Además de presentar su disco, en Jujuy, brindó un taller de canto colectivo con caja, en el mismo espacio, y antes en el Tantanakuy infantil que se hizo en Humahuaca.
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Además de presentar su disco, en Jujuy, brindó un taller de canto colectivo con caja, en el mismo espacio, y antes en el Tantanakuy infantil que se hizo en Humahuaca.
¿Qué recordás de tu papá?
Tuve un padre bastante particular, lo recuerdo como un hombre muy tierno, que era como un niño más en la casa. Era una persona que viajaba mucho, que no hacía las cosas regulares que hacen todos los padres. En mi infancia me pesaban las ausencias y que fuera distinto, pero también tenía muchas otras cosas que hoy veo y valoro, que me fueron formando como artista. Con Marcelo y con Valeria, mis hermanos, nos criamos juntos, con mamá y Jaime y fuimos estimulados artísticamente. Mi viejo era muy inquieto, además de cantor y compositor, era muy interesado por las artes en general, visuales, artesanías; hacía cosas con barro.
Tan es así que en "El Encón", la casa que papá construyó en Salta, propiciada por la colaboración del Fondo Nacional de las Artes, él soñaba con levantar "El alto de las artesanías", que funcionaría como escuela de artes y oficios. No llegó a materializarse eso, pero sí fue punto de reunión de artesanos alfareros, de tejido, que sostenían ese patrimonio.
¿En qué te parecés a Jaime?
("En qué nos parecemos tú y yo en la nieve", recita mientras piensa la respuesta). En la curiosidad, en el deseo profundo de estar conectados con el todo, con nosotros mismos y con los demás. En nuestro caso, a través del canto, la palabra cantada, componiendo, escribiendo y también en el gusto por viajar, disfrutar el recorrido, conocer personas nuevas, realidades distintas y conectar con eso. A mí me convoca lo mismo, salvando las diferencias; somos dos generaciones distintas y además soy mujer. Mi viejo tenía la libertad de que él se iba y mi mamá se quedaba a cargo nuestro; yo tengo dos hijos, uno vive solo y el otro está conmigo; aunque nunca fueron un impedimento para hacer lo que creo que tengo que hacer.
Te criaste en el mundo de las letras, en un patio con músicos y poetas iban y venían. Sin embargo, te dedicaste primero al diseño de indumentaria. ¿En algún momento le fuiste esquiva a la música?
No, la verdad es que entendí a los 35 años que mi destino era el canto. Realmente antes no la veía, no pensaba que eso fuera para mí una vida profesional. De parte de mi mamá, mis tías, mi abuela, eran modistas, estaban vinculadas con lo textil, los hilos, las telas, las costuras. También recibí eso. Yo pintaba, dibujaba, tenía un interés particular por las artes visuales y la música, pero en realidad yo quería estudiar teatro, y no entré a la escuela.
Entonces, mi hermana, que ya estaba cursando arquitectura en la universidad, me cuenta que hay una carrera nueva, que es Diseño de Indumentaria y Textil. Así se dio, cursamos el Curso Básico juntas. Tuve momentos de crisis, sentía que me faltaba algo, ílas tablas me faltaban! (ríe mientras lo cuenta); el escenario. Y lo descubrí cuando vi una obra de danza contemporánea en el teatro San Martín. Ahí dije: 'Yo tengo que hacer esto, quiero estos vestuarios'. Terminé trabajando allí, con ese equipo, en esa sala.
Miraba entre bambalinas, ansiaba estar ahí, pero me daba vergüenza la exposición. Pasaron muchos años de ese inicio en el vestuario técnico. Lo hice durante 20 años, hasta que dije: 'Necesito cantar'.
En relación al canto, me fueron pasando cosas de forma natural y yo las fui tomando, todo se dio lento, pero continuo. Me dejé llevar, no me resistí. No hubo una idea previa de lo que debía ser.
A mí me cambió la vida el canto, me posicionó en otro lugar, me abrió los ojos, me conectó conmigo. Y cuando uno se conecta consigo, es más fácil conectarse con otros.
¿Cuánto hay de provincianía y cuánto de Salta en tu canto?
(íUf! -exclamó antes de hablar-). Yo creo que mucho, a pesar de no ser criada en Salta, pasó mucha gente de allá por mi casa; veníamos todos los veranos a Salta y Jujuy, siento un amor por la gente de ahí que me siento parte, los llevo muy adentro del corazón. Me crié en un pueblo, tengo contacto con lo próximo y con el prójimo, sabemos quién es quién; no somos anónimos. Tengo provincianía en mi entorno, soy amiguera (en eso también me parezco a mi viejo).
¿A qué le escribís y a qué le cantás?
No se conoce mucho mi veta compositora. Canto lo que siento, lo que me va pasando, lo que voy pensando; a lo que pasa a mí alrededor, en la proximidad y a nivel social. Me gusta mucho escribir; la escritura para mí es como un juego. En la pandemia escribí "Vidala de la libertad", pensando en todo ese contexto de encierro.
La libertad para mí es cantar, es una semilla que está en cada uno y hay que disponerse a vivirla.
"Mujeres Tierra" nació de una inspiración que me dio el libro de Aldana Loiseau sobre las bordadoras de Caspalá.
Después de diseñar, ser madre, esposa, etc., a 18 años de tu comienzo musical, ¿ya era "tiempo de florecer"?
Sí, totalmente. Este disco nació del libro "Mujeres tierra". Lo sentí muy mío. Yo venía cantando mis canciones muy por debajo, ni siquiera decía que eran mías. Me fui animando gracias a mis amigas, que me ayudaron a florecer. Uno no florece de manera individual, se hace de manera colectiva.
Intento generar espacios para darles la posibilidad de florecer a otras mujeres, no solo desde el escenario, sino también desde la docencia.
Portar el apellido Dávalos, ¿pesa o ayuda en la carrera musical?
Primero tengo que decir que, para mí, esto no es una carrera. Yo elegí un camino que se construye de manera fluida y natural. Beber de esa raíz no es un peso, es algo que se da naturalmente, siempre lo sentí de ese modo. Creo que lo mejor que se puede hacer con lo heredado es tomarlo, agradecerlo y también difundir y poner en valor esa obra, para que no quede perdido en el tiempo y se expanda. Agradezco cada día ser parte de una familia de creadores.
Una caricia al alma, desde la voz
PRESENTANDO SU DISCO EN EL “TIZÓN”
Volver a escuchar en un escenario jujeño la voz de Florencia Dávalos enternece el corazón. Sabedora de un legado que viene desde su abuelo Juan Carlos y reafirmado por su padre Jaime, es un juego de palabras, emociones, talentos... florece.
"Tiempo de florecer" el espectáculo con el que llegó (después de cuatro años) a Jujuy, hizo al público que se congregó en el centro cultural Tizón, reencontrarse con parte de uno de los momentos más hermosos y ricos de la historia del folclore nacional, en el cual Salta dio a duplas maravillosas de poetas sensibles y compositores de un talento indescriptible aún hoy estudiado y siempre con notas a descubrir. En este caso la dupla es la de Eduardo Falú y Jaime Dávalos. Florencia puso en escena versiones cariñosas, sentidas y entrañables de temas como "Canción del Jangadero" o la bellísima "Las golondrinas" y presentó temas propios de un trabajo minucioso en el que se va encontrando con ella misma en el rol de autora de temas que hablan del valor de las mujeres, de la América profunda. Son, en estos casos, las coplas que hablan por ella retumbando en una caja y con el acompañamiento de Rodrigo Cocha en guitarra.
"La libertad es semilla/ que en la simiente descansa/ dormida raíz profunda/ es árbol que no se tala...", dicen los versos de su "Vidala de la libertad", nacida en pandemia según explicó. "Un tiempo productivo" dijo y comentó que el disparador para otras coplas fueron fotografías de mujeres tejedoras de Caspalá de la gran artista y persona Aldana Loiseau. En el tema "Mujeres tierras", habla de ellas.
Con un legado muy fuerte, Florencia se desprende como fuerte rama de un gran y frondoso árbol y se descubre a los espectadores nuevamente con un talento como autora. Ya caminando sus propios pasos, haciendo su propio camino, con la potencia de su voz, acariciando el alma.
(Sandra Díaz -colaboración-)