Hoy, al conmemorarse el 40° aniversario de la partida del misionero scalabriniano Tarcisio Rubín, monseñor César Daniel Fernández presidirá la misa que se oficiará en la capilla del cementerio Cristo Rey, lugar donde descansan sus restos. En cuanto a la causa de beatificación del querido misionero, el padre Jorge García Méndez sostuvo que prosigue y que en este tiempo, el objetivo es promover la devoción y se está en la búsqueda de objetos que hayan sido de su pertenencia para poder hacer reliquias.
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Hoy, al conmemorarse el 40° aniversario de la partida del misionero scalabriniano Tarcisio Rubín, monseñor César Daniel Fernández presidirá la misa que se oficiará en la capilla del cementerio Cristo Rey, lugar donde descansan sus restos. En cuanto a la causa de beatificación del querido misionero, el padre Jorge García Méndez sostuvo que prosigue y que en este tiempo, el objetivo es promover la devoción y se está en la búsqueda de objetos que hayan sido de su pertenencia para poder hacer reliquias.
El padre Jorge expresó que la llegada del padre Tarcisio fue y sigue siendo una bendición para la Diócesis, para todo el pueblo, "es una herencia espiritual que tenemos que custodiar no solamente como misioneros scalabrinianos, sino como Iglesia. La sinodalidad nos da más fuerza para que vivamos el testimonio de Tarcisio, ese convocar para compartir la fe, ese invitar a la misión, porque la misión de los padres es bautizar sus hijos y acompañarlos en la fe. Todo este sentido de familiaridad con Dios que el padre Tarcisio hacía vivir, fue realmente hermoso. Cuando miramos esa figura maravillosa que tenemos de él tomando la mano de un niño, y levantando a un niño en medio de las cañas, es muy tierno, y padre Tarcisio fue así, maduro en la fe, pero con un corazón de niño", dijo.
En otro tramo, refirió que el padre Tarcisio supo llegar al trabajador, al hombre rudo que tal vez no le interesaba la fe pero que tenía sentimientos, "a ellos amó, vivió en medio de ellos y lo aceptaron, lo escucharon, acogieron la fe, recibieron los sacramentos. Así vivió Tarcisio, pasó por el mundo haciendo el bien y siempre al lado de los más humildes", finalizó.
Eligió quedarse en Jujuy
El padre Tarcisio Rubín nació el 6 de mayo de 1929 en el pueblo de Loreggia, provincia de Padua, Italia. Fue ordenado sacerdote, el 21 de marzo de 1953, en la Catedral de la Piacenza. Llegó a la Argentina el 9 de abril de 1974. En 1975 Dios guió sus pasos hacia el Norte argentino. Fue figura preponderante en el establecimiento y organización de los misioneros scalabrinianos en la ciudad de San Pedro de Jujuy, desde donde se canalizaron las actividades tendientes a la atención de los migrantes de toda la zona.
Fueron muchas las comunidades jujeñas y de otras provincias argentinas en las que el misionero dejó sembrada la semilla de la fe.
A fines de septiembre de 1983, el misionero cayó gravemente enfermo y fue derivado a un centro especializado en Córdoba. Pero desoyendo a toda prescripción médica, cumplió con el que sería su último sueño: volver a Jujuy. "Si algún día yo no vuelvo, es porque me quedé en el altiplano, volando como el cóndor en las cumbres nevadas", sentenció el misionero. Al llegar a San Pedro, siguió hasta San Francisco de Valle Grande, allí, pidió a la comunidad que preparara todo para la fiesta patronal del día siguiente y partió a visitar a las familias de Alto Calilegua.
El 2 de octubre, la directora y un grupo de niños de la escuelita de Alto Calilegua fueron a recibirlo a la entrada del pueblo. Luego de celebrar la misa a las 21, se retiró a orar a la capilla. Al día siguiente, el 3 de octubre de 1983, los niños fueron a despertarlo y encontraron su cuerpo sin vida tendido frente al altar. Los baqueanos bajaron sus restos en angarillas hasta San Francisco y desde allí fue trasladado hasta Libertador y luego a San Pedro de Jujuy. Sus restos descansan en la capilla del cementerio Cristo Rey de esta ciudad.