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30 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Ocloyas... día de agosto

Martes, 30 de septiembre de 2025 21:57

** "Cuando cae la noche en Ocloyas,

pasan camiones

con rollizos de quebracho..."

"Santas memorias/ me han traído aquí" así, incesantemente y como una obstinada evocación repetía al final de cada estrofa la "Vidala de los Abuelos", de Manuel Gómez Carrillo y Ricardo Rojas.

Y a mí también el deseo memorable de profunda, obstinada evocación me regresó a Ocloyas, un reseco y polvoriento domingo de agosto. Pasaron más de cuarenta años, antes de volver a caminar sus callejas solitarias, sus altos pinares, su capilla -obra inicial de los Jesuitas, allá por el 1600 y pico-, sus casas de una digna y recatada sencillez, su cementerio frente a la capilla con sus cruces viejas como el origen precolombino de esta población.

Ocloyas, esa suerte de alhajita resguardada por los cerros de la vuelta. En suma, una íntima y bucólica manera de entender la vida. Y los que así no lo entienden se marchan, porqué aquí en Ocloyas también se cumple la sentencia del Poeta Italiano, Césare Pavese: "Los pueblos fueron hechos para irse".

Pasaron como digo, más de cuarenta años de mi primera visita, de aquel lejano y hoy renovado deslumbramiento. Otra vez los múltiples recodos, curvas ascendentes y descendentes del camino, todo ello generosamente aderezado por profundos y oscuros barrancos completando así, un derrotero de cerros a la vuelta y hondos abismos. Aunque es justo decir también que, todo el trayecto desde que se deja atrás el asfalto de la calle Las Vicuñas, en el Barrio de Chijra de San Salvador de Jujuy, ya es una fiesta para los atentos ojos del viajero: Pie de la Cuesta, Tilquiza Corral de Piedra... mojones que el hombre en afán de sentar su presencia en estas oquedades del planeta, va ocupando secretas geografías.

Recónditos y antiguos signos vitales para los ojos citadinos del viajero quien cuesta arriba y de asombro en asombro, va enfiestando sus ojos, mientras el ómnibus al mando de un muy avezado chofer con rumbo norte, avanza guiado por expertos reflejos.

Finalmente, y aunque el camino ahora devenido en senda, continuará hacia el oriente por Las Yungas, hasta Fraile Pintado y Ledesma, al final de una última cuesta descendente, aparece la esperada y silenciosa Ocloyas. Porque amigos, en este lugar y a modo de sabia elección pareciera habitar el silencio que apenas, si es rasgado por el canto de un gallo, el mugido de un vacuno proveniente de un faldeo vecino o el silbo pertinaz del viento -más grave o más agudo- según los designios y formas de los altos pinos que gruesamente, sombrean las calles.

Callecitas breves en sus recorridos y delgadas en sus anchuras. Apelando a la memoria puedo reconocer que en cuarenta años hubo cambios: la capilla ha sido prolijamente remozada y una alambrada semicircular la circunda como si de delimitar los dominios de la fe, se tratase.

Una moderna y prolija construcción da cuenta de su escuela primaria, algunas casas de madera con cierto grado de industrialización han renovado la fisonomía de su breve urbanidad mientras que otras más antiguas, se han visto beneficiadas con ampliaciones como si sus paredes originales, le pidiesen mayor presencia y espacio a su entorno: un alero de chapas, una pieza más para él o la hija que desea continuar la vida cerca de sus mayores o por el contrario, que ahora solo vendrán de visita y claro está, una habitación de usos múltiples, etc. Todo ello, como apéndices arquitectónicos empeñados en demostrar que aquí también, la vida se renueva.

Alzando la vista hacia los cerros vecinos del sur, veo una privilegiada cumbre coronada por una cruz blanca. Del lado por donde irrumpe el sol otro cerro, con una cueva en lo alto y me pregunto si ya estaría de antes o alguien, se decidió a cavarla para esconder un desengaño.

Es un domingo propicio para la Marcada de hacienda en el corral del Alto y los Gauchos del lugar, junto con los "agauchados" llegados de la ciudad ensayan sus destrezas, previo a la enlazada "dendeveras". Manos y brazos expertos van soltando sus lazos apuntando a la cabeza de un imaginario novillo. Ya comenzada la función, acaban de pialar al torito mestizo de cara blanca (careta) y a una vaquillona overa, ambos en el suelo y preparados –sin saber- para la ceremonia del "Casamiento".

Ya están uno al lado del otro, resignados a un breve apresamiento. Ambos ya están "amañados" y cubiertos por un poncho colorado el cual, es presagio de un pronto romance: "Señora dueña de casa/ que hoy día tiene señal/ Dios quiera que para el año/ la hacienda llene el corral", dice la antigua copla lugareña.

Mientras tanto abajo, las casas del pueblo han quedado solas, apenas si un perro echado cerca de la tranquera y unas gordas y relumbrosas gallinas, se encargan de dar vida a la propiedad. Es que sus moradores están allá arriba, en un acontecimiento más que dictamina el año calendario, previo a la Fiesta de los Gauchos y de la Virgen, respectivamente.

Desde el Alto llegan los gritos y jaraneo de la concurrencia hasta cada una de las casas solitarias y los perros levantan de cuando en cuando sus orejas, creyendo adivinar el grito alborozado de su amo. Es que aquí en Ocloyas al menos, todo ocurre cerca y no hace falta irse demasiado lejos para "hacer algo".

En el corral la fiesta sigue y luego de la celebración de la Pachamama, ceremonia a la cual también fui invitado, los gauchos en fila india y lazo en mano, van recibiendo a modo de buen augurio a su inminente función, un vaso de Chicha. Previamente, darán su ración a la madre tierra arrojando un breve chorro para que respetuosamente ellos, le alivien su sed de agosto. Ocurre que en este mes todo es sequía y el tierral ventoso, invita a cerrar los ojos, aunque no sea para dormir. Sabido es que los distintos trabajos que indica el calendario sanitario anual para el ganado vacuno más que trabajo, es una función que se cumple como un acontecimiento colectivo. Está visto que en ellas los gauchos lugareños como hoy día por ejemplo, hacen de las programadas tareas del campo, una reunión social.

Todos participan, las familias y jóvenes muchachas que admirarán a su gaucho y él corresponderá a su dama, obsequiándole su mejor "pialada". Justo es reconocer que no es el momento óptimo para el estado corporal de los vacunos, es que el invierno viene llegando a su fin y los rebrotes de pasto natural, todavía no han aparecido. Aunque menguadas sus energías, "los bichos" parecieran esmerarse en sus esfuerzos por esquivar lazo, tal vez para que el paisanaje se luzca ante la concurrencia. Hay un presagio de res, en el destino del novillo y aunque bastante "flacuncho" todavía, sabe que los rebrotes no tardarán en verdear intensamente las praderas de Ocloyas. Entonces sí, los carniceros de los suburbios ciudadanos -pilones mediante- vendrán a mirarlos con ojos secretamente codiciosos aunque a la vista del dueño, los observen con "cara de nada".

Pero estamos en agosto y se bebe chicha (ancestral bebida) y las jóvenes amablemente andan entre los visitantes jarra en mano, convidando un vaso de esta suerte de elixir de los pueblos que transcurren recostados, sobre el cordón andino. Campea la cordialidad vecinal para con los llegados de parajes vecinos o de San Salvador de Jujuy, portando su condición de forasteros y todo atisbo de discreción pronto, desaparecerá gracias a la amable hospitalidad de los vecinos de Ocloyas. Luego vendrá el vino morado para asentar el asado con que los dueños de casa, agasajarán a los Invitados.

Sencilla y noble condición de los ambientes rurales que ven resguardadas sus costumbres por el cobijo de una geografía íntima y propicia, para continuidad de las ceremonias a cielo abierto.

Pronto todo ha de acabar, los lugareños han de bajar al pueblo nuevamente, las camionetas llegadas de la ciudad se marcharán como vinieron. El viento que como una pertinaz garganta, aun presta su voz a los altos pinos aunque pronto ha de llamarse a silencio, antes que la noche de Ocloyas se prepare para un sueño alto y montañés. Puertas adentro, mientras un leño demore su final de ceniza y el cielo ya comience a asomar sus candiles, una vieja zamba tenaz y renaciente, dará cuenta de su razón de ser: *** "Qué suerte que es chico mi pueblo/ la gente ni sabe que existe".

 

*Ocloyas: Según Diccionario General de Jujuy Edición 1993 - Tomo VIII - Pags. 3668/3669/3670: Se asienta en el Departamento Dr. Manuel Belgrano - alt. snm: 2.000mts. - Se accede desde San Salvador de Jujuy por rutas provinciales, sin asfalto: 35 y 29. Distancia aproximada desde SS de Jujuy: 60 kms. El nombre Ocloyas pertenecía a una fracción Omaguaca, habitantes de la zona. Dicho vocablo provenía de la voz: Okkilo: Mujer fuerte, valerosa y fecunda, algo así como una representación de la Pachamama (Madre Tierra). Originalmente la región fue habitada por Los Ocloyas, considerados un pueblo laborioso y pacífico. Ellos fueron quienes al momento y comandados por Guido Teluy o Diego Tolay, salieron al encuentro de los españoles. La primera entrada Misional por los Jesuitas a dichos dominios, ocurrió entre 1637 y 1639, quienes fundaron allí una Reducción y de cuya precisa localización a la fecha, no se tienen precisas referencias.

**Canción de Ocloyas Letra y Música: O.A. Berengan

***Mi Pueblo Chico (zamba). Autores: María A. Christensen y Luis A. Pérez Pruneda.

 

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