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11 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Sapo de otro pozo

Viernes, 31 de mayo de 2013 20:47

La cosa es que, sin necesidad de que ningún puntero les agenciara camioneta, una inusual cantidad de mujeres subían por la escalinata para mi barrio. Y como yo volvía a mi casa después de haber escuchado hablar al cerro Cono, me entremezclé entre ellas y empecé a sentir esa clase de miradas que sienten los sapos que se zambullen en otro pozo.

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La cosa es que, sin necesidad de que ningún puntero les agenciara camioneta, una inusual cantidad de mujeres subían por la escalinata para mi barrio. Y como yo volvía a mi casa después de haber escuchado hablar al cerro Cono, me entremezclé entre ellas y empecé a sentir esa clase de miradas que sienten los sapos que se zambullen en otro pozo.

Pero es que no hay pozo más apropiado para un varón que entre tanto mujerío, opinó el peluquero mientras me arreglaba la barba y le contaba este cuento. ¿Pero si usted ni sabe qué es lo que las atraía?, le preguntó Juan José Ferreira Miranda mientras esperaba su turno, ¿cómo puede opinar sin saber?

Es que el arte de la seducción, nos explicó mientras mecía la tijera cerca de la punta de mi nariz, no debe detenerse en quien es ella ni para qué está allí, el arte de la seducción es un gesto que se realiza sin apego ni intención, aseguró para nuestra sorpresa.

¿A usted le parece que es para tanto?, preguntó el padrecito que pretendía que el peluquero le corrigiera en tonsurado. Para tanto y para más, dijo el peluquero, si hasta mi padre sabía decir sus mejores galanteos ante las cabras y las gallinas. Pero eso es pecado, sentenció el religioso.

¿Y cómo va a saber si un pescado es hembra o macho?, preguntó Isidoro Ducase, que estaba parado a la puerta para recibir las caricias del sol. Nunca decir cosas lindas es pecado, dijo el peluquero como si alguien lo pudiera poner en duda, ante lo que Juan José Ferreira Miranda propuso que se siguiera escuchando mi cuento y todos atendieron.
 

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