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Empleada de Canal 2 falleció y apuntan a la empresa

Pese a haber advertido ser una persona de riesgo, el multimedio le habria exigido seguir trabajando Contrajo Covid y falleció.

Viernes, 09 de octubre de 2020 01:01

Elizabeth del Valle Pérez falleció en la noche del miércoles, tras complicarse su estado de salud ya que padecía coronavirus y una fuerte neumonía. La joven, se desempeñaba en el call center de la empresa Nortelevisa SA, lugar donde habría contraído la enfermedad. Los familiares de la víctima apuntan contra el multimedio, por cuanto aseguran que la joven fue obligada a seguir asistiendo a su puesto de trabajo, aún habiendo dejado constancia de ser una persona de riesgo que padecía múltiples patologías de base.

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Elizabeth del Valle Pérez falleció en la noche del miércoles, tras complicarse su estado de salud ya que padecía coronavirus y una fuerte neumonía. La joven, se desempeñaba en el call center de la empresa Nortelevisa SA, lugar donde habría contraído la enfermedad. Los familiares de la víctima apuntan contra el multimedio, por cuanto aseguran que la joven fue obligada a seguir asistiendo a su puesto de trabajo, aún habiendo dejado constancia de ser una persona de riesgo que padecía múltiples patologías de base.

Tras luchar durante casi un mes por su vida, lamentablemente Elizabeth Pérez falleció. Y es que, según confirmó su hermana María, la joven de 38 años, al momento de contraer el virus padecía diabetes, sobrepeso e hipertensión, por lo que su salud se deterioró rápidamente.

Desde un primer momento la familia de Elizabeth apuntó contra Canal 2, responsabilizando a la empresa por su fallecimiento.

"Mi hermana era una persona de riesgo y la empresa donde ella trabajaba, Canal 2, siempre supo que era una empleada de riesgo y nunca le importó", dijo María Pérez, hermana de Elizabeth y agregó: "ella le pidió por favor a su jefe Sergio Sosa y a la dueña del canal Natalia Camusso que por favor la hagan trabajar desde la casa, cosa que se podía hacer porque ella estaba en la parte del call center donde solamente tenían que atender un teléfono, eso era todo".

Según relató la hermana, al principio la empresa le dio unos días de licencia, pero después se empezaron a contagiar los empleados y no tenían casi personal, entonces la volvieron a meter en el sector donde estaba el contagio, "la sacaron de su lugar de seguridad como es el hogar y la pusieron en la boca del lobo" ya que fue allí donde finalmente contrajo el virus.

"Estando contagiada y sintiéndose mal avisó a su supervisor, pero de todas formas la hicieron ir a trabajar estando ella con fiebre. Cuando vieron que ella no podía más, recién la dejaron ir a la casa cuando legalmente le correspondía", dijo Maria.

La familia también apuntó contra la obra social: "Medife se comportó de la manera más monstruosa; no la medicaron, no le dieron oxigeno. Ella sola se fue al hospital de campaña porque no podía respirar y ahí la trasladaron a la terapia. Tanto el canal como la obra social se tienen que hacer cargo".

¿Y de esta violencia d género quien se ocupa?

Tuvo que pasar. La muerte de una trabajadora, obligada a prestar servicios, aun cuando las recomendaciones médicas indicaban que se debía permitir el aislamiento, la cuarentena o por lo menos alguna forma de teletrabajo. Pero la decisión “empresaria” fue desconocer los derechos de la trabajadora. Ni las autoridades del gobierno se preocuparon. Las autoridades de los gremios tampoco tomaron nota de lo que estaba pasando. Hasta que el coronavirus, como era previsible, destruyó la salud de la señora Elizabeth del Valle Pérez, quien sufría de diabetes, hipertensión y otros males crónicos certificados. No le importó a nadie. Los empresarios demostraron que sólo eran “negreros” y quedó a la vista. 

Conocida la muerte de la empleada, que hasta último momento permaneció en su puesto, amenazada con la pérdida de su empleo, no se conoció ninguna manifestación de los empleadores, ni de los mercenarios que tiene al servicio de la destrucción de quienes no se rinden ante sus exigencias, pudieron decir ni una palabra, ni armar ningún argumento para defender al patrón. El silencio cómplice es la demostración de la catadura moral del medio, sus propietarios y sus voceros.

El silencio es la confesión de parte que exime de más pruebas. Ahora que todos los colectivos de género pelean por sus derechos, de esta violencia de género, explícita, insensible y mortífera que terminó en una tragedia, de estos “empresarios” y su elenco de panelistas estables que todos los días pretenden enseñar a vivir a los jujeños, ¿quién se ocupará?

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