95 años de camino en la vida, y casi los mismos en la música, porque comenzó muy temprano, en su Bolivia natal, son sólo un aliciente en la cotidianeidad del maestro Mario Camacho.
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95 años de camino en la vida, y casi los mismos en la música, porque comenzó muy temprano, en su Bolivia natal, son sólo un aliciente en la cotidianeidad del maestro Mario Camacho.
Con tanto camino andando, no ha perdido el respeto por el compromiso con el público que lo sigue muy fiel, y amoroso. El último encuentro convocado por la Secretaría de Cultura de la Provincia, para el ciclo "Maestros y discípulos", fue con él. Un día antes había estado internado por alguna pequeña dolencia fruto de la edad y la vida misma, pero se levantó para decir presente en esta charla- homenaje, a un gran referente de la música jujeña y alrededores.
Es que si bien nació en Oruro (Bolivia), ya en los años 50 se había instalado en nuestra provincia. Vivió en La Quiaca y luego en nuestra capital, y de la mano de Gallito Venencia, a quien había conocido en su país, llegó a los escenarios jujeños para quedarse.
Aquí en Jujuy es donde comenzó a tocar el saxofón, que es el instrumento con el que se casó y con el que todos lo conocemos.
Recorrió además escenarios de Chile y Bolivia, como solista y también con distintas formaciones.
El encuentro de "Maestros y discípulos" se hizo en el Caja (Centro de Arte Joven Andino), donde se convocó mucha gente que lo esperaba para charlar de su vida, sus anécdotas y profundizar en sus emociones. Tal es el objetivo de este ciclo que lleva adelante la Secretaría de Cultura de la provincia, que preside José Rodríguez Bárcena; de la mano de Luis Canciani, coordinador de Gestión Cultural de este organismo.
El encuentro comenzó como no podía ser de otra manera, y a pedido del propio Camacho, tocando. Y no quiso sentarse sino "caminar" entre los micrófonos y el público, porque esa siempre fue su forma de encontrarse con la gente, susurrándole o divirtiéndolos invitándolos a bailar, con el instrumento que tanto ama.
Tras la presentación del secretario de Cultura, el maestro se sentó en el living especialmente preparado para la charla que luego mantendría con la moderadora María Eugenia Montero (periodista cultural).
Entre el público, había músicos amigos, familiares, y muchos /as seguidoras que no faltan a ninguna ocasión donde puedan encontrarse con el artista. Días antes de este encuentro, también habían estado presentes en el breve acto del Concejo Deliberante de San Salvador de Jujuy, donde fue reconocido como Ciudadano Ilustre.
La charla sirvió para contar un poco de su trayectoria, de su amor por Jujuy, y emotivamente era inevitable para el maestro hablar de sus colegas, con los que conformó bandas y orquestas, que ya no están. Y se permitió contar una intimidad, "tengo en mi casa un altarcito, donde están todos mis muertos, mi esposa, mis amigos músicos". Es su forma de tenerlos presentes y de honrarlos.
También contó de su tristeza y su pesar por esas ausencias, pero también de los logros de su camino musical.
Tan grande y tan generoso, tras la charla siguió tocando y ante el saludo de los funcionarios organizadores, recibió como obsequio un book de fotos realizadas por Walter Reinaga, donde se retrata al maestro, tocando, acariciado el saxo, y en su propia casa, donde las paredes están llenas de recuerdos.
Pareciera que el tiempo no pasa cuando no hay olvido, y entonces, entre los saludos y las fotos finales de este penúltimo encuentro del mencionado ciclo, apareció un seguidor/ recopilador entre el público, que traía un disco de vinilo de una de las formaciones del maestro, Mario Camacho y Los Manes, para que le firma la portada del disco. Sin dudas, un momento que refleja claramente, sin tanta tecnología de por medio, la fidelidad de un público genuino, que esperó este momento para encontrarse con el músico, abrazarlo, y llevarse este recuerdo.
Camacho se inició en la música con el estudio del clarinete requinto en Mi bemol, bajo la dirección del Maestro Rigoberto Saenz. A los 17 años de edad, conformó su primera orquesta conocida como Los Cardenales de España, y fue invitado por primera vez a la Argentina como músico por Ambrosio "Gallito" Venencia, a quien había conocido en Villazón, Bolivia.