En un nuevo aniversario de su fallecimiento, la Secretaría de Cultura de la Nación recordó al célebre autor, repasando parte de su vida, sus libros y su pasión por el jazz, indivisible del pulso creativo que plasmaba en la literatura.
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En un nuevo aniversario de su fallecimiento, la Secretaría de Cultura de la Nación recordó al célebre autor, repasando parte de su vida, sus libros y su pasión por el jazz, indivisible del pulso creativo que plasmaba en la literatura.
"El primer disco de jazz que escuché por la radio quedó casi ahogado por los alaridos de espanto de mi familia, que naturalmente calificaba eso como 'de negros'. Eran incapaces de descubrir la melodía. A partir de ahí empezaron las peleas, porque yo trataba de sintonizar, pero ellos buscaban tangos. Empecé a retener nombres y me metí a un universo que me pareció extraordinario", evocaba Julio Cortázar, nacido en Bruselas el 26 de agosto de 1914. A los 69 años, murió el 12 de febrero de 1984 en París.
Desde aquellos dichos, como desde sus textos, Cortázar evidenciaba la afición melómana, jazzera, por ese género preferido. "Música, melancólico alimento para los que vivimos de amor", lo argumentaba con romanticismo el autor de Las babas del Diablo, quien además había estudiado piano, trompeta y clarinete.
Cortázar publicó 28 libros, de los cuales cuatro fueron ediciones póstumas, y con su novela Rayuela creó un hito tanto en su carrera como en la narrativa contemporánea. Él había anunciado: "Voy a hacer un libro mágico". Sin embargo, se hizo desde abajo. Primero, siendo maestro rural, ejerció algunos años en localidades como Chivilcoy, Saladillo, Bolívar y Mendoza. Fue más tarde cuando se convirtió, desde Francia, en uno de los escritores latinoamericanos más renombrados.
Entrevistado por el canal español TVE en 1977, Cortázar afirmaba que la música era fundamental respecto a su inspiración para escribir. "Es una especie de presencia continua en lo que yo hago. Mi trabajo se da donde hay un ritmo que no tiene nada que ver con la rima, ni con las aliteraciones, es como un latido. Un swing que si no está, para mí es la prueba de que no sirve y hay que tirarlo y volver hasta conseguirlo".
"Tendría 14 años cuando oí a Jelly Roll Morton y luego a Red Nichols. Pero al escuchar a Louis Armstrong fue cuando escuché la diferencia", aclaró mientras rememoraba que de pequeño iba junto a su abuela al Teatro Colón. Aquellas óperas fueron sus primeros acercamientos con la música en vivo. Son cuestiones que dejó reflejadas en Rayuela por ejemplo: en el El Club de la Serpiente, sitio ficticio que aparece en la novela, distintos personajes se reúnen para charlar de música, arte, filosofía y más. En su narración, incluye figuras referentes del género como Thelonious Monk, Armstrong Parker y Bessie Smith.
"Como un árbol que abre sus ramas a derecha, a izquierda, hacia arriba, hacia abajo, permitiendo todos los estilos, ofreciendo todas las posibilidades", definió Cortázar el género musical que resultó una de sus grandes pasiones, además del boxeo y otras de distintos rubros e índoles, como su admiración por los mininos. Otro homenaje al referente del jazz Charlie Parker, e ídolo suyo, aparece en su cuento "El perseguidor", donde lo rebautiza como el personaje del saxofonista Johnny.
Junto a sus grandes colegas y referentes coetáneos, el mexicano Carlos Fuentes, el colombiano Gabriel García Márquez y el peruano Mario Vargas Llosa, protagonizó el Boom latinoamericano literario. "Para él escribir era jugar, divertirse, organizar la vida, las palabras, las ideas con la arbitrariedad, la libertad, la fantasía y la irresponsabilidad con que lo hacen los niños o los locos. No es casual que la más ambiciosa de sus novelas tuviera como título Rayuela, un juego de niños", señaló Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, en uno de sus artículos periodísticos.
