Se aproxima agosto, mes cargado de relatos de magia e identidad para los pueblos puneños, en los que se mezcla lo religioso con los rituales ancestrales heredados desde tiempos inmemorables. Es el momento de agradecer a la Madre Tierra con ceremonias, danza, música y comidas especiales. El ritual a la Pachamama es sin dudas lo más popular de las creencias mitológicas, legado del Imperio Incaico, que aún perdura fuertemente arraigado en esta zona indómita del norte jujeño. La historia relata que cuando llegaron los españoles, la Pachamama ya era una leyenda entre los pueblos andinos. Son treinta y un días intensos para agradecer por los bienes logrados en el último año, y pedir una renovada prosperidad. A diferencia de otras regiones provinciales, la costumbre de entregar ofrendas a la Pachamama se cumple tanto en las ciudades y zonas rurales. En estos últimos sitios, a pesar del clima riguroso, igual hay una
economía de subsistencia familiar en base a la agricultura, por lo tanto sus pobladores agradecen por la fertilidad de la tierra e iniciar un nuevo ciclo agrícola igualmente venturoso.
En
Casabindo, a mediados de mes, tiene lugar el tradicional "toreo de la vincha" dentro de la fiesta de la Virgen de la Asunción.
En Casabindo, a mediados de mes, tiene lugar el tradicional "toreo de la vincha" dentro de la fiesta de la Virgen de la Asunción. También los citadinos realizan las peticiones a la Madre Tierra para bendecir sus vehículos, casas o negocios, pedir salud, dinero y bienes para toda la familia. Historiadores quiaqueños señalan: "es un agradecimiento a la Madre Tierra y al Cosmos, en estas fechas empieza la fertilidad, cada persona puede poner la semilla a la tierra, pues se abre la boca de la Pachamama y agradecemos para emprender nuevos proyectos, nuevos pensamientos. La ofrenda que se entrega a la deidad andina es una paga con toda fe, de corazón y cariño por todos los bienes recibidos y otros nuevos que vendrán".
El poblador quiaqueño y de zonas aledañas tiene diferentes formas de celebrar el ritual, igualmente la esencia es la misma: algunos simplemente compran coa para sahumar los domicilios, otros cavan un hoyo en el patio del domicilio y alimentan a la Pachamama con diferentes alimentos típicos de la región, incluyendo coca, yicta, alcohol, vino, cigarros y chicha. Algunos señalan que ese mismo día debe ponerse unos cordones de hilo blanco y negro, confeccionados con lana de llama hilando hacia la izquierda. Estos cordones se atan en los tobillos, las muñecas y el cuello, para evitar el castigo de la Pachamama.
También es el mes de los Misachicos,
celebraciones religiosas y populares que tienen lugar durante todo el mes tanto en zonas rurales y ciudades puneñas. La más significativa en La Quiaca es la Virgen de Copacabana, en la que confluyen dos culturas, separadas solamente por un límite geográfico. Los Misachicos con su música de erkenchos y sikuris alegran las tranquilas tardes en cada poblado, cuando los devotos en andas cargan las imágenes rumbo a la celebración central. En ese marco surgen la historias como del "Endiablado", personaje siniestro con apariencia humana que suele acompañar a quienes se excedieron de copas tentándolos con riqueza por su alma.
Es el mes de una demostración religiosa y pagana enorme por parte de los distintos pueblos norteños, que forman parte de su rica identidad cultural.
Se aproxima agosto, mes cargado de relatos de magia e identidad para los pueblos puneños, en los que se mezcla lo religioso con los rituales ancestrales heredados desde tiempos inmemorables. Es el momento de agradecer a la Madre Tierra con ceremonias, danza, música y comidas especiales. El ritual a la Pachamama es sin dudas lo más popular de las creencias mitológicas, legado del Imperio Incaico, que aún perdura fuertemente arraigado en esta zona indómita del norte jujeño. La historia relata que cuando llegaron los españoles, la Pachamama ya era una leyenda entre los pueblos andinos. Son treinta y un días intensos para agradecer por los bienes logrados en el último año, y pedir una renovada prosperidad. A diferencia de otras regiones provinciales, la costumbre de entregar ofrendas a la Pachamama se cumple tanto en las ciudades y zonas rurales. En estos últimos sitios, a pesar del clima riguroso, igual hay una
economía de subsistencia familiar en base a la agricultura, por lo tanto sus pobladores agradecen por la fertilidad de la tierra e iniciar un nuevo ciclo agrícola igualmente venturoso.
En
Casabindo, a mediados de mes, tiene lugar el tradicional "toreo de la vincha" dentro de la fiesta de la Virgen de la Asunción.
En Casabindo, a mediados de mes, tiene lugar el tradicional "toreo de la vincha" dentro de la fiesta de la Virgen de la Asunción. También los citadinos realizan las peticiones a la Madre Tierra para bendecir sus vehículos, casas o negocios, pedir salud, dinero y bienes para toda la familia. Historiadores quiaqueños señalan: "es un agradecimiento a la Madre Tierra y al Cosmos, en estas fechas empieza la fertilidad, cada persona puede poner la semilla a la tierra, pues se abre la boca de la Pachamama y agradecemos para emprender nuevos proyectos, nuevos pensamientos. La ofrenda que se entrega a la deidad andina es una paga con toda fe, de corazón y cariño por todos los bienes recibidos y otros nuevos que vendrán".
El poblador quiaqueño y de zonas aledañas tiene diferentes formas de celebrar el ritual, igualmente la esencia es la misma: algunos simplemente compran coa para sahumar los domicilios, otros cavan un hoyo en el patio del domicilio y alimentan a la Pachamama con diferentes alimentos típicos de la región, incluyendo coca, yicta, alcohol, vino, cigarros y chicha. Algunos señalan que ese mismo día debe ponerse unos cordones de hilo blanco y negro, confeccionados con lana de llama hilando hacia la izquierda. Estos cordones se atan en los tobillos, las muñecas y el cuello, para evitar el castigo de la Pachamama.
También es el mes de los Misachicos,
celebraciones religiosas y populares que tienen lugar durante todo el mes tanto en zonas rurales y ciudades puneñas. La más significativa en La Quiaca es la Virgen de Copacabana, en la que confluyen dos culturas, separadas solamente por un límite geográfico. Los Misachicos con su música de erkenchos y sikuris alegran las tranquilas tardes en cada poblado, cuando los devotos en andas cargan las imágenes rumbo a la celebración central. En ese marco surgen la historias como del "Endiablado", personaje siniestro con apariencia humana que suele acompañar a quienes se excedieron de copas tentándolos con riqueza por su alma.
Es el mes de una demostración religiosa y pagana enorme por parte de los distintos pueblos norteños, que forman parte de su rica identidad cultural.