Estos 80 años de una larga marcha iniciada, un 17 de octubre de 1945 por la libertad del líder político argentino más reconocido del siglo XX, Juan Domingo Perón, coincide con la Paz del mundo y el fin de la II Guerra Mundial, tan esperado, por la enorme mortalidad causada directamente a Europa y algunos países de oriente y en menor proporción al resto; por los daños económicos y de otros sectores; por la enormidad de personas afectadas en sus condiciones físicas y psíquicas; por el cuantioso daño al medio ambiente y por ser continuidad de guerras territoriales que llegan hasta el presente, y no se puede hablar de una paz total.
Hace 80 años del fin de esa II Guerra fue motivo de significativa celebración, se pensaba que no iba a producirse otra guerra, pero no fue así. Si se contabiliza la cantidad de guerras en los diferentes países llegaríamos a la triste conclusión, que nunca hubo paz y que la industria armamentista siguió creciendo de forma alarmante, apoyada negativamente por la ciencia, que debería estar sólo al servicio humano y no de su destrucción. Hablando de estos 80 años que nos recuerdan también el lanzamiento por parte de EE.UU. de dos bombas atómicas, sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, al final de la guerra con más de 200.000 víctimas y cuyos daños al ser humano del país nipón, hasta hoy se sufre. Mientras exista un país en conflagración no podemos callar, sea en el lugar que sea del mundo debemos luchar por la Paz.
Este hecho internacional de la guerra estuvo incluido en la realidad de nuestro país, por más neutralidad que se declare es imposible hablar de no afectación, de indiferencia y de no injerencia. Siempre dolerán las muertes a causa de guerras, siempre se acompañará con alimentos, medicamentos y con un pedido de paz.
Nuestro país vivía una etapa política de inestabilidad. Gobiernos originados en la crisis de 1930 y que diera lugar al llamado primer golpe institucional, con intervención cívico-militar y que derrocara al segundo gobierno de Hipólito Yrigoyen, que sufrió la crisis económica internacional de 1929, conocida como el “crack del 29” y afecto a la mayoría de las economías del mundo, a causa de la Gran depresión por casi una década de quiebras bancarias, desempleos y pobreza extrema. Por eso veremos como los gobiernos de tipo liberal surgidos en la década de 1930 no pudieron salir superadores de sus respectivas administraciones y llevaron a la mayoría de la población a sufrir una situación calamitosa, conocida como la “Década Infame”.
Dice Ernesto Palacio en su Historia Argentina, Los últimos años: “Era evidente que el país necesitaba -y ansiaba- una revolución fundamental, en los aspectos social, político y económico, y en el sentido en que la había insinuado Yrigoyen. La revolución de septiembre de 1930 había establecido un régimen que, en substancia, no era otra cosa que la restauración por la fuerza de lo que la ciudadanía había repudiado; un asalto hacia atrás. Había establecido una oligarquía política que se sostenía por el rigor policial y el fraude electoral. Este régimen no había podido renovarse internamente, y en las postrimerías de la presidencia del doctor Castillo preparaba una nueva candidatura impopular en la persona de un magnate azucarero (Dr. Robustiano Patrón Costa) que iba a imponerse por un nuevo fraude... El 4 de junio por la mañana la Convención del Partido Demócrata se reuniría para votar definitivamente el nombre del magnate salteño y la forma de su elección. No habría tiempo. Antes de la hora indicada, fuerzas de Campo de Mayo a las órdenes del general Rawson marchaban al centro de BsAs. Había estallado la insurrección del ejército y provocó la caída del gobierno de Castillo. Este levantamiento militar, costo la vida de alrededor de 30 hombres y un centenar de heridos, debido a un tiroteo frente a la Escuela de Mecánica de la Armada, su director ordenó a sus marineros disparar, sobre una columna integrada por 10.000 soldados, causa de una gran confusión y de lamentables resultados, según el historiador de “Perón” Joseph A. Page. A día siguiente Rawson renunció y asumió el General Pedro P. Ramírez. A continuación, se intervino todas las provincias y se disolvió el Congreso. Al año siguiente enero de 1944 se rompen relaciones con Japón y Alemania. En febrero por un movimiento interno renuncia Ramírez y asume el ministro de Guerra, general Edelmiro J. Farrell.
Desde los inicios del movimiento de 1943 se sintió la presencia del joven coronel Juan D. Perón, a quien se le atribuye la paternidad de la proclama del 4 de junio, comienza como subsecretario del ministerio de guerra y en noviembre de 1943 se lo nombra titular de la Secretaría de Trabajo y Previsión y en marzo de 1944, cuando asume Farrell como presidente, lo sucede en la cartera de Guerra. Casi inmediatamente se lo elige vicepresidente para caso de acefalía. En agosto de 1945 reemplazo a Farrell cuando viajó a Paraguay en vista oficial. En uso de estos cargos logró imprimir al gobierno revolucionario la orientación para el logro de sus objetivos en busca de asociar lo político con los problemas sociales más postergados e ignorados, esto no pasó desapercibidos por los intereses amenazados que se reunieron para su defensa. En los primeros días de oct. de 1945, un motín militar de jefes de Campo de Mayo impulsó su alejamiento de las funciones de gobierno y detención e Isla Martín García.
El 17 de octubre fue el grito apasionado de un pueblo que se encontró con un líder que supo interpretar sus necesidades vitales y luchó por su libertad con todas las fuerzas demostradas en la memorable jornada.
Ya aproximada la noche del 17, Perón y Farrell, se asomaron al balcón de la Rosada y se desató el grito apasionado de la multitud, que tuvo una duración de 15 minuto y partía de una concentración popular de 300.000 personas, según los cálculos más razonables. Luego pidió se entone el Himno Nacional e improviso un discurso que emocionó el corazón del sufriente pueblo.
Cuando llegó a la presidencia, el 4 de junio de 1946, una ley del Congreso lo ascendió a general de brigada. También expresó públicamente sus objetivos políticos, que consistían hacer de Argentina una nación “socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”. En el plano políticoinstitucional dos grandes logros: materialización del voto femenino (1947) y reforma constitucional por una nueva carta que respondiera a los tiempos actuales y al cumplimiento de los objetivos señalados. Juan D. Perón se despidió el 1 de julio de 1974 y en ejercicio de su tercera presidencia murió con la Patria convulsionada socialmente, con problemas económicos y políticos, que dieron lugar a la última dictadura de 1976.