Mariana tiene 9 años y desde el diagnóstico de la enfermedad su vida cambió radicalmente. Sobre la experiencia compartida por su madre Silvina Conde habla de meses en el hospital, angustias en cada "frotis" o análisis de sangre para control, cada vez que aparece fiebre y temor de que haya una infección que genere otros pinchazos o canalización.
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Mariana tiene 9 años y desde el diagnóstico de la enfermedad su vida cambió radicalmente. Sobre la experiencia compartida por su madre Silvina Conde habla de meses en el hospital, angustias en cada "frotis" o análisis de sangre para control, cada vez que aparece fiebre y temor de que haya una infección que genere otros pinchazos o canalización.
La pequeña tuvo que dejar de ir a la escuela en octubre pasado, y aunque sigue siendo alumna del Colegio Los Lapachos actualmente toma clases de cuarto grado que la maestra de la Escuela del Hospital de Niños le imparte en su domicilio o cuando está internada, ya que no puede reintegrarse para cuidarse y evitar recaídas.
Ahora sumó amigos quienes como ella, más allá de su reducida edad, saben lo que es convivir con la enfermedad y según contó Silvina, son los que en un principio supieron tranquilizarla al minimizar el dolor de los pinchazos y los tratamientos recomendándole tips para respirar y dejarlo pasar. Esa se convirtió en una familia, con la que compartieron inclusive Navidad, y comparten vivencias de una realidad en común que deben sobrellevar.
La inserción de ese mundo lleno de agujas y enfermeros no fue fácil para Mariana y sin embargo hizo emerger la fortaleza de la niña que luego de meses optó por ser rapada ante la constante caída de cabello, algo que su madre acompañó con un corte. Ahora espera tomar clases de catequesis y ya sueña en cómo será el vestido de comunión que usará.