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31 de Octubre,  Jujuy, Argentina
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La importancia del disfrute en nuestra vida

Viernes, 31 de octubre de 2025 00:00

A veces la palabra "disfrute" parece reservada para los momentos de ocio o para los fines de semana, como si sólo se tratara de un lujo o de un permiso especial que nos damos después de haber cumplido con las obligaciones. Sin embargo, el disfrute no debería ser una excepción, sino una manera de vivir. Disfrutar es una actitud, una forma de mirar el mundo, de estar en lo que hacemos, de sentirnos presentes y agradecidos en cada experiencia, incluso en aquellas que no elegimos del todo. Cuando aprendemos a disfrutar de lo cotidiano, la vida se vuelve más ligera, más profunda, más verdadera.

El disfrute tiene que ver con la presencia, con esa capacidad de detenernos por un instante y darnos cuenta de lo que está ocurriendo aquí y ahora. Es una pausa interior que nos permite sentir la vida fluyendo por nosotros. No depende tanto de lo que pasa afuera, sino de cómo lo vivimos adentro. Una taza de café, un mate, un encuentro, una caminata, el olor de la lluvia, el silencio de la noche o la risa compartida son puertas que nos conectan con ese estado de plenitud donde todo parece tener sentido.

Disfrutar es reconocer la belleza en lo simple, y eso requiere sensibilidad y apertura, más que grandes logros o posesiones. Cuando no disfrutamos, es porque estamos demasiado pendientes del deber, del control, de las expectativas o de los miedos. Vivimos en piloto automático, haciendo sin sentir, corriendo sin rumbo, creyendo que la vida está en otra parte o que la felicidad vendrá cuando alcancemos algo que todavía no tenemos. Así, postergamos el disfrute, lo dejamos para "después", sin darnos cuenta de que ese después quizá nunca llegue.

La vida sucede ahora, y si no aprendemos a saborearla mientras ocurre, se nos escapa entre los dedos. Disfrutar no es frivolidad ni superficialidad, como a veces se cree. Muy por el contrario, implica un profundo compromiso con uno mismo y con la vida. Es permitirnos sentir, abrir el corazón, soltar las tensiones que nos atan y elegir conscientemente la gratitud por encima de la queja.

Es un acto de amor propio, porque cuando disfrutamos, nos conectamos con la energía vital que nos habita. Y desde ese estado, también ofrecemos lo mejor de nosotros a los demás. Nadie puede transmitir alegría si vive desconectado de su propio gozo.

El disfrute es también una forma de sabiduría. Nos enseña a equilibrar el hacer con el ser, a no quedar atrapados sólo en la productividad o en el cumplimiento. Nos recuerda que la vida no se trata solo de resultados, sino de procesos; no sólo de metas, sino de caminos.

Quien sabe disfrutar, sabe vivir con arte, porque comprende que cada instante puede ser una obra maestra si está habitado con presencia, amor y conciencia. A lo largo del tiempo, muchas personas han perdido la capacidad de disfrutar por exceso de responsabilidades, por rigidez, por heridas no resueltas o por miedo a parecer poco serias.

Sin embargo, recuperar el disfrute es posible, y muchas veces comienza por pequeños gestos: escuchar música que nos gusta, bailar sin motivo, caminar descalzos sobre el pasto, cocinar algo con calma, mirar el cielo, darnos un respiro. Son actos sencillos pero poderosos, porque nos reconectan con el placer de estar vivos.

El cuerpo es un gran aliado en este aprendizaje. A través de los sentidos experimentamos el disfrute más puro: el tacto, el gusto, el olfato, la vista, el oído. Pero para sentir realmente, necesitamos bajar la velocidad, dejar de correr de una cosa a otra, darnos tiempo para percibir. El cuerpo nos invita a habitar el presente, y cuando lo escuchamos, descubrimos que disfrutar no es una meta, sino un estado natural que estaba ahí, esperando que lo recordemos.

También es importante comprender que el disfrute no se opone al compromiso, al esfuerzo ni al trabajo. De hecho, cuanto más disfrutamos lo que hacemos, más creativos, eficaces y amorosos nos volvemos. Un trabajo hecho con disfrute tiene otra energía, una vibración diferente, que se transmite y se nota. Por eso, aprender a disfrutar de lo que hacemos -aunque no todo nos apasione- es una forma de honrar la vida y de honrarnos a nosotros mismos.

Hay un disfrute profundo que nace del alma, más allá del placer inmediato. Es el que surge cuando estamos en coherencia con nuestros valores, cuando vivimos de acuerdo a lo que sentimos, cuando damos lo mejor de nosotros sin perder la alegría. Ese disfrute está ligado a la paz interior, al sentido de propósito, al amor. Es el disfrute de quien se sabe en el camino correcto, aun con sus desafíos.

En el ámbito de los vínculos, el disfrute es también un puente que nos une. Compartir momentos agradables fortalece los lazos, nos acerca, nos hace más empáticos y presentes. Una conversación sincera, una mirada cómplice, una carcajada compartida son formas de disfrute que alimentan el alma. Cuando disfrutamos de la compañía del otro, dejamos de exigirle que nos complete y comenzamos a compartir desde la abundancia, no desde la carencia.

Disfrutar, en definitiva, es un modo de agradecer. Cuando disfrutamos, estamos diciendo "sí" a la vida tal como es. Aceptamos lo que viene, nos abrimos a la experiencia y reconocemos que, aun con sus luces y sombras, la existencia es un regalo.

El disfrute no elimina el dolor, pero lo suaviza; no borra las dificultades, pero nos da fuerza para transitarlas con otra mirada. Es como una música de fondo que acompaña todo, incluso los silencios más duros.

Aprender a disfrutar es una tarea que se renueva cada día. No es algo que se logra de una vez para siempre, sino una práctica, una elección constante. Requiere presencia, humildad y amor. Y cuanto más lo practicamos, más descubrimos que el disfrute no está en las cosas grandes ni en los momentos excepcionales, sino en lo cotidiano, en lo pequeño, en lo que muchas veces pasa desapercibido.

La importancia del disfrute en nuestra vida radica en que nos conecta con la esencia, con lo simple, con lo verdadero. Nos recuerda que estamos vivos, que tenemos la posibilidad de sentir, de elegir, de crear, de compartir. Nos devuelve al presente, que es el único lugar donde la vida realmente sucede. Y quizás ahí esté el mayor secreto: disfrutar no es hacer más, sino estar más. Estar más en nosotros, en lo que amamos, en lo que hacemos, en lo que somos.

Cuando elegimos disfrutar, la vida se vuelve más amable. Cambia nuestra mirada, cambia nuestra energía, cambian nuestras relaciones. Y de pronto, lo que antes era rutina se transforma en oportunidad; lo que antes pesaba, se aligera; lo que antes dolía, encuentra sentido. Porque el disfrute no es un destino, es un modo de viajar. Y cuando viajamos con disfrute, cada paso se convierte en celebración. Namasté. Mariposa Luna Mágica. (Correo electrónico: gotasygotitasjujuy@gmail.com).

 

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