En el artículo de la semana pasada desarrollamos dos aspectos del no. Los no que recibimos en nuestra vida y cuando precisamos poder decir que no.
inicia sesión o regístrate.
En el artículo de la semana pasada desarrollamos dos aspectos del no. Los no que recibimos en nuestra vida y cuando precisamos poder decir que no.
Algunos lectores nos hicieron algunas consultas y comentarios, sin más te comparto los mismos.
¿Por qué algunos padres no pueden poner límites?
Hay muchos aspectos que se juegan a la hora de poner límites. Veamos algunos de ellos:
Por culpa. Algunos padres trabajan mucho por necesidad, otros porque les cuesta las relaciones de afecto y prefieren la seguridad de un rol laboral, antes que estar en casa. Si además están llenos de juicios e interpretaciones, compensarán su no estar complaciendo por culpa.
Por no poder mirar a nuestros hijos. Sucede que a veces en lugar de mirar a nuestros hijos, estamos mirándonos a nosotros mismos. Quienes venimos de una generación donde todo estaba pautado, llevamos ciertas sensaciones de opresión, porque siguiendo a Barilko en "El miedo a los hijos", es como enseñar a romper las cadenas, pero luego no sabemos cómo guiar en el qué hacer con esa ruptura.
Damos una libertad sin establecer fronteras. Y ello deja sin delimitación a nuestros pequeños, generando vacíos que luego serán llenados con dependencias, hábitos negativos, escasa tolerancia a la frustración.
Por miedo. Miedo al rechazo, miedo a ser vistos como los malos de la película.
Confusión: confundir nuestro lugar y rol. Hay muchos adultos confundidos. Donde en lugar de ser adultos, actúan desde su parte niña, inmadura, desconectada, dejando que los niños sean los grandes.
Por no estar presente. Vivir en el presente implica una conexión con la realidad en el aquí y ahora. En su mayoría, la cultura promueve las nostalgias y miradas al pasado o al futuro. Transitamos entre estados de ánimos negativos, deprimidos y ansiedades. Poner límites implica una lectura del aquí y ahora. Frente a quien estamos, en qué momento, situación. Saber cuál es la necesidad, prioridad. Por inmadurez e incapacidad de tolerar la frustración del rechazo o enojo que pudiera expresar el niño ante un no.
Situaciones:
"Me cuesta mucho decir que no, y cuando lo digo, me preguntan ¿por qué?". Ante esta situación hay personas que tienen algunas de las siguientes respuestas:
R1: "No sé por qué se me anuda la garganta y no puedo expresar. Sé lo que siento, pero no puedo decirlo" Aquí debes saber que es vital poder escuchar tu cuerpo. El cuerpo tiene razones y también sabiduría. Escúchalo. Respétate.
R2: "No sé identificar lo que siento, es solo la sensación". Que aún no puedas verbalizar la sensación no significa que no puedas poner un límite. No necesitas dar razones, ni estás obligado a dar explicaciones. Solo basta con decir que no.
R3: "Como antes dije que sí, ahora siento que no puedo decir que no". Tienes el derecho de cambiar de opinión. Y no eres responsable de la frustración del otro.
Es importante recordar que estamos hablando de límites en situaciones y relaciones cotidianas. No aplica a compromisos asumidos, como por ejemplo, los laborales donde hay acuerdos establecidos y que lo que yo asumí hacer es un eslabón en la cadena de acciones.
R4: "Como no puedo decir el porqué o tengo miedo de que el otro se sienta mal, voy cediendo hasta que llego a un punto, donde ya no pude decir no y estoy ante una situación que se me escapó de las manos". Ejercer la responsabilidad es que puedas velar por ti. En el mundo adulto, nadie te cuidará. Solo tú eres el guardián de tu tiempo, de tu cuerpo, de tus emociones. Cuando no ejerces tu libertad de decir al otro que "no", a quien no dices si es a ti mismo. Negarte a ti mismo está lejos de una autoestima saludable.
Recuerda también que, aunque tu mente te diga "pero ya cediste mucho, ahora no puedes parar", siempre puedes detenerte. Es preferible cuidar de tu ser que cuidar lo que puedan opinar sobre ti.
R5: "No me siento del todo incómodo, una parte quiere y otra no". Si estás ambivalente, es preferible esperar hasta que estés seguro. Avanzar con dudas solo te traerá malestar. Ese estrés queda en tu cuerpo y tarda en poder salir. Te quedarás con una sensación desagradable de no haberte escuchado y también afectará a la relación, porque algo de la confianza se pierde con el otro. Quien te respeta no te insistirá. Su propio beneficio no estará sobre el tuyo.
Algunos tips
Tienes el derecho de decir sí o no sin tener que dar explicaciones. Para poder decidir qué quieres, escucha tu cuerpo, ánclate en el presente. Confía en tu sensación. Jamás te obligues a algo de lo que tienes dudas. Identifica juegos manipuladores. Si te quieren hacer sentir mal, si te responsabilizan o echan la culpa. Si ponen en juego el afecto. Si juegan con tus emociones o sentimientos de soledad. Aprende de las experiencias del pasado sin juzgarte. Haz una lista de las cosas, situaciones, personas a las que quieres decir que "no". Qué no quieres en tu vida ya. Qué relaciones ya no quieres tener. ¿A quién necesitas poner límites? ¿Necesitas algo para poder hacerlo?
Haz una lista de los sí que quieres en tu vida. Lleva a la sensación lo que sentirías en tu cuerpo con cada uno de estos sí. Experimenta esa emoción y grábala en tu cuerpo. Dite: "Ahora me digo sí", "Ahora me doy el permiso", "Para mí está bien".
Abraza al niño interior que hay dentro de ti y desde el adulto que hoy eres di: "Yo soy el adulto, yo te sostengo", "Yo soy el adulto, yo llevo el mando", "Yo soy el adulto, yo te cuido", "Yo soy el adulto, yo te guío".
El aprendizaje de la puesta de límites se teje desde nuestra más profunda infancia. El apego sano es fundamental. Esto simplificado es haber recibido en nuestra piel, en nuestro ser la construcción de contacto, seguridad. De haber sido mirados e interpretados en nuestras necesidades. Y así como fuimos sostenidos, luego nos sostendremos y acompañaremos. Muchas veces sucede que por razones de heridas de nuestros padres o cuidadores, este soporte emocional no está y no aprendimos a sostenernos, a darnos la seguridad de estar bajo el mando de alguien o algo que nos protege, nos respalda, nos cuida, ama y guía. Por lo que nos tocará crecer y asumir el poder aprender.
Por último, si alguna vez has estado expuesto por no haber podido decir que no, escríbete una carta. En lugar de enojarte, resistir, cerrarte, rechazarte; date el soporte necesario para no juzgarte. Perdónate. Abrázate: "Yo me perdono por no quedarme conmigo mismo cuando más me necesitaba", "Yo me perdono por no darme lo que necesito", "Yo me abrazo cuando me equivoco en la toma de decisiones por no saber priorizar", "Yo me perdono por lo que no me di cuenta".
(*) Coach ontológico profesional; magíster en Salud Pública con mención en Atención primaria de la salud; especialista en Salud Pública; consteladora; facilitadora en procesos de comunicación, resolución de conflictos, expansión de la conciencia, liderazgo; coordinación de grupos y conciencia de redes; y facilitadora en entrenamientos a líderes en gestiones de oratoria y comunicación; [email protected], Cel. 388-4416256.