Casi cuatro años después de la invasión rusa, Ucrania enfrenta una guerra de desgaste que redefine su mapa, su economía y la vida de sus ciudadanos. Moscú controla alrededor del 20% del territorio ucraniano, pero sus avances son lentos y costosos, mientras Kiev resiste al borde del colapso económico y depende casi por completo del respaldo internacional. Entre pérdidas humanas masivas, ganancias territoriales limitadas y economías al filo, el conflicto se perfila como un enfrentamiento prolongado que marca un nuevo precedente para Europa y para la geopolítica global.
En medio de ese sombrío panorama, las negociaciones entre Estados Unidos y ambos países enfrentados deja una luz de esperanza.
Desde que Vladimir Putin ordenó la invasión a Ucrania, el 24 de febrero de 2022, Europa ha visto resurgir en su territorio una guerra de estilo clásico en su estrategia de despliegue militar y tácticas de combate. En el trasfondo, un conflicto de carácter geopolítico con eco mundial.
Moscú sigue reclamando a Ucrania como parte de los "territorios históricos" rusos, evocando nostalgia de la desaparecida Unión Soviética que –como recuerda Carlos Alberto Patiño en su libro 'Guerra en Ucrania'– ignora el orden internacional construido en el siglo XX, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, el cual reconoce el derecho a la autodeterminación de los pueblos como principio básico del Derecho Internacional.
Esta disputa entre una visión de autoritarismo y otra arraigada a la soberanía se ha visto encendida por lo que el Kremlin percibe como una amenaza existencial: la OTAN y sus extensiones hacia el flanco oriental, con lo que explícitamente ha justificado la invasión.
En medio, enormes costos materiales y pérdidas humanas para Kiev y Moscú, pero también con consecuencias para Europa, que marcan un nuevo precedente ante ocupaciones y guerras en el mundo.
Costo territorial
Desde el inicio de la invasión actual, hace casi cuatro años, el mapa de Ucrania se ha visto cercenado por dos vías: las capturas de territorios en el campo de batalla por parte del Ejército ruso y los cuestionados referendos del Kremlin.
Actualmente, Rusia controla alrededor del 20% del territorio ucraniano: las provincias de Donetsk y Lugansk, en el este,–pertenecientes a la gran región del Donbass– y Jersón y Zaporizhia en el sur, esta última con la mayor planta nuclear de Europa.
La cifra incluye a Crimea, anexada por Moscú en 2014, y las franjas de territorios en Donetsk y Lugansk que desde ese año ya controlaban los separatistas prorrusos.
Ucrania aún controla alrededor del 12% del Donbass, que contiene la mayor cantidad de las tierras raras, también apetecidas por Donald Trump.
Durante el último año, las fuerzas rusas han expandido lentamente el territorio que controlan, principalmente en el este de Ucrania.
Según el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW por sus siglas en inglés), entre enero y agosto de 2025 las tropas de Moscú capturaron aproximadamente 2.346 kilómetros cuadrados de territorio ucraniano y tomaron control de unas 130 localidades.