A fines de la década de los años treinta Humberto Iriarte acompañado de su esposa María Luisa Torres fundaron la Empresa Fúnebre "La sin rival".
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A fines de la década de los años treinta Humberto Iriarte acompañado de su esposa María Luisa Torres fundaron la Empresa Fúnebre "La sin rival".
Hoy sus hijos Abel y Carlos se encuentran al frente de la misma ocupando el mismo predio que les heredó su padre en calle San Martín al 200 de la capital jujeña.
El matrimonio tuvo ocho hijos, cinco mujeres y tres varones, habiendo fallecido recientemente Aurelio Alfonso además de Rosa y Ana Aidé.
Abel Iriarte recordó que su padre falleció cuando él tenía solamente 17 años y su hermano mayor, Aurelio, 21 años, quien junto a su madre se pusieron al frente de la empresa.
"Por aquel entonces la calle San Martín era doble mano con un boulevard con palmeras al medio", recordó con emoción en diálogo con El Tribuno de Jujuy.
Por aquel entonces contaban con una carroza fúnebre, una carroza porta corona y una diligencia, todas tiradas por caballos percherones de gran porte, de color negro, y conducidas por cocheros que vestían con galera y frac.
Recordó también que, por aquel entonces, los servicios se brindaban de manera particular en virtud de que no existía el "afiliado" y tenían en la Unión Ferroviaria a los principales clientes ya que les prestaban servicio a ellos y a varios gremios más, además de la comunidad en su conjunto.
El empresario aseguró que eran muchos los féretros que se utilizaban, de diversa calidad y modelos, y había algunos sumamente lujosos, los cuales a lo largo de los años brindaron servicio a destacadas y tradicionales familias jujeñas.
Un servicio especial
Entre los recuerdos que la empresa tiene en su haber, uno de los más importantes es el servicio brindado el 26 de junio de 2007, cuando debieron preparar el traslado del reconocido médico Mario Socolinsky quien se encontraba dando charlas de capacitación sobre el cuidado de la salud, y enfermó de una fuerte neumonía que desembocó en un paro cardíaco.
Iriarte aseguró que en los primeros años los velorios se realizaban en las viviendas y ahí se debía levantar la "capilla ardiente", contando en un momento con un fondo de vitraux, una composición elaborada con vidrios de colores, pintados o recubiertos con esmaltes, que pesaba bastante y que fue reemplazada por una cortina.
Asegura que todo fue cambiando con el tiempo y que hoy la gente ya no compra los ataúdes caros, abovedados o de madera cara, que venían con herrajes de bronce, desde las manijas al Cristo que lleva en la tapa.
Recuerdos y anécdotas
Las carrozas fúnebres tiradas a caballo en varias oportunidades fueron utilizadas por los estudiantes para "El vegigazo" que se realizaba para la Fiesta de los Estudiantes.
En cuanto a los Kaiser Carabella, los mismos fueron adquiridos por un coleccionista de la ciudad de Córdoba.
Carlos Martínez, amigo y empleado más antiguo de la empresa, recordó que en una oportunidad trasladando un féretro por Las Lajitas, un automovilista les advirtió que estaban por "perder el cajón" porque se había abierto la compuerta de la camioneta y ya estaba próximo a caerse y no se habían dado cuenta del percance.
Cambio de Carrozas
Con el transcurso del tiempo la primera empresa fúnebre de la provincia fue adecuando el parque automotor de acuerdo a los requerimientos de la época, habiendo incorporado a la flota rodados de fabricación nacional, entre ellos el Kaiser Carabella, construido por Industrias Kaiser Argentina, empresa radicada en la provincia de Córdoba, pasando por distintas marcas.