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Halló parte de la magia de su Yala natal en la nívea Suiza

A sus veinte años, Francisco De la Quintana vive en Lenzerheide, un hermoso valle alpino que es destino para esquiar.
Lunes, 02 de diciembre de 2024 00:08
ZERMATT | EL JUJEÑO FRANCISCO DE LA QUINTANA SOBRE EL RÍO MATTER VISPA.

En el escenario de la vida, las revelaciones se manifiestan de la manera más curiosa. Se encuentran allí, latentes, como esperando a presentarse en la vida de las personas; sólo que se debe estar ávido a la hora de captar las señales para que sean hechos reales.

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En el escenario de la vida, las revelaciones se manifiestan de la manera más curiosa. Se encuentran allí, latentes, como esperando a presentarse en la vida de las personas; sólo que se debe estar ávido a la hora de captar las señales para que sean hechos reales.

Así, la fuerte convicción de que anhelar en grande pueda ser posible, es lo que motivó a Francisco De la Quintana a plantearse un propósito muy especial. El optimismo y las ganas de explorar el mundo se fusionan en este jujeño de veinte años que tuvo la claridad mental para dar vuelta su vida y proyectar un rumbo que no deja de sorprenderlo. "Siempre desde que era chiquito tenía ganas de viajar, me gustaba aprender y conocer otras culturas. Cuando vi que la vía para hacerlo era el intercambio, apliqué para viajar y así poder tener una experiencia", inició el relato sobre su aventura, este joven que gracias al Rotary Club, vivió un año en Suiza.

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Su primer contacto con la cultura europea fue en Schaffhausen, un pueblo que le dio la bienvenida a través de paisajes imponentes y aires de renovación con un encanto particular.

"Al venir aprendí alemán y mejoré mi inglés. Mi experiencia fue hermosa, conocí a la familia con la que conviviría, también integrantes del Rotary, me recibieron", develó De la Quintana con voz entusiasta al descubrir la majestuosidad de un lugar único en el mundo.

Los paseos y la experiencia de recorrer y notar que todo a su alrededor era deslumbrante, se constituyó en novedad para sus retinas. Aunque la parte más difícil -pero lejos de ser imposible de sobrellevar- fue la parte de la comunicación ya que, si bien, tenía conocimiento del inglés por su formación educativa en nivel inicial, primario y secundario en el Colegio Del Salvador, vio que en Suiza no lo practicaban tanto.

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Sin entender demasiado el idioma, pero apoyado con el amor de su familia jujeña que no dejó de faltarle, ni el apoyo fundamental de su entorno de intercambio, él siguió incólume en su pacto con el desafío que se había impuesto tiempo atrás. "Al principio no entendía nada cuando iba a la escuela Kantonsschule Schaffhausen, así que me hice amigo de un chico mexicano y gracias a él de a poco pude conversar con los demás. Me costaba pero logré comprender cómo es el día a día, desde que a las 7 u 8 salía y volvía a las 16. De a poquito me fui integrando", aseguró. Como la esencia argentina es única, la amistad es un vínculo que aparece enseguida; no obstante en Suiza, es distinto y todo llega en su momento.

Y aunque la cercanía con sus pares de aula y de intercambio costó en el inicio, el esfuerzo por animarse a aprender alemán fue lo que los conmovió de inmediato. "Me esforzaba por entenderlos y supe que es con la práctica que se llega a comprender mejor. Viajamos por distintos lugares, en trenes y colectivos", dijo este joven que en el país de los maravillosos Alpes, aprendió a esquiar en una pista de avanzada. "La primera vez que toqué un esquí estaba ansioso, no tenía idea. Fuimos con mi amigo mexicano, un sueco y una francesa que directamente nos llevaron a esquiar como si ya supiéramos hacerlo. En realidad, primero debíamos aprender en un lugar chiquito, pero lo bueno es que ahora lo hago bastante bien", dijo.

Después de las emociones vividas con intensidad, regresó a Argentina para pensarlo mejor hasta que todas sus preguntas, tenían una sola respuesta; Suiza. "Me fui a Jujuy con ganas de quedarme aquí. Empecé viendo cómo podía, porque es complicado ingresar a trabajar aquí, a Suiza. A no ser que se trate de un profesional especializado para entrar y de una, quedar permanente", comentó De la Quintana. Sin embargo, la idea cerró por todos lados cuando su prima lo esperó para viajar a Europa nuevamente y allí, el envión que estaba esperando se exteriorizó en una gestión para viajar juntos.

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"En marzo nos fuimos a Italia y tratamos la ciudadanía en Sicilia. Encontré un montón de argentinos, había playas y tuve que esperar hasta acostumbrarme a hacer las cosas solo. Sentí que era lo que tenía que hacer", explicó. Ya en territorio suizo, logró trabajar de camarero en un restó argentino donde se desempeñó durante un mes. Allí notó que se habla un dialecto especial que combina lo suizo-alemán, pero también está el francés, el italiano y el romance. "Me acuerdo que en las clases, los 'profes' me daban libros de alemán y participaba de las clases prácticas de biología y química, eran de experimentos que me abrieron la mente. Eso me hacía pensar en seguir viajando", indicó De la Quintana que se reencontró con un país igual de lindo que cuando lo dejó.

"Me volvió a recibir la última familia de intercambio pero sólo por unos meses, como conseguí trabajo, pude mudarme a otro pueblo", indicó este jujeño que hoy vive en Lenzerheide, donde se desempeña en un centro de esquí y refuerza sus conocimientos en comunicación, mejorando la técnica al esquiar complementándolas con caminatas al aire libre para adaptarse al clima. "Lo que me hace recordar a mi Jujuy son las montañas en la época en la que están verdes, es como Yala, hay mucho bosque. Los ríos son distintos y profundos", aseguró el joven agradecido con la vida, ante las oportunidades que fue aprovechando y con su familia; porque lo acompaña desde el amor incondicional en la distancia.

 

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