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25 de Junio,  Jujuy, Argentina
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Quería ser mecánico de autos

Domingo, 10 de agosto de 2014 00:00
<p>TRABAJANDO EN LA PLAZA BELGRANO</p>

Cuando descubrí a Lucio Marcelino Alfaro, lo encontré trabajando. Barría hojarasca de los árboles de la plaza Belgrano, con sus 72 años, una carretilla, escoba y pala a cuestas, y su silencio, que a mi breve explicación comenzó a relatar con sencillez, la dureza de su vida y su sueño: ser mecánico de autos; un recuerdo tan cristalino como el brillo de sus cansados ojos.

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Cuando descubrí a Lucio Marcelino Alfaro, lo encontré trabajando. Barría hojarasca de los árboles de la plaza Belgrano, con sus 72 años, una carretilla, escoba y pala a cuestas, y su silencio, que a mi breve explicación comenzó a relatar con sencillez, la dureza de su vida y su sueño: ser mecánico de autos; un recuerdo tan cristalino como el brillo de sus cansados ojos.

Dijo: "yo en mi niñez sufrí mucho, en realidad quería ser mecánico de autos. A mi padre no lo conocí hasta ahora y mi madre trabajaba en el servicio doméstico no podía tenernos a todos, éramos cuatro varones, así que nos daba a familias para que nos criaran, así que pasó el tiempo y anduve por varias partes, Mina El Aguilar, 9 de Octubre trabajando".

"Entonces en esa época andaba en manos de otra gente, cambiaba de familias que no tenía nada que ver conmigo pero me criaba como podía; a veces iba a la escuela otras no, y finalmente seguí yendo a la escuela por mi propia voluntad y terminé el sexto grado. Pasado el tiempo aprendí a trabajar en la pintura de obra, y en la actualidad estoy trabajando en la Municipalidad de San Salvador de Jujuy, que comencé como pintor hace 32 años y cuando no hay pintura por mi edad me dan tareas más livianas como barrer hacer el mantenimiento de la plaza donde ahora estoy permanente".

"Mi sueño de mecánico nunca llegó a cumplirse porque entraba a un taller un tiempito pero se cortaba el trabajo y bueno, me sacaban y entonces, vendía diarios, lustraba o hacía trabajos hasta los 13 o 14 años".

Y recuerda que en la esquina frente la plaza y la Catedral, se encontraba el restaurante "Chung King" donde lustraba, le pagaban y le daban recortes de fiambres con el que se mantenía.

"Así que no quiero recordar mi niñez porque fue muy pesada, muy sufrida, ahora por lo menos estoy más tranquilo, aunque no pude lograr mi sueño", concluye la entrevista este hombre de andar cansino, propio de los años y una vida dura que dignifica a diario ganándose el pan con trabajo.

Tal vez. algún día, pueda cumplir su sueño, y nosotros, poder cronicar ese momento.

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