El Éxodo Jujeño, ocurrido en agosto de 1812 bajo la conducción de Manuel Belgrano, no fue solo una estrategia militar: fue un gesto radical de visión, voluntad y determinación. Quemar la tierra propia para que el enemigo no se alimente de ella fue, en términos psico-simbólicos, la experiencia de soltar y duelar: dejar atrás para poder crear.
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El Éxodo Jujeño, ocurrido en agosto de 1812 bajo la conducción de Manuel Belgrano, no fue solo una estrategia militar: fue un gesto radical de visión, voluntad y determinación. Quemar la tierra propia para que el enemigo no se alimente de ella fue, en términos psico-simbólicos, la experiencia de soltar y duelar: dejar atrás para poder crear.
La táctica de Belgrano se inscribe en una política republicana, ética y comunitaria, más cercana a la filosofía del bien común que a la del interés individual. Su liderazgo encuadra en lo que hoy llamaríamos liderazgo transformacional: no se limitó a dar órdenes, sino que ejerció un mando desde el ejemplo, dispuesto a compartir la misma renuncia y el mismo riesgo que exigía a su pueblo. No fue caudillismo ni paternalismo, sino una invitación a ser parte activa de la construcción de un destino colectivo. Como señaló Joaquín Carrillo, fue "el más heroico gesto colectivo que registra la historia de los pueblos".
La independencia no fue -ni es- un mero deseo, ni una política discursiva. No fue un "hagan mientras nosotros, los del poder, ampliamos las arcas". Fue un hagamos, un extraño liderazgo desde el ejemplo, un gesto donde la ética se volvió acción. Fue un acto de ruptura, de disolución de lo individual en lo colectivo, donde la confianza en lo invisible abre paso a lo nuevo. Como escribió Jorge Calvetti, "la historia no se cuenta solo con fechas, sino con el temblor de un pueblo que sabe renunciar para volver a nacer".
Partir: el valor de ir a la nada para encontrar el todo
Los jujeños emprendieron un éxodo que no fue cómodo ni esperado. Caminar con lo puesto, abandonar la tierra amada, la casa, el ganado, los objetos más íntimos, es una experiencia liminal: arranca del apego y lanza a la incertidumbre.
En lenguaje andino, agosto -agosto-angosto- es el tiempo del portal, de abrir la tierra (Pachamama) para darle de comer, agradecer y soltar lo viejo. Partir en agosto fue también un acto cósmico, en sintonía con los ciclos lunares y agrícolas: vaciarse para volverse fértil otra vez. Nada es casual: lo histórico y lo ancestral se entrelazaron.
Éxodo externo, exilios internos
El éxodo no fue solo territorial, fue también un exilio interior. En cada ser humano hay momentos donde toca emigrar del pasado, quemar certezas, dejar atrás relaciones, trabajos, máscaras. Freud llamaría a esto "la capacidad de duelo", esa facultad de perder para ganar libertad. La Gestalt lo nombraría como "cerrar ciclos". La sabiduría andina lo expresa en la ofrenda: entregar para que la vida vuelva a florecer.
Preguntas para el inconsciente colectivo: ¿Qué no estás pudiendo tomar porque no podés soltar? ¿Cuántos éxodos internos ya viviste y cuántos más te esperan? ¿Qué revolución íntima está pidiendo nacer en vos?
Tres paradigmas para leer el Éxodo
El Éxodo Jujeño nos invita a reflexionar desde tres paradigmas que atraviesan la historia y siguen actuando en nuestra vida presente:
El paradigma del sacrificio que duele. Una lectura posible es la del sufrimiento necesario: dejar atrás, quemar, perder como un precio de la libertad. Es la narrativa que asocia independencia con dolor, con el "mal necesario" de cortar vínculos y ofrendar lo propio. Este paradigma resuena con la tradición de interpretar la historia desde el sacrificio como acto expiatorio.
El paradigma de la visión de futuro. Otra lectura, más fértil, es entender que la historia también puede narrarse desde el horizonte que abre. Lo que Belgrano y el pueblo jujeño hicieron no fue solo resignarse a la pérdida, sino sostener una visión de futuro que les dio fuerza en el presente. La historia se convierte así en relato que rescata, que nos marca dirección. Como dijo Belgrano: "La vida es nada si la libertad se pierde".
El paradigma de la fe y la certeza. Aquí el éxodo se ilumina desde otra fuente: "Misericordia quiero y no sacrificios" (Oseas 6:6; Mateo 9:13). La independencia no se apoya en el sufrimiento, sino en la confianza radical de un pueblo que se sabe parte de algo mayor. Los jujeños caminaron sin garantías, pero con fe: el vacío no era pérdida, sino portal. En agosto, el mes angosto, la tierra se abre y se entrega para renacer.
La revolución: externa, interna y espiritual
Belgrano lo supo: la verdadera revolución no se sostenía en la violencia ciega, sino en la visión, la voluntad y la determinación, sostenidas en la fe y la confianza de un pueblo. La revolución es triple: Externa, porque libera territorios. Interna, porque nos pide cerrar ciclos. Espiritual, porque nos convoca a confiar en que la nada puede revelarse como el todo.
Seguir el corazón, escuchar la intuición
Partir, emigrar, soltar, no es ir a la deriva: es confiar en el corazón. La intuición es brújula en la oscuridad. En aquel agosto de 1812, los jujeños no tenían certezas, pero sí tenían fe en algo más grande que ellos mismos. Eso es lo que nos invita a recuperar hoy: el coraje de seguir al corazón aunque implique dejarlo todo.
El Éxodo Jujeño no es solo historia pasada, es espejo del presente. Hoy, como ayer, estamos llamados a preguntarnos: ¿Desde qué paradigma vivimos nuestros propios éxodos? ¿Elegimos el sacrificio que duele, la visión de futuro que orienta, o la fe que da certeza? ¿Qué necesitamos soltar para que lo nuevo pueda nacer?
La independencia -personal y colectiva- siempre es un éxodo hacia lo desconocido. Y es en ese vacío donde se encuentra, paradójicamente, el Todo.
(*) Referencias. Belgrano, M. (1812). Documentos del Ejército del Norte. Archivo General de la Nación, Buenos Aires. Carrillo, J. (1863). Memoria histórica sobre el Éxodo Jujeño. Imprenta del Estado, Jujuy. Calvetti, J. (1964). Canto rodado. Buenos Aires: Editorial Losada. Vilca, R. (1990). Éxodo Jujeño [Canción]. En Quebrada de sol y de luna [Álbum]. Jujuy: Independiente.