Los alrededores del Cementerio del Rosario se tiñeron de color, aroma y profunda solemnidad al conmemorarse el Día de los Fieles Difuntos. Fiel a una tradición que trasciende el tiempo, decenas de vendedores transformaron las márgenes del camposanto en un vibrante mercado floral, punto de encuentro ineludible para las familias que se acercaron a rendir homenaje a sus seres queridos.
Desde temprano ayer, la avenida 9 de Julio se transformó en un paseo colmado de puestos repletos de claveles, lirios, crisantemos y rosas. "Es una fecha muy significativa, donde la gente no solo compra flores, sino que viene a recordar y compartir", contó Noemí Villalba, vendedora con años de presencia en el lugar.
Entre los coloridos puestos también destacaron aquellos que ofrecían dulces y ofrendas artesanales, elaborados especialmente para esperar y homenajear a quienes ya no están. Las mesas, los aromas y las palabras compartidas reflejaron la profunda conexión entre fe, memoria y tradición.
Misa y celebración
Según el cronograma oficial, durante la jornada se celebrarán cinco misas en el Cementerio del Rosario, a las 8, 10, 12, 16 y 18.
En tanto, el Cementerio El Salvador habrá cuatro celebraciones, a las 8, 10, 16 y 18, con la participación especial del obispo César Daniel Fernández en la primera de ellas.
Cada vez son más los floristas y artesanos que mantienen viva esta costumbre que combina trabajo, devoción y memoria. Durante todo el fin de semana, las ferias de flores de distintos puntos de la provincia permanecieron abiertas, permitiendo que cientos de familias se acercaran a rendir homenaje y compartir un momento de reflexión.
Entre flores, rezos y recuerdos, la comunidad confirmó que el Día de los Fieles Difuntos es mucho más que una fecha, es un encuentro con la historia de cada familia, con la fe y el amor que trascienden fronteras y mantienen viva la unión entre los que están y los que partieron.
La celebración de Todos los Santos, recuerda a todas aquellas personas que gozan de la presencia de Dios, y simboliza esa unión espiritual que, por un día, acerca a los vivos y a los muertos en un mismo gesto de fe y recuerdo.