26 de Junio,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

La chaya de los músicos en la plaza

Jueves, 14 de febrero de 2013 20:41

 No pretendo ser el que hable por primera vez de la relación entre la música y el carnaval. Lo sabe quien lo ha vivido, por propia experiencia y sin necesidad de citas bibliográficas. Lo que hace Tukuta Gordillo en el Martes de Chaya, apadrinado por Carlos West Ocampo, es acaso decirlo con todas las palabras y así nace, hace ya una década, la Chaya de los Músicos, en la Plaza Chica de Tilcara, en el corazón de la Quebrada y en medio de los nueve días del Carnaval.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

 No pretendo ser el que hable por primera vez de la relación entre la música y el carnaval. Lo sabe quien lo ha vivido, por propia experiencia y sin necesidad de citas bibliográficas. Lo que hace Tukuta Gordillo en el Martes de Chaya, apadrinado por Carlos West Ocampo, es acaso decirlo con todas las palabras y así nace, hace ya una década, la Chaya de los Músicos, en la Plaza Chica de Tilcara, en el corazón de la Quebrada y en medio de los nueve días del Carnaval.

Allí se juntan amigos, entre quienes regresó Gerónimo Alvarez Prado, que sabía decir del significado antiguo de la fiesta y a quien un problema de salud tuvo alejado, o el canto de las Copleras que abrió la parte musical después del asado. Silvia Barrios, la recopiladora de tanta música indígena y en la ocasión vestida de diablito, y la Negrita Cabana, protagonista de tanto Tantanakuy, andaban por allí, entre las mesas donde la invitación pasaba a ser ofrenda de melodías, y eso es sólo una parte.

Hacer la lista de los que pasaron por el micrófono sería una tarea ardua y, tal vez, inútil. Pero hubo un Negro Altamirano, el mismo de Querer Inca, con el valioso aporte de su voz y su guitarra, un Tomás Lipán que de vez en cuando hacía de bombisto cuando no lo hacía Juan Muñoz y la quena de Miguel Yave, la guitarra de Colacho Brizuela, que por un cuarto de siglo fue la guitarra de Mercedes Sosa, regresando a canciones como Gracias a la Vida para la voz de Adriana Tula, que viene de una noche central en Cosquín, o disfrutando de un dueto con Peter Wurst, y el charango del Coya Ruiz, el hijo del sastre, que después de una apertura en la que sedujo al silencio, acompañó a la voz del anfitrión.

Y eso es sólo una parte, la parte que puedo poner en palabras. Decirlo todo excedería lo que puede una crónica. Pero ese párrafo puede decir lo que quiero resumir: la Chaya de los Músicos se ha instalado como uno de los momentos del Carnaval cuando la música deja de ser ese elemento imprescindible de la fiesta para ser el mismo objeto de la ofrenda que se le dedica a la Pachamama, y los músicos son los protagonistas nombrados del homenaje. Una clave del calendario que Tukuta supo visualizar, que con el tiempo lo recordará como su fundador y llegará a trascenderlo.

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD