Si bien en política los mariscales de campo de cada fuerza miden y ponderan la efectividad de las estrategias que diseñaron en función del resultado obtenido en las urnas, la campaña previa a estas elecciones, sea cual fuera el desenlace, volvió a adolecer de ideas y de propuestas: un pecado que, por reiterado, ya se torna preocupante.
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Si bien en política los mariscales de campo de cada fuerza miden y ponderan la efectividad de las estrategias que diseñaron en función del resultado obtenido en las urnas, la campaña previa a estas elecciones, sea cual fuera el desenlace, volvió a adolecer de ideas y de propuestas: un pecado que, por reiterado, ya se torna preocupante.
¿Por qué debería considerarse un pecado? Porque ese vacío de contenidos, de proyectos y debates provoca un daño, transitorio, pero daño al fin, en la calidad institucional de la democracia argentina, al restarle transcendencia a la discusión proselitista y convertirla en un mero cruce discursivo, efímero y hastiado de chicanas inconducentes.
Se trata además de una falencia que a simple vista no parece casual ni fortuita, sino todo lo contrario: pergeñada y promovida por los operadores políticos de las agrupaciones que se disputan el Poder, ya que a las palabras, al barullo en definitiva se lo lleva el viento, pero en cambio, las promesas de campaña, luego, en algún momento, deberían tratar de cumplirse.
Lamentablemente, fracasó el debate de candidatos de la provincia de Buenos Aires, aunque más lamentables resultaron las justificaciones lanzadas en canon por las hordas de aduladores ubicadas de un lado y del otro de la "grieta" frente a lo que significa otro yerro de quienes priorizan sus conveniencias personales por sobre lo que deberían ser intereses colectivos.
"Deberían ser" porque no parece existir una real demanda de la ciudadanía para que los postulantes a cargos públicos en cada elección se sienten todos! a debatir, a presentar propuestas y se comprometan a desarrollar una agenda de trabajo específica en el caso de alcanzar el puesto al que aspiran.
Quizá porque la democracia argentina, si bien intenta madurar, aún es joven, lo que también implica que la sociedad todavía esté transitando por un proceso de aprendizaje en cuanto a sus derechos, deberes y obligaciones; o quizá por la presunción de que los políticos recurrirán indefectiblemente al atajo fácil del alboroto antes que tomar coraje y adentrarse en compromisos que luego deban ser honrados y que supongan un riesgo, un costo, en caso de fallar... Lo cierto es que no genera ruido que un debate quede trunco en la Argentina.
La ciudadanía argentina no debería resignarse así, tan mansamente, a convertirse en rehén de los caprichos políticos.
A pesar de todo, luego de las elecciones de hoy se abren nuevos desafíos para el Gobierno nacional y también para la oposición en la Argentina.