En el río Xibi Xibi, entre pastizales o detrás de las ramas de los árboles, ellos encuentran su hábitat ideal para vivir. Es que los anfibios saben de supervivencia y, por medio de la adaptación, basan su existencia. Espectaculares en su morfología, al observar sus colores se pueden confundir con los del entorno natural gracias a las tonalidades verdeadas o amarronadas que varían en intensidad. Al ser de tamaño pequeño, eligen los espacios húmedos y nocturnos para croar, alimentarse o tener actividad de apareamiento; por lo que permanecen escondidos y siempre con el agua cerca.
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En el río Xibi Xibi, entre pastizales o detrás de las ramas de los árboles, ellos encuentran su hábitat ideal para vivir. Es que los anfibios saben de supervivencia y, por medio de la adaptación, basan su existencia. Espectaculares en su morfología, al observar sus colores se pueden confundir con los del entorno natural gracias a las tonalidades verdeadas o amarronadas que varían en intensidad. Al ser de tamaño pequeño, eligen los espacios húmedos y nocturnos para croar, alimentarse o tener actividad de apareamiento; por lo que permanecen escondidos y siempre con el agua cerca.
Gracias a su misión en la biodiversidad, son aliados de los seres humanos ya que purifican el ambiente a través del control de las plagas de insectos, en especial de los mosquitos, su principal fuente alimenticia. De esta manera, tanto las ranas como los sapos son esenciales y con características que los diferencian entre sí. La rana tiene la piel lisa, es más ágil, con una apariencia húmeda y extremidades largas y estilizadas; mientras que el sapo, posee un tamaño considerable, tiene la piel más rugosa o seca y extremidades cortas.
De estilos diferentes pero con particularidades bien definidas, son ejemplares para admirar en su esencia por su función natural, más específicamente, en los espacios citadinos. Gracias a su canto, advierten sobre la posibilidad de lluvia y el cambio climático; así como también desarrollan constantemente una tolerancia a la urbanización.
Es así, que a partir de un interesante estudio realizado en diferentes puntos de San Salvador de Jujuy, La Almona y Palpalá por un grupo de ecología, se determinó que existen más de treinta especies de anfibios entre ranas y sapos que conviven en sociedad. "El canto de los ejemplares varía cuando hay ruido de autos, en época de reproducción de septiembre a noviembre se los puede escuchar cantando al costado de las rutas, los autos pasan pero ellos cantan más alto en busca de la hembra para el apareamiento", expresó Laura Pereyra sobre los detalles de la labor.
En cuanto al sapo común, cambia su morfología a lo largo de su ciclo vital pero en la actualidad, son notables otros tipos de metamorfosis. "Hoy está cambiando el sapo, se incrementó el aumento de su tamaño con cabeza chata, patas largas porque de esta manera se adaptan a los ambientes más duros, pasó de suelo blandito a las calles de cemento", remarcó.
En cuanto a las ranas de cuatro ojos; al momento de la reproducción elaboran un nido de espuma notable a simple vista en cualquier río, jardín o alcantarilla. Este ambiente atenúa las temperaturas y los ruidos para favorecer la permanencia de la especie. Desde su labor ecologista, la bióloga reveló su sorpresa en el intercambio de saberes con la comunidad, sobre todo con los niños y su curiosidad como lo más movilizador en las exposiciones. "Los más pequeños quieren saber y les gusta, sería importante fomentarles el cuidarlos si los ven", explicó la especialista augurando la preservación de estos magníficos especímenes.