adquirió un Ford en 1921. La patente del Chevrolet de Ricardo Alvarado que seguramente se conserva en el garaje de "Villa Elisa" dice: Jujuy - 1929 - Nº 111.
Años después llegó un Chevrolet con el coche del coronel Manuel Sueiro.
Luis León Cuevas, jujeño por adopción y fotógrafo reconocido, compró un Ford A con arranque modelo 1930. Debe recordarse que fue promotor del tan ansiado paso por Jama. En 1956 salió en viaje de turismo con su familia y recorrió entre otras partes San Antonio de los Cobres, Chile hasta el lago Titicaca; luego volvió por Bolivia sin que el autito sufriera ningún desperfecto mecánico. En el día de la primavera Cuevas presta su auto a los estudiantes para que luzcan su belleza las candidatas a reina recorriendo las calles del Jujuy por la plaza Belgrano.
Así como los hombres cumplían funciones importantes las mujeres tenían un rol excepcional. La primera señora que tuvo carnet de conducir fue Lía Pérez Alisedo de Salmoral. La oficina que otorgaba los carnet se llamaba "Inspección de Tráfico y Seguridad" fundada en 1913. El carnet dice: Lía Pérez Alisedo -edad 33 años- Domicilio Belgrano 315 -Septiembre 14 de 1928 Particular. Mº 239 articulo 38.
El carnet tenía una serie de indicaciones impresas: la velocidad máxima debía ser de 20 kms por hora con la obligación de disminuir a 5 kms en las esquinas. No podían obtener certificado de competencias los que no hablaban bien el idioma castellano o los analfabetos. Al que tuviera cinco infracciones se los sancionaba quitándoles el registro o con multas de 5 a 50 nacionales.
Es imposible terminar este relato sin recordar a los hermanos Senes: Humberto y Jordán, mecánicos, deportistas y enamorados de las carreras de autos. En el taller ubicado en calle Güemes entre Balcarce y La Madrid preparaban su vehículo convencidos que serían ganadores. Humberto Senes se disponía a tomar participación del "Gran premio de la América del Sur 1948" en rutas nacionales como en Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y Chile. Piloteando una cupé Ford modelo 1940 salieron en carrera a pesar de las contrariedades que tuvieron que sortear. Al terminar el periplo no llegaron en los primeros lugares pero los jujeños reconocieron el esfuerzo aplaudiendo la peripecia. Lo narrado no deja de sorprender y conocer los momentos vividos en el país.
Los ventiletes (pequeños vidrios que se abrían y se encontraban colocados formando parte la puerta). Sin llave, sin que existan alarmas y en que nadie pensara en robos o destrucciones en los vehículos.
Los inspectores de tránsito se ubicaban en Belgrano y Lavalle a una garita dirigiendo el movimiento de los escasos autos. Con una amabilidad increíble ayudaban a los conductores y peatones seguir un recorrido sin pensar en aplicar infracciones o tomar medidas.
Hoy es diferente y los que recuerdan lo hacen con nostalgia.