Está en la cartelera del Cine Alfa de nuestra capital, la esperada película "El Clan", con el protagónico ovacionado de Guillermo Francella en un personaje que redobla la apuesta de su ya conocido y reconocido talento; y lo secunda Peter Lanzani.
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Está en la cartelera del Cine Alfa de nuestra capital, la esperada película "El Clan", con el protagónico ovacionado de Guillermo Francella en un personaje que redobla la apuesta de su ya conocido y reconocido talento; y lo secunda Peter Lanzani.
La película se ambienta en Argentina, comienzos de los años '80. Detrás de la fachada de una típica familia del tradicional barrio de San Isidro, se oculta un siniestro clan dedicado al secuestro y asesinato.
Arquímedes, el patriarca, lidera y planifica los operativos. Alejandro, el hijo mayor, estrella del club de rugby Casi y jugador del mítico seleccionado Los Pumas, se somete a la voluntad de su padre para identificar posibles candidatos y se sirve de su popularidad para no levantar sospechas. Los integrantes de la familia son cómplices en mayor o menor medida de este accionar macabro, viviendo de los beneficios que obtienen de los suculentos rescates pagados por los familiares de los secuestrados.
También actúan en esta producción Lili Popovich, Gastón Cocchiarle y Franco Masini, dirigidos por otro nombre con mayúsculas en el cine nacional de los últimos tiempos, Pablo Trapero.
Se trata de un filme apto para mayores de 16 años que cuenta un historia real y cruel de nuestra historia policial argentina.
En "El Clan", Trapero reconstruye a la familia Puccio en su verdadera escala y su protagonismo en la crónica policial de principios de la década del 80, nunca antes reflejada por el cine.
Este trabajo permite una reflexión sociológica de los hechos.
La historia real
En 1982, Argentina vivía varios momentos claves, el primero era que la dictadura cívico-militar buscaba una manera de poder perpetuarse en el poder con un plan que terminó resultando un disparo por la culata, manotazo de ahogado que forzó la vuelta al estado de derecho, a las instituciones de la democracia y también invitó a la reflexión.
Todavía era difícil derribar algunas construcciones que se habían institucionalizado con el terrorismo de Estado, organizaciones paramilitares, como por ejemplo la Triple A, y su desactivación dio nacimiento a lo que en aquellos tiempos se conoció como "mano de obra desocupada", con gente que sabía cómo esconder su miserabilidad.
¿Qué otra cosa que el lugar de acción separa a José López Rega, que llegó a ser ministro e ideólogo de un momento trágico de nuestra historia, de militares que con mayor o menor rango cometieron crímenes de lesa humanidad, o del enigmático -ex service probablemente- Arquímedes Puccio, y su familia que durante cuatro años conmovieron a San Isidro?.
El filme de Pablo Trapero supera la frontera de lo anecdótico, del simple anuncio de que lo inmediato a ver está "basado en hechos reales", para convertirse en un análisis de una sociedad que se había acostumbrado a aquello de que el fin de uno justifica los medios, y de que es posible convivir, a pocos metros de distancia, con el horror con mayúscula.
Arquímedes era, para los vecinos del barrio, un padre prolijo al que le gustaba repasar con la escoba la vereda y trabajador, con familia ejemplar, hijos que estudiaban en colegios de primerísimo nivel y que como Alejandro -el preferido que jugaba al rugby con actitud ganadora, incluso en el seleccionado Los Pumas-, todos eran chicos honestos.
En verdad, el pasado de este hombre era un enigma y su presente escondía muchos secretos, sin embargo eso poco parecía preocupar a quienes del otro lado de la medianera o en la vereda de enfrente suponían que los Puccio conformaban una familia muy normal, respetable, incluso a imitar: su puesta en escena era perfecta, sin costuras visibles.
Pero papá y mamá Puccio, y dos de sus tres hijos varones al menos, con otros cómplices, se dedicaban a secuestros, en este caso extorsivos, con el simple fin de de recaudar mucho dinero.
Para Arquímedes, igual que para su esposa Epifanía y hasta sus hijos Alex, jugador del Club Atlético San Isidro, y Daniel, alias "Maguila", alcanzar la meta de lograr dinero implicaba hacer lo que fuera con absoluta frialdad, actitud que Trapero pone en primerísimo plano a la hora de describir a la familia. Hay algo importante que logra Trapero: no convertir a Arquímedes Puccio en un Hannibal Lecter.