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9 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Fin de fiesta

Miércoles, 28 de enero de 2015 00:00

Kerioco conoció el cuerpo de Matilda cerca de la ventana a la que daba el escritorio donde los patrones discutían qué hacer con la libertad que ganarían. Pero ellos siempre fueron libres, pensó Kerioco abrazado al cuerpo desnudo de la moza en las sombras del bosque.

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Kerioco conoció el cuerpo de Matilda cerca de la ventana a la que daba el escritorio donde los patrones discutían qué hacer con la libertad que ganarían. Pero ellos siempre fueron libres, pensó Kerioco abrazado al cuerpo desnudo de la moza en las sombras del bosque.

Rayaba el día y los amigos de los patrones subieron a sus carruajes. La fiesta había terminado y como los patrones se echaron a dormir, Matilda y Kerioco pudieron disfrutar de la mañana en el río, de la eternidad de los primeros encuentros entre amantes, de la complicidad de los trinos, de entrarse y salirse hasta saciarse.

Pasado el mediodía, Matilda fue a servir a la casa y escuchó decir que era la última fiesta que daban, que había que ocultar las tertulias en las que se debatía la libertad y se bailaba el vals porque había obligaciones que cumplir en la guerra. Y le escuchó decir que mandarían a Kerioco a Lima.

Allí le entregaría al general San Martín cartas en las que le informaban del estado de esas provincias, de la organización y disposición de fuerzas, y que del general regresaría con instrucciones sobre lo que debían hacer, y cuando Matilda recogió la mesa corrió a decírselo.

Kerioco le escuchó decirle que se iba a convertir en héroe pero sus ojos eran firmes y le respondió con un tono que la esclava no esperaba escuchar: esa es la guerra de los patrones, no la mía ni la tuya, le dijo.

Le dijo que hace tiempo había escuchado hablar de una feria a la que concurrían los pueblos libres, donde no llegaban los españoles ni los criollos.

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