Nunca fue fácil crear una institución. Mucho menos cuando esa institución es de tales características, que queda sometida diariamente, a la examinación, aprobación o rechazo de todo un pueblo.
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Nunca fue fácil crear una institución. Mucho menos cuando esa institución es de tales características, que queda sometida diariamente, a la examinación, aprobación o rechazo de todo un pueblo.
Eso es lo que ocurre con un medio de comunicación y especialmente, con un diario, donde todo lo que se publica, queda impreso para siempre, y sirve como documento para cualquiera de las consecuencias que imaginen.
Un "diario papel", antes no necesitaba llamarse así, se decía simplemente diario, se descontaba que eran las hojas llenas noticias, donde la selección por importancia y por impacto periodístico, quedaba registrada para la posteridad.
Y tenían la importancia vital de la actualidad, la contundencia de titulares catástrofes, la lucidez de las volantas presentadoras del tema y la precisión de los sintéticos copetes. Después, venían los detalles, las conjeturas, las apreciaciones y las conclusiones.
Así, el diario, era el compañero de cada mañana de los pueblos, y fue ampliando sus publicaciones, cuando la noticia lo imponía, las segundas y terceras ediciones a media mañana, ampliando detalles.
A veces la cuarta en horas de la siesta. Y luego, se impusieron la quinta y la sexta: las ediciones de las cinco de la tarde y la última del día, nunca más allá de las 19. Y a partir de allí, se acopiaba lo que en la intimidad de las redacciones se llamaba "el material de séptima", lo que nunca se imprimía, pero que se guardaba para comenzar al día siguiente ahorrando tiempo.
Era un mundo de periodistas apresurados, lectores obsesivos de libros y otros diarios, atiborrados de cafés, muchos fumadores crónicos, trasnochadores y amigueros. Y la mayoría, como los buenos vinos, con el paso de los años aumentaban la solidez, la idoneidad, la capacidad de evaluar y mirar bajo el agua.
Y sobre todo, alcanzar la credibilidad de sus artículos y opiniones. Así se conformaba un "diario papel". Y las colecciones que ocupaban enormes espacios en bibliotecas y archivos, imprescindibles para testimoniarla vida de los pueblos.
JACQUELINE MÉNDEZ MEALLA | ADMINISTRADORA GENERAL DEL DIARIO EL TRIBUNO DE JUJUY.
La realidad de los medios, fue cambiando.
Hoy, la electrónica de la radio y la televisión y la era digital, han convertido al periodismo en un tsunami aceleradísimo y fugaz.
El periodista de los nuevos medios tiene otras urgencias, y es intuitivo por oficio, y sumamente ágil por competitivo porque las páginas web, los sitios digitales, le exigen otra clase de impacto, efímero, potente y perecedero.
Conserva la nobleza del periodismo, pero la velocidad de un relámpago, y mira por su ventana pequeña en los links de los portales digitales, en los flases de tv o de los móviles radiales.
La urgencia lo obliga a ser más frívolo y a veces hasta superficial. Son los diarios del aire, de internet. Los diarios de una humanidad que corre a mil por hora. Los del celular, de la notebook, de las pantallas de 7 pulgadas. Pero, está todavía, defendiendo su espacio.
El viejo diario papel, formato sábana, berlinés, tabloide, acorralado por la tecnología, pero nunca superado en su espíritu y su contundencia.
Porque desde que fue creado, se ganó un lugar en el alma del pueblo al que informa. O se convirtió en ella misma.
El Tribuno de Jujuy nació antes de la marea digital. Un 19 de abril de 1980. Y el tiempo, lo obligó a actualizarse y a madurar cada día.
Por eso, con el alma del papel, intacta, poderosa, sustancial, sumó sus las radios, Jujuy FM, SOL FM, América FM, su página web, El Tribuno digital, y su streaming de TV, El Tribuno plus. Modestamente, desde el viejo y siempre joven "Diario Papel", nos ocupamos del alma de nuestro pueblo y la compartimos con todos los medios más jóvenes del grupo.