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Ocuparnos en vez de preocuparnos es la clave

Sabado, 26 de octubre de 2024 00:13

En la vida diaria, es común enfrentarnos a situaciones que nos generan incertidumbre. En esos momentos, la preocupación aparece como una respuesta natural, como una señal de alarma que parece avisarnos que algo no está bien o que no tenemos el control sobre lo que está sucediendo.

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En la vida diaria, es común enfrentarnos a situaciones que nos generan incertidumbre. En esos momentos, la preocupación aparece como una respuesta natural, como una señal de alarma que parece avisarnos que algo no está bien o que no tenemos el control sobre lo que está sucediendo.

Sin embargo, la preocupación, por sí sola, no nos conduce a ningún lugar productivo. Nos atrapa en una espiral de pensamientos negativos, mientras que la acción, la capacidad de ocuparnos, es lo que realmente marca la diferencia en cómo enfrentamos los desafíos.

Es fundamental entender que preocuparse y ocuparse no son lo mismo. Preocuparse implica quedarnos estancados en el pensamiento de lo que podría salir mal, en un estado de anticipación del futuro que nunca llega, donde no se hace más que desgastar la energía mental y emocional.

En cambio, ocuparse significa tomar responsabilidad, hacer algo al respecto, y ese "algo" puede ser una pequeña acción, un primer paso que nos saque de la parálisis de la preocupación y nos devuelva el sentido de control sobre nuestras vidas. El acto de ocuparse, en lugar de preocuparse, es un hábito que se puede cultivar conscientemente.

En primer lugar, es útil distinguir entre lo que está bajo nuestro control y lo que no lo está. Muchas veces, la preocupación nace de intentar controlar lo incontrolable: las reacciones de los demás, el futuro incierto, las circunstancias externas. Al aceptar que no todo está en nuestras manos, podemos liberarnos de una gran parte de esa carga y concentrarnos en lo que sí podemos hacer. A esto se lo llama una "gestión efectiva del enfoque".

Cuando dirigimos nuestra atención hacia lo que podemos hacer, en lugar de lo que nos hace sentir impotentes, comenzamos a generar soluciones prácticas. Tomemos, por ejemplo, una situación común: estar preocupados por la salud. La preocupación constante por lo que puede ir mal no mejora nuestra condición física ni emocional. Sin embargo, al ocuparnos de ella, ya sea adoptando hábitos de vida saludables, buscando el consejo de un especialista o practicando el autocuidado, estamos dando pasos reales para influir positivamente en nuestra situación. Cada pequeña acción cuenta, y cada vez que nos ocupamos, nos estamos empoderando, eligiendo movernos hacia el bienestar.

Además, hay un aspecto emocional profundo que subyace al acto de ocuparnos. Al tomar acción, nos estamos dando un mensaje claro: "soy capaz de enfrentar lo que venga". Nos alejamos del papel de víctimas para asumir el rol de protagonistas. Este cambio interno tiene efectos significativos en nuestra autoestima y en cómo percibimos nuestra capacidad para gestionar las dificultades. La acción, por pequeña que sea, nos devuelve la confianza en nosotras mismas y nos recuerda que, aunque no tengamos el control total, siempre podemos hacer algo.

Ocuparse también implica cultivar una actitud de presencia, de estar aquí y ahora. La preocupación nos lleva al futuro, a ese terreno incierto y lleno de "qué pasará si...", mientras que la ocupación nos ancla en el presente. A través de la acción consciente, aprendemos a habitar el momento actual, reconociendo que el único lugar donde podemos realmente influir es el ahora. Este enfoque presente nos permite manejar los desafíos con mayor claridad y serenidad.

En resumen, ocuparnos en vez de preocuparnos es una elección consciente que nos lleva a una vida más plena y efectiva. En lugar de quedar atrapados en pensamientos que no nos conducen a ninguna parte, podemos tomar las riendas de nuestra realidad y empezar a actuar. Si bien no todo está bajo nuestro control, siempre hay algo que podemos hacer, y en esa acción reside nuestro poder. Namasté. Mariposa Luna Mágica.

 

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