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La herencia de Francisco y los desafíos de León XIV

Martes, 30 de diciembre de 2025 10:58
EL PAPA LEÓN XIV, EN SU PRIMERA APARICIÓN DESDE EL BALCÓN CENTRAL DE LA BASÍLICA DE SAN PEDRO EN EL VATICANO, EL 8 DE MAYO PASADO.

LIC. ALEJANDRO SAFAROV

La muerte del papa Francisco marcó el final de un pontificado que quedará inscripto en la historia como uno de los más singulares y disruptivos de la Iglesia contemporánea. Primer papa latinoamericano, primer jesuita en llegar al trono de Pedro y voz constante del Sur global, Francisco no gobernó desde la comodidad de la tradición, sino desde la incomodidad profética. Su papado estuvo atravesado por una idea central: la necesidad de que la Iglesia vuelva a mirar al mundo desde las periferias sociales, económicas y culturales.

Los ejes del magisterio de Francisco fueron la justicia social, la defensa de los migrantes, el cuidado del ambiente, la crítica a un capitalismo excluyente y el compromiso con las enseñanzas de Cristo, todos ellos inmortalizados en sus encíclicas: Lumen fidei (La luz de la fe, 2013), sobre la fe; Laudato si' (Alabado seas, 2015), sobre el cuidado de la casa común y la ecología integral; Fratelli tutti (Hermanos todos, 2020), sobre la fraternidad y amistad social; y Dilexit nos (Nos amó, 2024), centrada en el Corazón de Jesús y el amor divino. Denunció con claridad la "economía que mata", alertó sobre la crisis climática cuando aún era incómodo hacerlo y colocó a los pobres en el centro del mensaje evangélico, no como objeto de caridad sino como sujetos de dignidad. En política internacional, su voz fue escuchada porque habló sin alineamientos automáticos, apostando al diálogo en un mundo cada vez más fragmentado.

Con su muerte se cierra una etapa profundamente marcada por América Latina, pero no se clausura su impronta. La asunción del papa León XIV —primer pontífice nacido en Estados Unidos y, al mismo tiempo, profundamente vinculado a Perú y a la experiencia pastoral latinoamericana— representa una continuidad inesperada. No se trata de un giro hacia el Norte global, sino de un puente entre mundos. Su trayectoria misionera y episcopal en América del Sur le permitió conocer de primera mano la desigualdad, la religiosidad popular y las tensiones sociales que atraviesan a la región.

El nuevo papa asume en un contexto particularmente complejo. El mundo atraviesa una transición hacia un orden multipolar, con tensiones crecientes entre Estados Unidos, China, Rusia y potencias emergentes, conflictos regionales persistentes y una crisis de gobernanza global evidente. En este escenario, la Iglesia enfrenta desafíos enormes: recuperar credibilidad frente a sociedades secularizadas, dialogar con culturas diversas, responder a las nuevas pobrezas y evitar quedar atrapada en lógicas ideológicas que la alejen de su misión espiritual.

León XIV hereda una Iglesia más consciente de su rol global, pero también más exigida. El desafío será sostener el legado de Francisco -una Iglesia cercana, humilde y comprometida- sin perder capacidad de diálogo con un mundo plural y fragmentado. En tiempos de polarización extrema, la Iglesia puede seguir siendo uno de los pocos espacios capaces de tender puentes, promover la paz y recordar que la dignidad humana no depende del poder, la nacionalidad ni el mercado.

El paso de un papa del Sur global a un papa del Norte con alma latinoamericana simboliza, quizás, la mejor síntesis posible para esta etapa histórica: una Iglesia que ya no pertenece a un solo hemisferio, sino que asume su vocación verdaderamente universal en un mundo que busca, desesperadamente, sentido y equilibrio.

 

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