El teatro es una de las maneras más diplomáticas de decir, de expresar, lo que todos a veces pensamos y nadie dice oficialmente.
El jueves se estrenó "Carroceros", la última producción de La Rosa Teatro, y muchas cuestiones que están en el imaginario de la gente de Jujuy quedaron expuestas, acerca de la realidad de esta etapa de la vida de los estudiantes jujeños.
Para ambientar la puesta se eligió el Centro Cultural "Manuel Belgrano", es decir la exestación de trenes, que tiene el estilo de un canchón. Todos sabemos y vivimos lo que un canchón significa en la etapa desde el cuarto al quinto año.
Tiempo de creatividad, de rebeldía, de camaradería entre estudiantes y "profes", o "preces", de amores y picardías, de excesos y experiencias nuevas.
Con un elenco multitudinario La Rosa, revivió este espacio que se replica en cada colegio. Se trata de una obra escrita y dirigida por Germán Romano, que puso en el escenario, con humor, verdades archiconocidas que todavía molestan y no se solucionan. Por ejemplo, la intrusión de los adultos en un trabajo que originalmente era exclusividad de los estudiantes.
Como todo evento social importante, cuando cobra fuerza y reconocimiento, comienza a ser atractivo para empresarios y funcionarios, y se deja de lado la identidad y lo genuino de la adolescencia.
Con histriónicos actores se replica el clima festivo del canchón, música de moda, bailes, enojos por desacuerdos en el proyecto, o porque uno labura más que otro. Infaltables personajes están presentes, como la directora, que afloja aunque le cueste por cuestión de imagen y reconozca sus amores, sus deseos y su tiempo de adolescencia para ser empática; el profesor piola, en este caso de Educación Física, que se pone la camiseta de los alumnos y también muestra sus debilidades (¿normales?); el ex alumno, carrocero eterno que no termina de irse (una realidad, por amor?, por inmadurez?); la madre que no pudo ser "popular" en su época y sueña con pasar por la avenida de las carrozas con su hija y entonces el apoyo, el foco y el objetivo, no es el protagonismo de la joven, sino el de ella; y la mascota, sensible, vivaz y fuente de muchos secretos.
Todos adultos que en oportunidades olvidan cuál es su lugar.
La obra está diseñada para decir eso que pensamos todos, cuando se busca la sensatez de una fiesta que era de los estudiantes y hoy está tan estructurada, que se desdibuja el protagonismo de ellos. Los padres proponen los proyectos para las carrozas y los imponen, y contratan arquitectos y electricistas profesionales para que el trabajo salga perfecto. Eso no es genuino y así no hay aprendizaje.
De todas maneras, siempre son los carroceros los que lejos más trabajan y adornan la fiesta con obras de arte, y no son tan visibilizados como las reinas.
La obra habla de los funcionarios y empresarios que aparecen para las fotos en las entregas de premios, de los directivos que castigan con "no hacer carroza", o sea bloqueando una enorme oportunidad de expresión; y muchos otros condimentos que hacen que la Fiesta Nacional de los Estudiantes, cada año tenga algún sufrimiento y algún llanto de parte de nuestros jóvenes.
En "Carroceros", los chicos pertenecen a un colegio de nombre muy largo y en la ficción tienen por mascota a una oveja.
El clima estudiantil y de la fiesta se logra con la escenografía, con el lugar elegido, con la voz en off de Juan Mancusso, el comunicador y locutor más popular de toda la movida estudiantil a lo largo de muchos años, los cantos de los chicos, los enojos, los llantos y finalmente el mensaje.
"Esta es nuestra historia", "Afuera los adultos", "afuera los políticos y empresarios que se llenan los bolsillos con nuestro trabajo", dicen los chicos de esta obra.
Proponen una carroza sin distinciones, que sea de todos los colegios unidos, incluso los de antes y los de ahora, sin dudas una obra que homenajea a los verdaderos protagonistas artesanales de la Fiesta Nacional de los Estudiantes.
Abogando por una "carroza de los carroceros", como resumen su deseo, la puesta termina bien arriba con baile y coreografía de todo el elenco.
Sin golpes bajos, y entre risa y risa, la obra deja varios temas propuestos, incluso el de los mandatos sociales que todos los personajes, cada uno en su lugar "deben" cumplir, lo que complica las existencias.
Al final, el público podía comprar hamburguesas que había preparado el grupo para terminar de dar el marco a esta función.
Actúan Eduardo López, Silvia Gaitan, Ciro Montaño, Tamara Valenzuela, Magdalena Seen, Pedro Sato, Marianela Pérez Modega, Sara Espinoza, Agustín Gutiérrez, Álvaro Manero y Gastón Rodríguez. En la plástica, la obra cuenta con Daniel Manero.
En el final, el director Germán Romano, habló con el público, agradeció la presencia y los apoyos, y mencionó la emoción que le provoca a La Rosa volver a la estación, donde durante más de diez años se realizó el Entepola (Encuentro de Teatro Popular Latinoamericano) que organizaba la compañía. Un logro enorme en la historia del teatro jujeño.