Blanca y Aurelia estaban de mal humor, recriminándoles a sus maridos la dedicación de miradas que le profesaron a la actriz italiana, pero conforme llegábamos pasaron a otros temas. Buscamos por YouTube algunas películas en las que había actuado y era cierto, la dejamos ante el rancho del campesino tal cual aparecía en alguna que otra escena de hacía cincuenta años.
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Blanca y Aurelia estaban de mal humor, recriminándoles a sus maridos la dedicación de miradas que le profesaron a la actriz italiana, pero conforme llegábamos pasaron a otros temas. Buscamos por YouTube algunas películas en las que había actuado y era cierto, la dejamos ante el rancho del campesino tal cual aparecía en alguna que otra escena de hacía cincuenta años.
Pero ya no nos interesó más el tema. Compramos carne para un asado y desembarcamos en la casa del comisario para cocinarlo, pero en la puerta vimos sentado a un changuito de no más de diez años. Tenía cara de preocupado y enseguida nos recriminó lo tanto que nos demoramos. Los necesitaba, nos dijo.
Lo hicimos pasar, y mientras el padrecito se arremangaba para comenzar con el fuego, se sentó ante la mesa en la que Blanca le sirvió una taza de leche. Allí empezó a contarnos que todo comenzó con una muñeca que había encontrado en el basural de Huichaira. No era una muñeca bonita, o acaso lo fuera antes de quedar tan destruida, nos dijo.
Pensé en arreglarla para regalársela a mi hermana y me la llevé, desde entonces empezaron a pasar cosas raras y necesito que me ayuden. Al principio no lo relacioné con la muñeca, pero empezaron a desaparecer gallinas del gallinero de mamá y sospechamos de algún zorro travieso. Papá me puso de guardia para que gritara en cuanto lo viera, pero esa noche no pasó nada, como si supiera que lo esperaba.
El changuito nos contaba esas cosas mientras el perfume de la carne asada entraba por la ventana que daba al patio.