La comunidad eclesial del barrio Las Maderas, de San Pedro de Jujuy, celebró con gran júbilo sus fiestas patronales en honor a San José, uniéndose con toda la iglesia que lo cuenta como patrono de la iglesia universal. En la vereda del templo, se dispuso una especial ornamentación que fue el marco para celebración de fe de esa comunidad que participó de la santa misa celebrada por el padre Marcelo Churquina.
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La comunidad eclesial del barrio Las Maderas, de San Pedro de Jujuy, celebró con gran júbilo sus fiestas patronales en honor a San José, uniéndose con toda la iglesia que lo cuenta como patrono de la iglesia universal. En la vereda del templo, se dispuso una especial ornamentación que fue el marco para celebración de fe de esa comunidad que participó de la santa misa celebrada por el padre Marcelo Churquina.
El templo, ubicado entre las calles Las Piedras y Juan Bautista Alberdi, se vistió de gala recientemente para esta celebración. El lema meditado a lo largo del rezo de la novena y la celebración central fue "Peregrinos de esperanza", en sintonía con el Jubileo que celebra la Iglesia toda.
En su homilía, el padre Marcelo Churquina destacó la importancia y alegría al celebrar a un gran santo de la Iglesia que se constituye como patrono de los seminarios, de las vocaciones, custodio de las familias y de la Iglesia universal. "Hoy, en la figura de San José, debemos discernir nuestra propia vocación, ese llamado que Dios hizo a cada uno de nosotros. Hay aspectos de la vida de San José que debemos relacionar con nuestra vida, uno de ellos es la búsqueda de su vocación ya que siempre estuvo atento a escuchar y comprender la voluntad de Dios haciendo ese descubrimiento de a poco y junto a María, aceptar con amor el plan de Dios. No fue una figura protagonista, pero sí indispensable, estuvo presente donde fue necesario. Eso nos lleva a buscar la vocación de Dios dentro de nuestra propia vocación, porque Dios nos llama en todo momento", dijo el sacerdote.
Luego, la responsable de la comunidad, Fabiana Arjona, destacó la colaboración de los vecinos para la realización de la festividad, exhortando a todos a hacer propia la capilla y acercarse a rezar a San José para sentirse más cerca de Dios.
Concluida la misa, se desarrolló la procesión por las calles del barrio para concluir con el feliz cumpleaños a San José, la infaltable torta de celebración, sorteos de regalos a los participantes y tradicional serenata en homenaje al patrono del barrio.
Todas las actividades e intenciones de esta celebración se realizaron con gran alegría, rogando por el eterno descanso de los difuntos, la salud del papa Francisco y de los enfermos, la paz y la unidad en las familias.
Bula papal del jubileo 2025
La bula con la que el papa Francisco ha convocado el Año Jubilar 2025 está acertadamente dedicada al tema de la esperanza. El papa resalta el valor perenne de esta virtud indispensable, pero que, al mismo tiempo, también es fuente de incertidumbre y sufrimiento, ya que está ligada a aquello que el ser humano no puede controlar.
De tantos problemas por resolver y de tantas crisis por gestionar, la vida se ha reducido a una supervivencia. Se ha difundido un clima de miedo que mata todo germen de esperanza. Ello acarrea pérdida de solidaridad, de cordialidad y de empatía. La esperanza es la única que nos hace ponernos en camino. Nos brinda sentido y orientación; el miedo imposibilita la marcha. A diferencia de la esperanza, el optimismo carece de toda negatividad. Desconoce la duda y la desesperación. El optimista está convencido de que las cosas acabarán saliendo bien. Le parece que tiene el futuro a su entera disposición. Sin embargo, el verdadero futuro es indisponible. El optimismo difiere de la esperanza porque esta supone un movimiento de búsqueda. Hay también que distinguir la esperanza del “pensamiento positivo” y de la “psicología positiva”.
Esta última se desliga de la psicología del sufrimiento y trata de ocuparse exclusivamente del bienestar y la dicha. El culto a la positividad aísla a las personas. La esperanza no aísla a las personas, sino que las vincula y reconcilia. El sujeto de la esperanza es un “nosotros”. Algunos autores existencialistas sostienen que la esperanza nos hace concebir ilusiones, que nos distraería del tiempo presente, de la vida aquí y ahora. El cristianismo afirma saber cosas bastante concretas sobre el mañana del hombre y del cosmos. Quizás resida en eso el meollo de su mensaje que es evangelio y buena noticia para todos: la vida vence sobre la muerte, el sentido triunfa sobre el absurdo, donde abundó el pecado sobreabunda la gracia; el hombre no se encamina hacia una catástrofe biológica llamada muerte, sino hacia una realización plena de cuerpo-espíritu.
Podemos hablar sobre lo que todavía no es porque en el hombre y en el mundo no existe solamente el ser sino también el poder ser, posibilidades y apertura hacia un más. Por eso las afirmaciones de futuro no hacen sino explicitar lo que está implícito, latente y dentro de las posibilidades del hombre. El futuro, el aun-no y el mañana forman parte esencial del hombre. La utopía desempeña una función insustituible dentro de la historia del hombre. Manifiesta el ansia permanente de renovación, regeneración y perfeccionamiento buscados por el hombre.
El cielo anunciado por la fe cristiana se sitúa en el horizonte de la comprensión utópica: es la realización de todo lo que es verdaderamente humano, dentro de Dios. ¿De qué habla al fin de cuentas el cristianismo? El cristianismo da un paso más allá de las religiones y anuncia que el sentido (logos) no quedó difuso y repartido entre las cosas; proclama que el futuro absoluto, Dios, se aproximó a nuestra existencia y vivió en la carne humana, cálida y mortal, y se llamó Jesucristo. Así la utopía se convirtió en topia. La esperanza es una virtud difícil, porque “tiene que ver con el bien arduo” (Summa Theologiae, I-II, q. 23, a. 2), un bien que no está inmediatamente a nuestro alcance y, sin embargo, es indispensable para una vida digna de ser vivida.
Ella es difícil de concebir, aún más en nuestra época, que ha hecho del control y la planificación sus palabras clave. Tal vez sea este el motivo por el cual esta niña sigue siendo la gran huérfana en la reflexión contemporánea. ¿A qué podría deberse esta carencia? Pueden plantearse algunas hipótesis. Una de ellas es que el cristianismo, especialmente en Occidente, se ha secularizado en gran medida y ya no tiene nada significativo que decir al hombre contemporáneo. Incluso la predicación parece evitar este tema, prefiriendo concentrarse en cuestiones “políticamente correctas”.
Otra razón que subyace al rechazo de la esperanza es que, no pocas veces, ha sido mal entendida y contrapuesta a la realidad presente, como una suerte de “opio del pueblo”, según afirmaba Marx, para justificar la inacción, adormecer la conciencia y no enfrentar la miseria actual.
La esperanza no tiene nada que ver con la ilusión o la resignación ante la dureza de la vida. La esperanza, de hecho, antes que una virtud, es una pasión agresiva, y con ella se sostiene o cae. Moltmann señala con fuerza esta peligrosa deformación de la esperanza cristiana, que no puede perder su carga utópica de cuestionamiento del presente: “Las palabras de esperanza de la promesa deben estar en contradicción con la presente realidad empírica”. Es imprescindible devolver el auténtico significado a la esperanza cristiana; transmitir su belleza a los hombres y mujeres de nuestro tiempo es una cuestión de vida o muerte. (Pedro Mónico Ascárate)