inicia sesión o regístrate.
Ayer, no sólo la comunidad sampedreña sino las de distintos puntos de la provincia, recordaron la figura de Ignacia Wierna, una mujer que hizo de su vida una ofrenda de amor, caridad, servicio y trabajo abnegado. Fue fecunda la siembra que dejó a su paso. Su alma generosa le permitió ver más allá de los que otros podían mirar, acudía presurosa a realizar donaciones para los comedores de la parroquia. Cuántos niños y ancianos tenían un plato de comida gracias a su solidaridad, llegaba cada semana llevando cajones con verdura, con mercadería y no dudaba en brindar su ayuda a los que necesitaban.
Ignacia Wierna residía sobre la avenida Tarcos del barrio Providencia, de San Pedro de Jujuy, y con gran tristeza contemplaba junto a un grupo de vecinos la lamentable situación existente en un predio abandonado en la esquina de Tarcos y Martín Fierro del barrio Güemes. Propició entonces con sacrificio y esfuerzo propio, la erradicación de un basural en el que se cometía toda clase de vandalismo en perjuicio de las familias. De a poco, ese sitio se vio transformado en una hermosa plazoleta y en el centro se levantó una singular gruta, donde meses después fue entronizada la imagen de la Virgen de Urkupiña, traída desde el Valle de Quillacollo, Bolivia. Así, Wierna junto a otros devotos, dejaba escrita otra página de la historia de San Pedro de Jujuy con la inauguración y bendición de la gruta en el 2006 y cuya festividad se celebra cada 15 de agosto.
Ignacia Wierna consagró su vida a la Virgen y fue su esclava hasta el día de su partida, acaecida el 15 de julio de 2014. Transcurrieron ya 10 años y aquella mujer humilde, que nunca ostentó riquezas, sigue viva en el recuerdo, en el corazón de todos. Dejó un importante y maravilloso legado, el de pasar por la vida haciendo el bien, el de tener la humildad de compartir los dones que Dios da con los que menos tienen, el de acoger al enfermo, al necesitado y extender en todo momento su mano solidaria.