El observador que cierra un año... y despierta otro.
"No son nuestras habilidades las que muestran lo que somos, sino nuestras elecciones."- Harry Potter y la Cámara Secreta.
Y si no fuera la vida la que pesa... ¿y si fuera el modo en que la estamos mirando?
¿Y si el cansancio que sentís no viniera solo de lo que hacés, sino del lugar interno desde donde lo hacés?
Cerrar un año no es únicamente hacer balances, pagar cuentas o sobrevivir a la agenda.
Cerrar un año es, sobre todo, detenerse y mirarse mirando.
Una cosa es lo que pasa. Otra, cómo lo vivimos.
La psicología, la neurobiología y el coaching ontológico coinciden en algo esencial: la realidad no se vive tal como es, sino tal como la interpretamos.
Y acá quiero ser clara: no se trata de negar lo que sucede. No se trata de negar la inflación, la incertidumbre, el cansancio cotidiano ni lo que duele. Tampoco se trata de espiritualizar el sufrimiento ni de "pensar lindo" para tapar lo real.
Se trata de ir un poco más allá.
Porque una cosa es el hecho.
Y otra muy distinta es el observador desde el cual ese hecho se vive.
Desde el coaching ontológico, Humberto Maturana lo expresó con claridad: no reaccionamos a la realidad, reaccionamos a la explicación que hacemos de ella (Maturana, 1997).
¿Qué observador sos cuando vivís tu vida? Cerrar un año nos invita -quieras o no- a una pregunta profunda y, a veces, incómoda:
¿Desde qué lugar interno interpreto lo que me pasa?
¿Desde el miedo o desde la posibilidad?
¿Desde la carencia o desde lo que ya aprendí?
¿Desde un yo actualizado... o desde identidades viejas que sigo habitando?
Muchas veces creemos que estamos cansados porque "hacemos demasiado". Pero tal vez estemos agotados por vivir siempre desde el mismo lugar interno.
Guiones que repetimos. Eric Berne, creador del Análisis Transaccional, hablaba de los guiones de vida: programas inconscientes que se escriben en la infancia y se repiten en la adultez, como una obra que vuelve a representarse una y otra vez, aunque el escenario haya cambiado (Berne, 1964).
Guiones de sacrificio. Guiones de exigencia. Guiones de "tengo que poder". Guiones de supervivencia.
Y acá aparece algo clave: el inconsciente no distingue pasado de presente; distingue repetición.
La rueda que no se detiene: Sísifo versión actual. Tal vez por eso tantas vidas se parecen al mito de Sísifo: empujar la piedra, llegar a la cima, verla caer... y volver a empezar.
Esfuerzo. Sacrificio. Logro. Caída. Otra vez esfuerzo.
No porque la persona no sea capaz. Sino porque vive atrapada en el programa de la supervivencia.
Un programa que mantiene la agenda llena, la mente ocupada y no deja espacio para el ocio creativo, contemplación ni descanso real.
Y sin esos espacios, no hay digestión emocional. Y sin digestión emocional, no hay transformación.
Cuando el miedo ya no protege. La neurobiología lo explica con claridad: cuando el sistema nervioso vive en modo amenaza constante, muchas veces no responde a peligros reales del presente, sino a memorias emocionales que no pudieron resolverse (Porges, 2011).
Es miedo antiguo. Es protección que ya no protege.
Así como muchas personas quedan emocionalmente ancladas en la edad donde faltó amor, también quedan habitando identidades viejas, aunque hoy sí tengan recursos, fuerza y experiencia.
¿Y si esto que vivimos fuera, en parte, un sueño repetido? La película ¿Y tú qué sabes? lo plantea de forma provocadora: gran parte de nuestra experiencia cotidiana es una construcción automática de la mente, sostenida por hábitos neuronales, emociones conocidas y creencias heredadas.
No es fantasía ingenua. Es neuroplasticidad.
Joe Dispenza lo explica con claridad: el cerebro aprende por repetición y el cuerpo termina siendo la mente que fue entrenada durante años (Dispenza, 2014).
Cambiar la vida no es solo "pensar distinto". Es interrumpir el automático.
Los miedos que proyectamos afuera. Como en Harry Potter, muchas de las amenazas que vemos afuera son proyecciones de nuestros propios miedos, creencias y límites.
El problema no es el miedo. El problema es darle todo el poder.
La ciencia muestra que el humor, la respiración consciente y el cambio de foco activan endorfinas y regulan el sistema nervioso, permitiendo que lo que parecía monstruoso... se disuelva.
No se trata de pelear con la sombra. Se trata de dejar de alimentarla sin darnos cuenta.
No empujes el río. Quizás la clave no sea empujar más fuerte. Quizás sea, como dice la sabiduría oriental, no empujar el río: fluye solo.
Respirar no es solo automático. Respirar puede ser un acto de conciencia.
Aprender a tomar aire es aprender a tomar la vida. Dejarlo entrar es habilitar lo nuevo.
Soltar el aire es soltar identidades que ya cumplieron su ciclo.
Todos somos programadores. La diferencia es si lo hacemos en piloto automático o en presencia.
2026: el año de despertar. Tal vez no sepamos todavía cuál es el camino correcto. Pero muchas veces sí sabemos cuáles no lo son.
Ya jugamos demasiado tiempo al juego del dolor, al juego de la infelicidad, al juego de domar el temperamento creyendo que el control trae paz.
Todo control rígido solo preserva aquello que quiere evitar.
Ser soberano no es controlar. Es elegir conscientemente.
Ser soberano es descubrir: el poder de la palabra, el poder del observador, el poder de la conciencia, el poder de la frecuencia que habitamos.
Que el 2026 no sea solo un cambio de calendario. Que sea un acto interno de despertar.
(*) Licenciada en Psicología; coach ontológico profesional; magister en Salud Pública; facilitadora en procesos de comunicación, y en entrenamientos a líderes. pamela_arraya@yahoo.com.ar, cel 3884416256.