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“Jujuy le han puesto de nombre debe ser cosa de Dios”

Miércoles, 15 de enero de 2025 08:59

Por un acto fatal aun no concebido, un día el Gran Poeta Martín Raúl Galán, nos dejó para siempre, se fue su nombre por algún rumbo de la Cruz del Sur a caer lejos, con su último aliento se disipó la luz de su cuerpo y nos dejó un concierto de asombros y maravillas metidos en los tuétanos de su mágica poesía. Saber que fue,  en la plenitud de aquel enero de 1963, cuando los sones de la natividad aún eran repiques de alguna caja y los reyes si eran tres o cuatro, ya no me acuerdo, habían domesticado en la antípoda un lejano desierto; Martín Raúl se fue muy solo y muy lejos a ser noticia de la tristeza más grande de aquel tiempo: Jujuy perdía en un accidente fatal a uno de sus mejores arquitectos de las Letras, ya había dejado para despedirse un tríptico de amor y muerte, desde: Se me ha perdido una niña (1951), Carne de tierra (1952) y Ahora o nunca (1960) y había echado al olvido, su primer libro “Huerto”, publicado en 1942.

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Por un acto fatal aun no concebido, un día el Gran Poeta Martín Raúl Galán, nos dejó para siempre, se fue su nombre por algún rumbo de la Cruz del Sur a caer lejos, con su último aliento se disipó la luz de su cuerpo y nos dejó un concierto de asombros y maravillas metidos en los tuétanos de su mágica poesía. Saber que fue,  en la plenitud de aquel enero de 1963, cuando los sones de la natividad aún eran repiques de alguna caja y los reyes si eran tres o cuatro, ya no me acuerdo, habían domesticado en la antípoda un lejano desierto; Martín Raúl se fue muy solo y muy lejos a ser noticia de la tristeza más grande de aquel tiempo: Jujuy perdía en un accidente fatal a uno de sus mejores arquitectos de las Letras, ya había dejado para despedirse un tríptico de amor y muerte, desde: Se me ha perdido una niña (1951), Carne de tierra (1952) y Ahora o nunca (1960) y había echado al olvido, su primer libro “Huerto”, publicado en 1942.

De ese primer hijo intelectual “Huerto”, en la Bio. De sus OC (2004) Edic. Cuadernos del Duende - dice: “obra silenciada por él mismo” y en “Carne de Tierra”, (1952) 2da. Edic.: no lo menciona. Pero es muy interesante el poema que entrega en su primer libro: “El Mensaje”, que se adelanta 10 años al momento de publicar su arquitectura poética, dice el Poeta: “Me han nacido antenas / para recibir el mensaje de la tierra. // Mil tentáculos florecen en mi cuerpo / para atrapar el secreto. Estos versos iniciales de su “mensaje”, ya nos habla de un designio que siente latir en su dimensión creativa y que lo llevará a la búsqueda de un “secreto”, que de seguro posee la magia de lo que algún día logrará su obra, pero sí reconoce que está entrando en una instancia que le produce un estado de angustia y espera, por lo que tendrá que realizar y expresa: “Mis raíces se hunden en el barro / en pánica comunión; / pero no puedo transmitir el canto. / ¡Es tan corta mi voz / y tan grande el milagro!” …  Por fin en esa búsqueda ve el compromiso enorme de su canto, y lo imposible, que su árbol creativo pueda dar algún fruto aún, y dice: “Me doblo como un sauce / para recoger las palabras del arroyo, / y me yergo como un pino; pero el mensaje /del agua y del viento es un tesoro / que me está vedado todavía. // ¡Alguna vez me lo dirá la vida!

Como sabemos pasaron diez años para que el prodigio de un tercer hijo intelectual pudiese indagar desde su nombre la poética hechura de “Carne de Tierra”, metáfora de la vida y de la muerte, “donde el hombre apacienta el eterno secreto de las cosas” y “…nuestros difuntos / besan las hojas húmedas de los álamos” y remite su momento creacional a su propia existencia, cuando dice: “Desde la vibrante carne de mi tierra, / … / una mujer me nombra. // Ella toca el pulso ciego de mi sangre / … / con la rotunda presencia de una madre.” Y somete la figura del infinito nombre para lograr el canto más excelso, cuando expresa: “Sólo para honrar mi tierra / el cielo desciende por los tarcos / y bendice de azules / los altos balcones del milagro.”

Luego presenta: “Concierto para una tarde de verano”. Y de juveniles recuerdos del poeta surgen sus notas de: “Esta tarde nos trae el saludo de lejanas y sonrientes / muchachas “y de “cosas obstinadamente inolvidables,” Y acentuando un invisible tiempo señala para su canto: “Éste es el momento de encender la palabra precisa / y soltarla como una flecha ebria / para que se incendien las ramas del lapacho / y arda el canto de los coyuyos sobre el derramado cielo / de los jacarandáes.   // Mientras busco esa palabra inasible … he aquí que recuerdo haber visto, … una alegre avenida de tamarindos adolescentes. / Y por ella marchaba aquel muchacho silencioso cuyo retrato / se desangra en la niebla de un álbum ya perdido / para siempre. En otra parte de su canción de estío marca sones de un corazón enamorado, cuando dice: “Yo me acuerdo de una plaza provinciana de azahares y sonrisa. / Era el tiempo inefable en que una mujer guardaba para mí / en los relicarios de su cuerpo, los dulces signos del amor que habría de venir.”

Y así, como escribió por el amor, escribió sobre la muerte y en el movimiento IV de su concierto, nos dice: “¡Oh, absorta pasajera!, / mientras naufraga el eco inhábil de mis palabras / pienso que no hay labor más ardua, más profunda, / que esta tarea de hacer confidencias del asombro. // En verdad que nada hay más difícil / ni más heroico / que desafiar la muerte en un poema.

El que escribe sobre la vida desafía a la muerte, pero también el que escribe un soneto “A la Muerte”, como lo hace Guillermo Blest Gana, poeta chileno de ascendencia irlandesa (1829-1905), además de alguna manera la desafía (fragmento): “… Más hoy que a mi te acercas fría, muda, / sin odio y sin amor, ni hosca ni afable, / en ti la majestad de lo insondable / y lo eterno mi espíritu saluda. // y yo, sin la impaciencia del suicida, / ni el pavor del feliz, ni el miedo inerte / del criminal, aguardo tu venida; / que igual a la de todos es mi suerte: / cuando nada se espera de la vida, / algo debe esperarse de la muerte.”  

Si estás esperando Martín Raúl, allá en tu lugar de los infinitos dones, que describen las palabras misteriosas para todas las personas, justas, buenas, probas en cada instancia de la vida nuestra, ten la seguridad que tu poesía es un bálsamo perpetuo, que permanecerá intacto en los corazones y en las mentes de todos los jujeños.

 

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