En Jujuy contamos con una importante historia teatral, destacados artistas e incluso con uno de los teatros más antiguos del país. Afortunadamente, algunos periodistas y personalidades de la cultura jujeña se interesaron en el teatro local, legando un corpus fundamental para la historia de nuestro teatro. Cabe destacar como precursor de estas iniciativas a Edmundo Asfora, creador del Centro de Estudio Teatral y Cinematográfico (Cetyc), en la década de 1970. Lamentablemente, Asfora no alcanzó a publicar sus investigaciones. A pesar de estos esfuerzos, la historia del teatro en Jujuy cuenta tan sólo con nueve publicaciones que, a su vez, contemplan vacíos cronológicos considerables. Por ejemplo, nada se sabe sobre nuestro teatro precolonial y los estudios posteriores al Teatro en Jujuy, de Andrés Fidalgo (1995), tan sólo consideran su contemporaneidad (2009- 2012). La historiografía teatral reconstruye identidades escénicas, que se actualizan en las producciones contemporáneas de nuestros artistas locales, sean éstos conscientes o no de ello. En definitiva, conocer nuestra historia teatral nos permite entender mejor los procesos que determinan el desarrollo del teatro jujeño. La consolidación de la historia teatral jujeña y la puesta en valor de nuestro patrimonio escénico provincial debieran contar con acompañamiento de políticas públicas, el apoyo de instituciones dedicadas a la investigación y recursos que permitan la profesionalización de quienes se dedican a estos estudios. En rigor, la ley provincial del teatro tendría que garantizar mejores condiciones para la producción de conocimiento sobre el teatro local, salvaguarda y puesta en valor de nuestro patrimonio. Pero de hecho, estas tareas continúan en manos de iniciativas particulares.
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En Jujuy contamos con una importante historia teatral, destacados artistas e incluso con uno de los teatros más antiguos del país. Afortunadamente, algunos periodistas y personalidades de la cultura jujeña se interesaron en el teatro local, legando un corpus fundamental para la historia de nuestro teatro. Cabe destacar como precursor de estas iniciativas a Edmundo Asfora, creador del Centro de Estudio Teatral y Cinematográfico (Cetyc), en la década de 1970. Lamentablemente, Asfora no alcanzó a publicar sus investigaciones. A pesar de estos esfuerzos, la historia del teatro en Jujuy cuenta tan sólo con nueve publicaciones que, a su vez, contemplan vacíos cronológicos considerables. Por ejemplo, nada se sabe sobre nuestro teatro precolonial y los estudios posteriores al Teatro en Jujuy, de Andrés Fidalgo (1995), tan sólo consideran su contemporaneidad (2009- 2012). La historiografía teatral reconstruye identidades escénicas, que se actualizan en las producciones contemporáneas de nuestros artistas locales, sean éstos conscientes o no de ello. En definitiva, conocer nuestra historia teatral nos permite entender mejor los procesos que determinan el desarrollo del teatro jujeño. La consolidación de la historia teatral jujeña y la puesta en valor de nuestro patrimonio escénico provincial debieran contar con acompañamiento de políticas públicas, el apoyo de instituciones dedicadas a la investigación y recursos que permitan la profesionalización de quienes se dedican a estos estudios. En rigor, la ley provincial del teatro tendría que garantizar mejores condiciones para la producción de conocimiento sobre el teatro local, salvaguarda y puesta en valor de nuestro patrimonio. Pero de hecho, estas tareas continúan en manos de iniciativas particulares.
Nuevos aportes
En los últimos días se presentó el libro El Otro Centenario Argentino. Imaginarios literarios en Jujuy, bajo la dirección de la doctora María Alejandra Nallim y la magister María Soledad Blanco. En este libro se incluye un capítulo dedicado a nuestra historia teatral, escrito por Valeria Sebastián y Bernabé Calas, “Panorama teatral en la provincia de Jujuy, 1919-1927”. Destacamos aquí el valioso aporte de Sebastián y Calas, quienes enfrentaron el estudio de un período histórico particularmente complicado, debido a la carencia de fuentes de documentación. El capítulo respeta la propuesta editorial, por lo tanto, Sebastián y Calas registran la actividad teatral considerando el recorte histórico del libro, el centenario de la independencia argentina en Jujuy, y avanzan en la caracterización de la teatralidad jujeña de este período. También la historiografía teatral regresa aquí a sus antecedentes. En este sentido, Sebastián y Calas actualizan el modelo metodológico de Andrés Fidalgo, proponiendo reflexiones sobre los datos obtenidos de un inventario compuesto por: títulos de las obras de teatro, autor, compañía teatral que realizó la puesta en escena y el lugar donde se produjo la representación. Sebastián y Calas incorporan a este inventario, creado por Fidalgo, una breve descripción de la obra dramática. Se trata de un aporte coherente con la propuesta editorial del libro en el que se incluye el capítulo, que indaga sobre los imaginarios literarios. Sin duda, Sebastián y Calas realizan con este capítulo un aporte relevante a la historiografía teatral jujeña, que será consultado en futuros trabajos. Los autores proponen, además, una serie de temas que desarrollarán en otras investigaciones.