26 de Junio,  Jujuy, Argentina
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Devoción y destreza taurina

Sabado, 16 de agosto de 2014 00:00
<p>BENDICIENDO A CADA PASO/ NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN RECORRE EN ANDAS LA PLAZA PEDRO QUIPILDOR DE CASABINDO, DONDE LUEGO SE PRODUCE EL DESAFÍO.</p>

La tierra de la Puna agreste, se respiraba en el aire camino a Casabindo. Y el sol llenaba de rayos el pueblito vestido de colores que se dejaba ver a través de esta celebración milenaria.

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La tierra de la Puna agreste, se respiraba en el aire camino a Casabindo. Y el sol llenaba de rayos el pueblito vestido de colores que se dejaba ver a través de esta celebración milenaria.

Ya en la tierra de la Virgen de la Asunción, dos centenares de habitantes permanentes, se convirtieron en anfitriones de fiesta rica en religiosidad y folclore.

Cada 15 de agosto es una fecha de recuerdo y compromiso con la tradición que de Casabindo, un lugar mágico por su esencia, pero a la vez, atractivo por su toreo.

Y es aquí, en este punto, donde se manifiesta de una manera respetuosa el fuerte sentimiento católico por la virgencita alabada y la ofrenda en su honor, que es la destreza misma, el desafío entre un torero y un toro.

Pero antes de llegar a la celebración taurina en su esplendor, desde las primeras horas de la mañana, los devotos preparan todo para que la fe colectiva sea una realidad y que junte a través del llamado de las campanas, a los corazones feligreses listos para el encuentro con la expresión misma de catolicismo vivo.

Con cada campanada, el anuncio ya se sabía certero. Se trataba de la hora de la ceremonia litúrgica, que fue homenaje a Nuestra Señora de la Asunción que lucía hermosa e iluminada por velas con luz de agradecimiento eterno y promesas aún por cumplir.

Luego de la santa misa, entonces sucedería la costumbre viva, a cargo de los samilantes, guardianes del alba y a la vez, pequeños bailarines adornados con plumas grises en sus cabezas y de cascabeles e sus rodillas, esos que espantan los malos espíritus, como dice la creencia. Pero también de mucho encanto. Y es que de ellos se adueñaba el saltito que era visto como una enseñanza heredada de otras generaciones y que daba la bienvenida a la Señora de Casabindo, en las puertas mismas de su mística catedral.

Allí, los niños que no pasaban los diez años de existencia, se contentaban con lo que les tocaba pasar, con lo que debían vivir y lo expresaban en su constante atención a cada movimiento o en balancear con suavidad aquel cuarto de cordero que se sumaba a las ofrendas dedicadas a la Virgen eterna.

Muy aplaudidos. Durante el desafío, toros y toreros se lucen. No hay violencia, ni sufrimiento para los animales. Muy aplaudidos. Durante el desafío, toros y toreros se lucen. No hay violencia, ni sufrimiento para los animales.

Entonces residentes y visitantes, fueron sorprendidos por este atrapante espectáculo de los mitad hombrecitos, mitad suris puneños que dejaban ver, sin timidez, una devoción admirable.

Todos los aplausos fueron para ellos, mientras la luz del sol estaba radiante y en su punto más alto. Los niños dejaban el paso libre para más virgencitas y santos que acompañaron a la virgencita homenajeada, adornados con flores para la procesión. Justo en ese momento, la tierra y el aire se unieron más que nunca en incienso, mirra y canto, pero sobre todo, de oración.

Así, rodeada de sentimiento, la Virgen de la Asunción caminaba junto a su pueblo por las calles de arena, bendiciendo a todos a su paso. Incluida la plaza de toros, la “Pedro Quipildor” que, a esas alturas, ya estaba recibiendo a los primeros espectadores de la tarde, en sus tribunas y paredes.

Así todo fue fiesta en Casabindo, Nuestra Señora de la Asunción fue adorada por las calles y luego a su regreso, las velas volvieron a encenderse. Y con ellas, las infinitas gracias de sus fieles por lo concedido y las ofrendas preparadas con amor o aquello prometido que no será deuda, porque ella simplemente es “la milagrosa”.


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