En plena plaga de langostas, nos contaba en un audio Pierre Donadou Quispe, un niño harapiento y hambriento le dijo al jeque que tenía el remedio para esos males. Lo dijo en medio del consejo de sabios, astrólogos y doctores, quienes se rieron de su descaro.
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En plena plaga de langostas, nos contaba en un audio Pierre Donadou Quispe, un niño harapiento y hambriento le dijo al jeque que tenía el remedio para esos males. Lo dijo en medio del consejo de sabios, astrólogos y doctores, quienes se rieron de su descaro.
Pero mi tatarabuelo le prestó atención, nos siguió contando refiriéndose a quien decía que fue su antepasado, y tras darle permiso para hacerlo, el niño flaco sugirió que ordenara a sus súbditos que comieran, desde ese día, sólo langostas. Ya verá como no pasa una semana sin que se terminen.
Y pongamos que sea cierto, opinó muy engreído uno de los sabios del consejo, ¿cómo vamos a convencer a la gente que cambie de dieta? Muy fácil, dijo el niño. Mande ya mismo que le cacen cien langostas para el desayuno, trescientas para el almuerzo y otras tantas para la cena.
Tras escucharlo, el jeque comprendió rápidamente su sabiduría: si él, que era el más poderoso del reino, empezaba a comer langostas, sus súbditos no dudarían en seguir su ejemplo. Así lo hizo, y así fue que se terminó la plaga de langostas, dijo Pierre Donadou Quispe y luego agregó que lo mismo pasa con nosotros.
Somos apenas personajes de estos Laberintos. Como personajes de un cuento, no corremos riesgo de contagiarnos el coronavirus, pero si nuestros lectores leen que nos contamos los cuentos por WhattsApp, respetando la cuarentena, van a seguir nuestro ejemplo y quedarse en casa. Por eso es que, en los Laberintos Humanos, hace ya varios capítulos que nuestros cuentos son virtuales.